Capítulo Diecinueve

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'Hablemos. Estoy listo. -YoonGi.'

T/N vuelve a leerlo por décima vez ese día.

'Hablemos. Estoy listo. -YoonGi.'

Corrección. Décima primera vez.

Lo que más hace que su corazón bombee con velocidad y un escalofrío recorra toda su espina dorsal, es el lindo corazón debajo de la frase. Si ese corazón no estuviera ahí, piensa que sus emociones y esperanzas no la cargaran al borde de la locura. Y justamente, la chica concuerda con las palabras de su antiguo profesor de matemáticas: 'un símbolo puede cambiar completamente el resultado'.

Estaba tan embelesada observando el disco, que ni la presencia de su jefa al lado la hizo salir del trance. Hasta que la mayor carraspeó notoriamente, y la observó con reprensión y disgusto al notar el causante de sus ensoñaciones. De reojo pudo leer el contenido del objeto que sostenía en sus manos, y rodó los ojos asqueada.

—¿Tan importante es eso que estás viendo una y otra vez? Los clientes no se atienden solos.

T/N suspiró, asintiendo con una sonrisa y guardando el disco en su mochila.—Es lo que me hace pensar que el amor es lo más maravilloso que puede suceder... O creer que los milagros existen.

Young Min sonrío falsamente, afirmando sus sospechas, las cuales le hicieron pasar un trago amargo. Es ahí cuando pensó que sus manipulaciones, insinuaciones y amenazas hacia el pálido chico no sirvieron de nada, ya que al fin y al cabo iba a caer rendido ante la chica que tenía frente a ella.

En su mente, se repetía una y otra vez que no podía dejar eso así. No podía dejar que la ingenua chica se quedara con su hombre. Estaba enamorada de él; a su extraña y retorcida manera, pero a fin de cuentas era amor. Y lo conseguiría, no importa cuánto daño le haga a la persona que alguna vez consideró una buena amiga.

(...)

Eran las ocho menos quince de un viernes, mi último día de trabajo en el restaurante abriéndole paso al fin de semana. Había llegado a casa desde hace media hora, puesto que mi jefa, Young Min, me dio el resto del día libre el cual accedí gustosa, y fui a un centro comercial en donde decidí arreglar mi aspecto un poco. Corté ligeramente mi cabello, fui a un salón de depilación y hasta pinté mis uñas, sintiéndome revitalizada y nueva después de tanto tiempo. Sentía que venían tiempo de cambio. Que algo bueno albergaría mi vida.

Ahora mismo, estaba viendo mi móvil fijamente, como si este me fuera a otorgar la respuesta a los misterios del universo con solo observarlo. O bueno... Esperando a que le salieran extremidades y decidiera por mí lo siguiente que iba a hacer.

Llamar a YoonGi o no.

Tengo la libertad de hacerlo. Sus palabras fueron muy claras y no creo que una llamada mía para pedirle una explicación a su nota, fuera algo del otro mundo. Daniel y Gabriela, al saber todo acerca de YoonGi y nuestro estado, sonrieron con aprobación y se fueron a un hotel a pasar la noche, para dejarnos un poco de privacidad.

Aunque, ¿y si ese hablemos es para cortar con la relación, decirme que tiene otra chica o que no quiere verme más? ¿Y si ese corazón fue solo una simple forma de amortiguar su golpe?

¡Al diablo! No pierdo nada con intentarlo. Salvo la poca fuerza que le queda a mi corazón, claro.

Marco su número con los ojos cerrados, alejando el teléfono cuál leproso. Al cuarto tono me manda directo al buzón de mensajes, bajándome las excesivas esperanzas. Con un poco más de valor, vuelvo a marcar, obteniendo el mismo resultado. ¿Estará con otra chica?

Tómame, Daddy «Suga y tú» | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora