Parte 4

9 2 0
                                    

Pasaron los meses, he incluso años desde aquel hermoso día en que esas dos almas se unieron en una sola.
Ambos se fueron a vivir a una granja en el límite del pueblo, para vivir una vida simple y sin estrés.

Que glorioso sentimiento tenía la pareja! Eran felices, aunque no tuvieran familiares tenían amigos a quienes querían como si fueran hermanos.
Pareciera que nada podía arruinar su felicidad; sin embargo, esto es una historia maldita.

Un día, como cualquier otro, no importa la fecha o el año, ni siquiera el día de la semana, la esposa se levantó con un horrible dolor de cabeza y náuseas. El peor pensamiento  en la mente.

- No puede ser posible...- se dijo implorando que sea verdad- por favor que no sea posible.

Salió corriendo en busca de su marido, quién ya se había levantado a realizar las tareas matutinas de la granja. Lo encontró ordeñando las vacas, sin preocupaciones y calmado, pero su rostro se deformó al ver la cara de su amada.

- Debemos huir- le dijo sin recuperar el aliento, desesperada por la supervivencia- llevo 3 semana de retraso y si ellos se enteran, no lo van a perdonar.

El caballero se levantó de inmediato y abrazo a su esposa con delicadeza y lágrimas en sus ojos, si eran de emoción o tristeza, eso no lo sabía.

- Toma la bolsa de emergencia y espérame junto a los caballos- le dijo- crearé una distracción, no sé si los egañara por mucho, pero al menos nos dará la ventaja.

La dama obedeció las órdenes sin quejas, sabía que su esposo sabía lo que hacía, él era un soldado después de todo.
.
.
.

Dejaron atrás esa pequeña vida que habían logrado construir, sin mirar como las llamas consumían su hogar. Los animales corrían libremente buscando refugio y los aldeanos intentaron llegar a tiempo para ayudar, pero no les habría sido posible en ningún caso.

Al finalizar el día la pareja llegó a una pequeña cueva, su refugio. Habían liberado a los caballos kilómetros más atrás, siguiendo el camino por sus propios medios.
Estaban agotados y desolados.

- Algún día podía ocurrir... - se dijo ella con las lágrimas recorriendo su rostro- pero esperaba que no fuera tan pronto.

Su esposo solo pudo abrazarla mientras ella lloraba en silencio. Tenían una vida nueva que proteger, una pequeña vida que solo tenía el pecado de ser hijo de ellos.

Los amados solo podían llorar deseando que nos los encontrarán, por lo menos hasta que naciera su hijo.

El MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora