En lo profundo de un bosque, cuando la luna brillaba con sus último aliento antes de la llegada del sol, se encontraba una pareja corriendo más rápido de lo que alguien pudiera percibir.
Por un lado, se sentía un poder oscuro y destructivo pasar por el camino, y por el otro lado, se sentía su opuesto, un poder cálido y curativo.
Al llegar a un claro, la pareja se detuvo. Ya los habían encontrado, de nada servía correr.
Estaban agotados, pero aún así encontraron las fuerzas para seguir en pie.- Los felicito - dijo una voz desde la oscuridad- Lograron mantenerse ocultos por más tiempo del que pensé.
- Si se rinden ahora, quizá puedan recibir misericordia- dijo otra voz.
- Misericordia? - preguntó el caballero con sarcasmo- Creo que no entiendes esa palabra, querido amigo.
Con una mano el hombre detuvo una flecha en su dirección, y la destruyó como si nada.
- Libera tu verdadera forma, amor mío- le sugiero su esposa, ella ya había vuelto a su naturaleza original. Alas con hermosas plumas negras salían de su espalda y protegían su cuerpo de los ataques que le lanzaban. Con su negra mirada podía ver a través de las apariencias y percibir el poder mágico, aunque lo escondieran.
Su esposo le hizo caso a su petición y extendió sus alas, blancas como la nieve recién caída e igual de poderosas que las de ella. Sus ojos se tornaron dorados y podían predecir cada movimiento de su oponente.
Sus cuerpos ahora combinaban con sus sombras, las cuales nunca cambiaron y siempre revelaron su identidad: Ekain, el príncipe desterrado del pueblo de los ángeles; y Yamir, la hija ilegítima del rey de los demonios.
Elevaron sus alas a los cielos, obteniendo una mejor vista de sus enemigos. Habían 3 ángeles, con blancas plumas y cubiertos de luz; y por la otra parte, habían 3 demonios, con alas negras y oscuridad a su alrededor.
Ekain saltó la capa que le cubría el cuerpo, mostrando tatuajes que subían por sus brazos hasta perderse tras la camisa que traía puesta.
Los tatuajes representaban distintas runas y al conjurar distintos hechizos estos se unían según lo que pedía el príncipe.El caballero extendió sus brazos y los tatuajes se fueron unieron formado una espada en cada extremidad. En un pestañeo salieron de la piel y el tomo las recientes espadas con sus manos, lanzándose contra el enemigo.
En cambio, Yamir se mantenía quieta elevada por lo aires, deteniendo cada ataque con el simple movimiento de su mano.
- Rindace, señorita- dijo la voz de una señora desde la oscuridad- nunca podrás detener cada ataque, incluso tú tienes un límite.
Desde ese punto en la señor dio la orden al arquero que apunte una flecha al lado izquierdo de su oponente, que este apunto de rozarla pero sin hacerlo. El arquero obedece.
Yamir deja que la flecha siga su camino, sabía que no la había a tocar.- Se les agotó la energía, madre?- preguntó la dama
- Estás segura, hija?
Yamir escucha el grito de dolor de su esposo, la flecha había llegado a su ala derecha.
Ella voló a su auxilio, odiandose por no haber pensado que ese ataque no era pa ella.Tal era su pena, que se olvidó de resguardar su espalda y al llegar donde Ekain, una espada atravesó sus cuerpos.
- Fusión. - dictó el espadachín, el ángel contra quién luchaba Ekain.
Los cuerpos de los amantes de fueron desintegrándose, elevando sus luces en el cielo en distintas direcciones, una hacia la primera luz del alba y la otra hacia el último rayo de luna.
ESTÁS LEYENDO
El Mestizo
FantasySi nunca te has preguntado de donde viene el dicho "La luna es la amante del sol", no creo que te hayas preguntado que ha sido del fruto de ese amor maldito: un niño inocente entre medio de una guerra ancestral.