Poché POV
Un, dos, tres, cuatro... Cinco, seis, siete, ¡ocho!
Aquella semana transcurrió entre ensayos. Día y noche estuve perfeccionando la coreografía que debía presentar el viernes en el enorme teatro de la academia, frente a nada más y nada menos que representantes de Royal Street; decir que estaba nerviosa era quedarme corta.
Durante los tres días previos a la prueba me la pasé pensando en lo que podría ocurrir. Sí, la mayoría de escenarios que se creaban en mi cabeza eran un tanto desastrosos y no podía evitarlo, era un poco fatalista.
Alejo me acompañó la tarde del lunes cuando regresé de la academia. Fue la primera persona que supo de la gran oportunidad que tendría y se mostró muy emocionado. Incluso se ofreció a ayudarme a montar la coreografía, así que estuvimos todo el día eligiendo una canción que se ajustara a lo que yo deseaba mostrar a los jueces para luego empezar a crear los pasos. Y no, no olvidé ir por Valentina al colegio; cuando llegó la hora de pasar por ella, Alejo y yo decidimos llegar caminando. Me pareció una buena idea a pesar de la fatiga que ambos teníamos. Claro, eso hasta que él decidió sacar el tema más incómodo que se le pudo ocurrir...
+ Entonces... Poché, dime, ¿cómo va todo?
- Bien, no puedo quejarme. Ésta oportunidad puede cambiarlo todo, estoy muy emocionada p-...
+ No me refería a eso.
- ¿No?
+ No, creo que sabes de qué hablo y el hecho de que evites el tema no significa que no te afecte.
- A ver genio, ¿según tú qué es lo que estoy evitando decirte? -Él se detuvo y me miró con el ceño fruncido-.
+ ¿El nombre Daniela Calle te suena? –aquí vamos de nuevo...-.
- ¿Qué tiene que ver Calle?
+ Por Dios, Poché, no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que algo está mal, siempre han sido como uña y mugre. No te imaginas a Calle sin Poché, ni a Poché sin Calle, y llevas días sin siquiera mencionarla... ¿crees que nadie lo nota?
- No sé de qué hablas –di media vuelta, dispuesta a retomar mi camino pero su última frase me hizo palidecer-.
+ Hay algo entre ustedes, ¿no? –lo dijo casi gritando, así que regresé a su lado un tanto alterada-.
- ¡Cállate!
+ Entonces tengo razón. Increíble. Supongo que estás huyendo de tus sentimientos y por eso la estás evitando.
- ¡No hables de lo que no sabes! Fue ella la que me dejó, ella es la cobarde.
+ ¿Y piensas dejar que todo acabe? Así, sin más...
- ¿Qué esperas que haga?, ¿qué me arrastre hasta su puerta y le ruegue que me ame?
+ Tú sabes que ella también siente algo por ti
- Pues tu querida amiga me dejó muy claro que no es así
+ Tal vez tiene miedo, no lo sé. ¿No te parece muy extraño?
- ¡No la justifiques! Sea como sea ella me usó y se alejó, ni siquiera le importó arrojar a la basura años de amistad. Es una cobarde y yo solo debo olvidarme de ella.
+ Oh, no Poché, no te equivoques. Calle no es la única cobarde aquí. Si estás segura de lo que sientes y no luchas por ello tú también lo eres.
- ¡Déjeme en paz! Si no me puedes apoyar en esto no te quiero volver a ver Alejandro.
Y así fue como acabé con otra de mis más grandes amistades en menos de dos semanas. Vaya récord.
El resto de los días mi comunicación con las demás personas se volvió casi nula. Siempre que me preguntaban qué era lo que me ocurría me escudaba en mi nerviosismo por la presentación y en el poco tiempo que me quedaba con todos los ensayos. Si bien era uno de los motivos, no era del todo cierto. La conversación con Alejo me hizo pensar muchas cosas, porque tal vez él tenía razón. Los cambios en el comportamiento de Calle podrían tener alguna explicación y quizás no debía conformarme con sus últimas palabras, porque su mirada en ese momento me transmitía dolor y no tenía mucho sentido. Por lo menos no aún.
Pero tenía miedo de darme cuenta de que sus palabras eran ciertas y ella realmente no sentía nada por mí. Prefería ignorar la realidad y hacer cómo si nada hubiese pasado, por eso decidí evitar cruzarme con Calle en la academia durante las clases y hasta el momento había tenido éxito. Aun así en las noches no podía evitar pensar en ella e imaginarme un mundo en el que ambas podíamos estar juntas. Luego me dedicaba a llorar hasta quedarme dormida.
****************
El día ya había llegado.
Era viernes en la mañana y yo ya me encontraba con el resto de los aspirantes en la parte posterior del escenario, esperando por mi turno. Me llamó la atención no ver a Calle, pero supuse que se había retrasado.
A medida que los minutos pasaban empezaba a sentir en mi estómago una extraña mezcla de emoción, ansiedad y miedo. La presentación previa a la mía estaba por terminar y yo era un manojo de nervios. Mis manos empezaban a sudar e incluso podía notar un ligero temblor, tenía que tranquilizarme. Entonces llegó la maestra Carol, quien al parecer había notado mi estado.
+ ¿Estás lista Poché? Ya casi es tu turno –dijo ella poniendo su mano en mi hombro-.
- No puedo hacerlo profesora, creo que es mejor que me vaya, voy a quedar en ridículo.
+ Dime una cosa, ¿de verdad quieres dedicarte a esto?
- Usted sabe que el baile es mi vida, es mi pasión. Mi mayor sueño es recorrer el mundo y simplemente bailar.
+ Entonces sal allí y demuestra que amas lo que haces. Utiliza todo esto que sientes a tu favor. El baile es un arte, es expresión y tú, por lo que veo, tienes mucho que decir.
Solo pude asentir y dedicarle una sonrisa. Luego mi nombre se escuchó por los altavoces.
Le di un abrazo rápido seguido por un silencioso agradecimiento y subí las escaleras que conectaban con el escenario. Justo antes de salir tomé una bocanada de aire y bloquee cualquier idea que no fuese demostrar lo que podía hacer. Esta era mi oportunidad.
Estaba acostumbrada a las presentaciones donde el teatro estaba a reventar y con el pasar de los años mi timidez se esfumó; por lo menos así era a la hora de bailar. Pero ahora estaba allí, frente a solo cinco personas y la posibilidad de que todo cambiara. Un mínimo error y me podía despedir de esa oportunidad.
La música comenzó a sonar y una energía que no conocía se apoderó de mí. No podía dejar de sonreír, lo estaba disfrutando y mi concentración era máxima. Cada paso que daba era firme. Eso hasta que en una pausa decidí mirar hacia el frente y distinguí a Calle al fondo del teatro. Nuestros ojos se conectaron y por un segundo olvidé lo que estaba haciendo. Cuando el ritmo volvió a llenar el ambiente yo ya me había desconectado de todo. Traté de concentrarme de nuevo, pero cuando di un paso terminé cayendo al suelo. La música se detuvo y en cuestión de segundos todos en el teatro se habían acercado para asegurarse de que estaba bien, incluso Daniela. Ella me dirigió una mirada que pude interpretar como una disculpa. Yo solo pude levantarme y salir lo más rápido que pude de ese lugar.
Otra cosa más a la que debía decir adiós esa semana.