Capítulo 20

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(Cris)

Escuchaba sirenas a mis alrededores totalmente distorsionadas. Me encontraba realmente mal, mareos, náuseas, dolor de cabeza, pinchazos en el estómago... -- no, no estoy embarazada --.

Abrí los ojos lentamente y la luz del pasillo del hospital me cegó por completo.

-A la habitación 235 de psicología. -- respondió el doctor -- Ahora voy a tratarla, atadla por si se intenta escapar -- mandó él.

Mis ojos se abrieron como platos ante ese comentario. ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué había hecho? No me acordaba de nada.

-¿De dónde me voy a escapar? ¿Estáis locos? -- escupí mirando a los enfermeros, ya que el médico se había ido.

-Sólo cumplimos órdenes, pequeña. -- intervino un enfermero bastante atractivo.

-No hace falta que me atéis, no soy ningún perro callejero. -- los dos enfermeros que me acompañaban rieron por el comentario que acababa de efectuar -- Os lo digo en serio, no os lo toméis a coña -- hice una mueca de estorbo y vi que tenía una bata del hospital -- Eh... Una cosita -- puntualicé. Sus miradas ahora me atendían a mí y no al pasillo de la planta de Psicología -- ¿Quién me ha puesto el batín este? -- musité sonrojándome ante la mirada de aquel atractivo enfermero.

-Ella --señaló él con la cabeza a la guapísima enfermera que había a mi otro lado.

Suspiré aliviada y sonreí. Me notaba aún mareada, aunque ya menos. Comencé a tararear mi canción favorita y cerré los ojos. Cada vez pesaban más, hasta que caí rendida.

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Poco después me desperté aturdida en una habitación completamente blanca, me acomodé para estar agusto y miré a mi lado, me asusté al ver esa mirada triste y perdida clavada en mi persona. La observé con cierta tristeza y me fijé enteramente en sus muñecas, en sus cubiertas muñecas. Tenía vendas rodeando sus pequeñas muñecas.

-Hola -- musité agachando la cabeza -- Me llamo Cris, encantada -- le tendí la mano seguido de una sonrisa cómplice.

Ella se dedicó a mirarme tristemente, y me estremecí.

-Bueno, eh... -- dije cortando el incómodo silencio que se había formado -- ¿Te puedo preguntar algo? -- la verdad que no esperaba respuesta por su parte, pero sin embargo ella asintió y le agradecí con una sonrisa. Carraspeé. -- Tú... ¿Eres una suicida? -- solté sin el más mínimo pudor -- Es decir, que... A ver, ya he visto tus muñecas y eso pero que... ¿Por qué razón? -- notaba que estaba metiendo la pata así que preferí callarme.

Suspiré ante mi fallo y me levanté cuidadosamente de la cama, sin darme cuenta de que tenía el gotero puesto.

-¡Ay! -- lamenté. La chica esbozó una pequeña sonrisa seguida de una pequeña carcajada. La fulminé con la mirada y luego sonreí al saber que la hice reír -- Sé que no nos conocemos pero... -- suspiré y decidir no continuar, sabía que esa chica no iba a darme respuesta, así que agarré mi gotero para no tener el fallo de antes y salí al pasillo. Mire a un lado. Mire al otro. Avancé unos metros y pude leer claramente Planta de Psicología y mi gesto cambió radicalmente. Noté como me sudaban las manos y tragaba saliva constantemente.

Volví a entrar en mi habitación y la chica no estaba. Fruncí el ceño y noté que alguien se apoyaba en mí. Me asusté y me giré bruscamente hasta que me encontré con la mirada de aquella chica. Sonreí.

-Me llamo Lucía, tengo quince años y bueno... Ya ves por qué estoy aquí -- dijo mirando a sus muñecas -- Llevo aquí como dos meses o así y no me sacan. Esto es un infierno -- aseguró Lucía.

Imprescindible (Gemeliers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora