Doce

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Hacía aproximadamente una hora que inició la feria y todo parecía marchar bien; los adultos reían alegres y los niños correteaban de un lado a otro. Los miraba a todos disfrutar mientras que yo permanecía de pie detrás del estand. Mamá me había dejado encargada del puesto mientras platicaba con varias personas y ya comenzaba a impacientarme.

Estaba a punto de acercarme a ella cuando vi caminar a Harry entre la gente luciendo igual que la vez que charlamos en la estética: pantalones negros y una camisa de botones blanca enrollada en los codos. Se veía tan apuesto que no pude evitar gritar su nombre y agitar las manos en su dirección. Me miró y se acercó a saludar. Charlamos un rato y tomándome de la muñeca susurró: "Carrera hasta la rueda de la fortuna". Y sin darme tiempo a avisar, se echó a correr, atravesando todo el lugar en busca del juego. Durante todo el recorrido sólo pude pensar en lo guapo que se veía riendo a carcajadas y en lo increíblemente cálidos que se sentían sus dedos envolviendo mi muñeca.

Después hicimos una larga fila para conseguir una cabina y cuando entramos estábamos tan cerca que creí que Harry me besaría. Pero no fue así. Me sentía algo decepcionada hasta que la palma de su mano se deslizó bajo la mía, entrelazando nuestros dedos por primera vez. Lo miré y una sonrisita bailaba en sus labios. Me armé de valor y soltando un suspiro me recargué en su pecho.

Las luces de colores se reflejaban en su rostro cuando me di cuenta de cuan especial se había vuelto Harry. Desde que lo conocí supe que era un hombre increíblemente guapo, amable y muy paciente, y sus besos me hacían sentir mejor. Pero no fue hasta este momento, escuchando los latidos de su corazón y memorizando el compás de su respiración, cuando me atreví a darle nombre a ese sentimiento de bienestar que me rodeaba cuando estaba a mi lado. Me gusta Harry.

"Ahora sí, Adelaide", dijo mamá haciéndome volver de golpe al mundo real. "¿Dónde te metiste?".

"¿De qué hablas?". Soltó una carcajada carente de humor y arrojó las llaves en la mesa.

"¿Ya no te acuerdas? Te dejé cuidando el puesto por unos minutos y cuando vuelvo ¡habías desaparecido! ¡Y sin avisar!". Me giré para acomodar unos cojines a la espera de que a mi cerebro se le ocurriera pensar en algo. Por más que trataba, mi mente se negaba a concentrarse, seguía dando vueltas a los recuerdos. Necesitaba pensar en algo. No podía decirle que estuve con Harry. "Primero te olvidas de las letras y ahora esto. Dime una cosa, ¿te estás viendo con las niñas liberales que te prohibí? Porque si esto es un acto de rebeldía, y más te vale que no lo sea, créeme que te vas a arrepentir".

"Simplemente quería probar los juegos. Olvidé avisar".

"Lo olvidaste. Dime, ¿por qué no me sorprende? Henry, Henry, ¿qué hice para merecer tanta porquería?", preguntó mirando el techo.

"Ya basta, mamá. No soporto que hables así de nosotras".

"¿Disculpa?". Entrecerró los ojos y deseé poder volver el tiempo atrás. "No sé qué te pasa últimamente. Primero tus estúpidos berrinches por la universidad y ahora contradices a tu madre. Qué suerte la de tu padre, ¡no tendrá que lidiar con las idioteces de su hija!".

"¡No es estúpido querer ir a la universidad! ¡Tampoco soy idiota! ¿Por qué a Noreen no le dices nada? ¿Es que ella no hace nada mal?". Las lágrimas picaban en mis ojos producto del enojo y frustración que sentía. Tenía un nudo apretándome la garganta tan fuerte que me sorprendía poder seguir respirando.

Por un momento nadie dijo nada, provocando que se instalara un pesado silencio que me hacía zumbar los oídos. ¿Quién demonios le dijo a papá que tenía el derecho de dejarme sola?

"Estoy cansada de ti. No me importa lo que pienses y escúchame bien: ¡no te atrevas a compararte con tu hermana!". Hacía rato que las lágrimas se deslizaban por mis mejillas. "¿Crees que no estoy cansada de ti y tu maldito comportamiento? La adolescencia no es una excusa. Y no me vengas con tu llanto que yo no soy tu padre". Hablaba con los dientes tan apretados que temía se le fueran a partir.

"Yo también estoy cansada", repliqué sin pensar. Sus ojos parecieron encenderse y lo siguiente que escuché fue su mano chocando repetidas veces contra mi mejilla.

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stalker39
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Adelaide |HS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora