Cuatro

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"Juguemos a las preguntas", sugerí con una sonrisa temblorosa.

Sentía mi cara caliente y mi corazón acelerado por el nerviosismo. Jugar a las preguntas era la única idea que se me había ocurrido para tener una conversación que no se agotase.

Levanté una de mis manos y con el dorso de esta quité el sudor que había en mi frente. Noté como los ojos de Harry brillaban y una sonrisa suave se extendía en sus labios.

"Está bien. Tu vas primero".

Después de pensar un poco, hablé: "¿Qué edad tienes?".

"Treinta", respondió mientras giraba su cuerpo para quedar frente a frente. "¿Y tú?".

"Diecisiete".

Harry era aún mayor que Noreen, mi hermana, pero no era nada parecido a lo que venía a mi mente cuando escuchaba hablar de un hombre entrado en sus treinta. Se veía tan confiado y fresco con el cabello sin peinar y las mangas de su camisa enrolladas, que me costaba trabajo imaginármelo con la cara larga detrás de un ordenador.

"¿En qué piensas?".

Lo miré y negué con la cabeza. "Sólo que pareces más joven de lo que eres". Soltó una carcajada y miré como movía su mano lentamente hasta posarla sobre su rodilla izquierda, muy cerca de mi pierna. "También me preguntaba si debería empezar a llamarte Señor Harry o Señor Styles, ¿qué consideras más apropiado?".

Soltó una risa más fuerte y alzó una mano delante de mi rostro. "Para, por favor, me haces sentir como mi padre".

La siguiente hora pasamos hablando y agradecí a Dios que Harry y Anne Twist abandonaran el salón antes que mi madre y yo. Estar tan cerca de él me había hecho sentir vulnerable: mis piernas temblaban y sentía apretada la garganta, como si hubiera estado a punto de llorar.

"No tenía idea que tu y Harry fueran amigos", comentó mi madre después de encender el auto. Miró por el retrovisor como lo hacía siempre que estaba a punto de avanzar. Comprobó los espejos laterales y finalmente avanzó. "La verdad es que me ha sorprendido verlos en el salón".

"Yo no diría que somos amigos", le respondí manteniendo la vista fija en la ventanilla. "Más bien fue amable, ya nos habíamos presentado en la casa de sus tíos".

"¿Qué tal he quedado?", me cuestionó sonriente, dando por terminada la conversación sobre Harry.

La miré y noté como su cabello rubio era más corto ahora, rozando sus hombros, y la manera en que las puntas quedaban onduladas. "Estás preciosa".

Cuando llegamos a casa subí a mi habitación y me permití recordar a Harry. Era sumamente apuesto y varonil, además de amable. No aparentaba ser un señor de treinta.

¿Tendría novia? La señora Lexington no había mencionado nada sobre que viviera con alguien en Estados Unidos, excepto por su madre. Aparté de mi mente la fantasía de hablar con él y preguntarle cosas más privadas, estar cerca de él (o de cualquier chico) me ponía sumamente nerviosa, mi rostro entero se teñía de rojo, tartamudeaba y comenzaban a sudar mi cabeza y frente.

¡Cómo desearía ser como Noreen; hermosa y sin miedo a nada!

Adelaide |HS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora