Parte 4

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A la hora del almuerzo, el joven llegó al bar El perro para encontrarse con Mayla, la misteriosa cazadora con el extraño deseo de vencer a todo aquel que se atreva a luchar contra ella.

Adentro, el local estaba mejor iluminado que el día anterior. Las ventanas estaban abiertas, permitiendo la luz solar entrar por los vidrios. Además se veía más limpio, a pesar de aún tener una gran cantidad de borrachos durmiendo en algunas mesas.
Pero con todo eso, parecía estar rebosando más vida.

- Esto es extraño...- se dijo Mil al contemplar el escenario- Oye, por qué está todo tan cambiado?

- Ay, eres tú de nuevo!- contestó la mesera totalmente feliz al verlo entrar- Lo que pasa es que llegó el dueño de un viaje de negocios, cuando él llega el bar vuelve a la vida.

- Por qué?- preguntó aún sin entender.

- Porque él es el dueño!- responde ella con naturalidad- Ayer no te dije mi nombre, soy Alina.

- Mil- contesta él, sin entender y medio rendido por su duda.

Se despide de Alina al ver a Mayla en una mesa, ella estaba con un vaso de cerveza en las manos y un plato de comida al frente, pero no tocaba ningún alimento.

- Estás bien?- le preguntó al sentarse en la silla del frente.

- Le entregué el corazón a los familiares- respondió ella aún mirando por la ventana a la calle- Me agradecieron y me ofrecieron pagarme por mi trabajo. No lo pude aceptar, no complete la misión.

- Pero mataste al trol! Él nunca más va a causar dolor a nadie más!

- Pero ellos no van a poder dar un funeral digno a sus familiares!- comentó ella con lágrimas en los ojos- Sus cuerpos siguen pudriéndose en algún lugar del mundo y ellos solo tienen tumbas vacías que visitar.

- No, ahora también tienen paz de que nunca nadie más va a sufrir lo que ellos sufrieron- dijo Mil consolandola- Ahora pueden superar esa tragedia, aunque no hayan podido dar un funeral apropiado, aún tienen los recuerdos de sus amados que los acompañan.

- Hablas de la experiencia?- preguntó Mayla mirando al joven a los ojos. Los ojos de ella aún tenían lágrimas, pero no había derramado ninguna.

-  Más o menos- respondió con una sonrisa de nostalgia- Pero me faltaría muchísima cerveza para hablar de ello.

Mayla se ríe y ordenó un par de cervezas para cada uno. Continuaron tomando y hablando de la vida, de manera bastante superficial. Ninguno de los dos se sentía con ánimos de conversar profundamente, aunque la otra persona les infundiera confianza. 

- Creo.... creo que estoy llegando a mi límite...- confesó Mil después de la treceava cerveza. 

- Débil- murmuró Mayla riéndose en su cara. Ella se había tomado 20 vasos y recién se estaba poniendo risueña. 

- Cómo tienes tanta resistencia?- le preguntó el joven asombrado. 

- Sólo digamos que vengo de una familia poderosa- responde ella tomando sus brazos para ayudar a pararlo- Vamos párate. Te voy a dejar al hostal, necesito un lugar donde hospedar hoy. 

- Ok ok... tu puedes ocupar la cama- le responde el con difucultad- Yo siempre duermo en el piso de todos modos. 

- Eres demasiado caballero para tu propio bien- susurra ella mientras lo conduce a la puerta.

El camino al hostal fue lento, torpe y lleno de risas. Mayla no podía mantenerse seria ante el inútil intento de Mil de mantenerse parado o de hablar coherentemente, quien solo lograba decir palabras sueltas sin relación aparente. 

Una vez llegados a la habitación, ella se adueñó de la cama y dejó al desmayado joven en el piso cerca del baño, por si necesitaba levantarse a vomitar de un momento a otro.

- Demasiado caballero para su propio bien- volvió a susurrar Mayla antes de dormir.

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