E P I L O G O

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¡Hola tú!

Hoy nos despedimos de Dulce Venganza. Este epílogo es narrado completamente por Ian. Cabe destacar que, me costó escribirlo porque amé escribir esta historia sobre Ian y Sam. También amé escribir When you are a DOG, obviamente, no me malinterpretéis. Simplemente sentí que al escribir esta fue como subir de nivel, dar un paso más allá; no sé si me entendéis. 
PD: Capítulo/Epílogo dedicado a 
Libelula34. ¡Gracias por el apoyo!

En fin, dentro de unos minutos subiré los agradecimientos.

Besos. Los quiere,

Maddie.

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┌ IAN ┐

Según mi opinión no podía existir ninguna maravilla más grande que observar los ojos de Sam teñirse de pasión justo en el mismo momento en que alcanzaba el orgasmo que yo mismo le proporcionaba. Mis brazos fueron incapaces de sostenerme por más tiempo y terminé derrumbándome sobre ella, pero tuve la suficiente mente fría como para rodar un poco de costado para no cargarla con mi peso.  

Al sentir el movimiento de retirarme, ella me apretó con fuerza contra su cuerpo luciendo reacia a estar medianamente separados, aunque nuestros cuerpos seguían... íntimamente unidos. Para solucionar ese problema, me puse de espaldas al colchón, la arrastré hacia mí y apreté su cuerpo contra el mío en un abrazo.

Ninguno de los dos dijo algo, pero las palabras eran absolutamente innecesarias en este momento, lo único verdaderamente importante era disfrutar el glorioso sabor de nuestra nueva vida.

Nueva vida.

Era curioso cómo sólo hasta ese momento era consciente del cambio que acababa de ocurrir, que sólo hasta que la tenía entre mis brazos tras experimentar el más dulce de los placeres era que finalmente podía darme cuenta de que nuestras vidas acababan de cambiar unas horas antes.

Enderecé un poco el rostro sobre la almohada para fijarme en la mano que Sammy tenía apoyada de forma relajada en mi pecho, aunque sería más específico decir que mi atención estaba enfocada en el sencillo anillo dorado con un precioso diamante en el centro que portaba en su dedo anular. Como si quisiera terminar de encajar unas piezas del rompecabezas, elevé mi mano derecha un poco para contemplar mi propio anillo de boda.

Enterré mi barbilla en el cabello de Sam, queriendo inundar mis fosas nasales con el dulce aroma a fresas del champú de mi esposa. Mi esposa. Todavía me parecía algo desconcertante cómo Sam se despertó aquella mañana siendo Samantha Anderson y horas después era Samantha Miller, porque mi exigente chica me dejó muy claro que quería tomar mi apellido como propio; una cosa un tanto confusa para mí si era sincero ya que no le veía problema a que conservara el suyo, pero a ella parecía importarle así que acepté.

A través de la ventana entreabierta se colaba el ligero sonido de las olas y el aroma salado del mar; podríamos haber elegido cualquier lugar para pasar la luna de miel, pero ambos decidimos que el mejor lugar posible era regresar a la misma playa en que pasamos nuestros días de escapada. Fue en ese lugar donde las cosas cambiaron definitivamente para nosotros, el lugar en que finalmente fuimos capaces de bajar las barreras lo suficiente como para creer en lo que estaba pasando.

—¿En qué piensas?

La voz de Sam me tomó por sorpresa por lo perdido que estaba entre mis recuerdos, pero sonreí al escucharle. Quizá era una cuestión absurda emocionarse tanto por escuchar una pregunta tan simple pronunciada con ese deje cariñoso que teñía la voz de Sam, pero ¡Joder!

Dulce Venganza ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora