Veinte

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Mamá había salido rumbo a Londres con el pretexto de realizar unos pagos urgentes. Duraría unos días y no quiso que la acompañáramos porque, según ella, nos aburriríamos. La realidad era que había escuchado que Lynn, la novia de papá, estaba ansiosa por visitar la feria y no quería encontrársela, lo cual era comprensible.

Sin mamá cerca, Noreen entraba y salía de casa a la hora que se le daba la gana, cosa que no me molestaba porque planeaba pasar todo el tiempo junto a Harry.

Así que aquí estaba yo, en la casa de los Lexington, sentada junto a Harry en el mismo sillón que utilicé la primera vez que lo vi.

Lo observé mientras sentía sus dedos recorrer la piel de mi brazo. Sus ojos fijos en la película y su mejilla presionando contra mi cabeza.

“¿Qué?”, preguntó en voz baja al notar que no veía la televisión. “¿No te está gustando?”. Me acomodé mejor y pasé mi mano izquierda por su espalda.

“No la estoy viendo”.

“¿Por qué no?”. Se alejó lo suficiente para poder ver mi rostro y frunció el ceño confundido.

“Eres muy guapo y me distraes”. Negó con la cabeza y su boca tembló. Soltó una risita tierna antes de acercarse y besar mi ardiente mejilla.

“Harás que me sonroje, niña”.

“¿No es eso lo que debe pasar en las citas?”. Moví las cejas tratando de lucir graciosa y me sonrió con el labio inferior entre los dientes.

“Definitivamente eso debe pasar en una cita”. Nos quedamos mirando un rato mientras sentía su mano subiendo desde mi hombro hasta la nuca. Apreté su espalda cuando agachó la cabeza hasta mi cuello y sentí su nariz corriendo de arriba hacia abajo. “Esto también debe pasar”, dijo en voz baja antes de besar mi piel con sus suaves y húmedos labios. Me sentí estremecer y Harry apretó la mano que descansaba en mi nuca, acercándome hacia sus caricias.

Incliné la cabeza y cerré los ojos con fuerza cuando delineó mi mandíbula con la lengua, soplando después la piel humedecida. Me quejé en voz baja y Harry nos acomodó de tal manera que su cuerpo quedaba sobre el mío.

“Eres una niña preciosa, Addie”. Lo escuché hablar y sonreí con los ojos aún cerrados. “Y me encantas”. El material al lado de mi cabeza se hundió cuando recargó sus codos. “Mira, ahora tú te sonrojaste”, señaló en un susurro aterciopelado al mismo tiempo que frotaba sus labios contra mi barbilla.

Quería gritarle que me besara, pero me sería imposible articular palabra entretanto Harry continuara mordisqueando la línea de mi mandíbula. Continuó bajando y dio una lenta y sensual lamida por toda la extensión de mi garganta, haciendo que me retorciera debajo de el.

“Uh…”, se quejó audiblemente y paró sus movimientos. Levantó la cabeza y cerró los ojos antes de soltar un suspiro entrecortado. “Niña… Tu rodilla”. Dejé de mirar su rostro y me concentré en la parte de abajo. Una de mis piernas colgaba del sillón mientras que la otra estaba flexionada presionando contra su endurecida entrepierna.

Intenté moverme, pero su mano sobre mi muslo me detuvo. Dio un ligero apretón y lo apartó, pegándolo al respaldo.

“Harry…”, dije su nombre con voz ahogada cuando sentí que se abría paso entre mis piernas abiertas. Su mandíbula se movió al compás de unas palabras que no escuché antes de finalmente apretarse contra mí.

Inhaló con fuerza y enredé mis manos en su nuca, empujándolo hacia mis ansiosos labios abiertos.

“Bésame, Harry, por favor”, pedí con voz entrecortada. Agachó la mirada y acarició mi nariz con la suya para después chocar nuestras bocas.

Sus empujes comenzaron a volverse más exigentes y profundos, provocando que la costura de mi pantalón se pegara a mi piel caliente y palpitante. El contacto era tan bueno y apretado que no pude evitar arquearme jadeando.

Bajé mis manos a sus anchos hombros y los sobé con los ojos cerrados.

Harry gruñó y, con un rápido movimiento de muñeca, me hizo alzar la cara hacia el.

“Mírame”, ordenó con voz rasposa. “Quiero que me mires, niña”. Jadeé y apreté con más fuerza sus hombros, hincando mis cortas uñas en su piel dura. Todo era tan nuevo e intenso que apenas podía sostenerle la mirada.

Sus ojos se entrecerraron y los labios se apretaron duramente antes de acelerar el ritmo, haciéndome sentir, aún sobre la ropa, su poderoso calor.

Traté de mantener los ojos abiertos como me lo pidió, pero cuando noté la calidez de sus dedos pellizcando sobre mi blusa me deshice en débiles y constantes sollozos.

Sentí un par de empujes más antes de que Harry gruñera y se desplomara sobre mi.

Ambos teníamos la respiración agitada y podía sentir nuestros corazones bombear al mismo ritmo. Mi cara estaba caliente y enrojecida, y mi cuerpo todavía resbalaba en dulce agonía.

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stalker39
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Adelaide |HS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora