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—Él mismo me lo dijo... 60 años en el futuro. Es más, me pidió que te lo dijera así.

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—Y seguramente mi yo futuro te bailó la samba.— Dijo con obvio sarcasmo, esbozando una sonrisa de lado. Había sobrevivido al Holocausto, no era idiota.

—No, en realidad me dijo que reaccionarías así, veo que incluso de joven eras un completo idiota.— No pudo evitar soltar una risa por lo bajo. —Y que recordaras la Janucá del 42.

La reacción del pelirrojo no se la esperaba para nada. Soltó un suspiro de sorpresa, para después llevarse una de sus manos a la cara, tapándola.

—Debe ser una broma... Sólo dos personas saben de eso, y una de ellas soy yo.— Gruñó por lo bajo, sintiendo sus ojos humedecerse mientras el recuerdo permanecía vivo en su mente, gracias en parte a quien ahora se encerraba en el baño.

Sus miembros animales salieron casi de golpe, manteniéndose bajos, pero su portador ni siquiera se enteró. Estaba ensimismado en sus pensamientos.

—Erik, debes hablar con Charles, ahora la prioridad es Raven.— Le llamó el lobo, que nunca se molestaba en esconder sus atributos animales.

—Lo sé, solo...— Suspiró mordiéndose levemente el labio, levantándose de su asiento para procesar todo aquello. Fue mucha información para unos pocos minutos. —Déjame un momento.

Caminó hasta donde había estado sentado el menor, aún recordaba vívidamente su mirada de terror, el olor faltante, que ahora sabía a qué se debía. Su alfa interior ronroneaba por la vista, pero él lo odiaba, odiaba que no hubiera rastro del Charles dulce que llegó a conocer. Y sabía que era su culpa. Al recordar la conversación anterior, no pudo evitar cerrar los ojos y recordar.

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—No puedo hacerlo, es demasiado grande.— Dijo jadeante por el esfuerzo, apoyándose en la barandilla.

—Creo que sé cuál es el problema.— La sonrisa brillante del chico conjuntaba a la perfección con sus ojos claros. —¿Puedo?— Preguntó haciendo un leve ademán con sus manos hacia su cabeza.

El alemán apenas pudo asentir levemente, drogado por la hermosa vista que tenía delante.

Charles se acercó un poco más a él, poniendo dos de las yemas de sus dedos a un lado de su cabeza.

—Creo que no sólo debes enfocar tu ira al usar tu poder, si no concentrarte en un punto entre la ira y la serenidad— Murmuró concentrado en los recuerdos de su amigo, hasta que dio con el perfecto. Sin esperar un segundo más, lo empujó afuera desde casi el subconsciente del mayor.

Este apenas pudo jadear al ver el bello recuerdo de su madre y él celebrando la Janucá. Ella le sonreía mientras juntos encendían otra luz en el candelabro, y aunque desmejorada por su estadía en el campo, para el niño era la persona más hermosa sobre el planeta.

Cuando el recuerdo acabó, sus ojos estaban repletos de lágrimas que aún no se atrevían a caer.

—¿Qué me has hecho?— Preguntó en un susurro, notaba su voz rota.

—Encontrar un recuerdo que te trajera paz.— Le sonrió, también emocionado por el bello recuerdo. —Gracias por dejarme ver, Erik.— Y le sonrió con ternura. Una ternura que lograba tirar los fuertes muros de acero alrededor del frío corazón del pelirrojo. —Ahora, concéntrate en mover la antena.

Suspiró, y mientras tenía bien presente en su mente ese bello momento que pasó con su madre, levantó su mano en dirección a la lejana masa de metal. Hizo uso de sus poderes, y mientras las rebeldes lágrimas caían por sus mejillas, la parabólica empezaba a virar en su dirección.

Charles apenas y podía ocultar la ilusión en sus ojos mientras no dejaba de mover su mirada desde el hombre hasta la antena, hasta que dio un chillido cuando Erik no pudo más y lo dejó estar. En ese momento la antena ya estaba totalmente girada en su dirección.

—¡Lo conseguiste Erik!— Dejó escapar su emoción, acercándose a él y posando una mano en su hombro, mientras ambos reían y festejaban el triunfo.

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Sí, esos definitivamente fueron buenos tiempos.

Tras salir de su ensoñación, se levantó decidido. Convencería a Charles de que esa droga no era buena y, ¿qué demonios?, ni siquiera le hacía bien, pues recordaba perfectamente que estaba haciendo ejercicios de rehabilitación para poder caminar.

Fue a paso rápido hasta quedar delante de la puerta cerrada del baño, y se sentó allí. No quería volver a asustarle, no quería volver a ver esa expresión temerosa.

—¿Charles? ¿Puedo... hablarte unos momentos?...— Preguntó con voz suave pero firme, esperando la confirmación del otro lado.

||CHERIK|| - ‡Enséñame a amar de nuevo‡ - (m-preg) (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora