Epílogo

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Estaba en mi sexto mes, y decidimos que este sería el momento ideal para saber más sobre nuestro guisante. En el consultorio de la obstetra nos encontrábamos nuevamente YoonGi y yo, aunque afuera en la sala de espera estaban todos los chicos. Me habían prometido venir a una de nuestras consultas, y para hacerlo más especial, esta sería en donde sabríamos el sexo de nuestro bebé. Así que aquí nos encontrábamos, ansiosos en nuestra morfología fetal.

Durante un buen rato, la doctora revisaba si todo estaba en orden. Hacía comentarios entre ratos, pero aún así el ambiente era tenso. Podríamos estar emocionados por saber que será nuestro bebé, pero lo más importante de todo es que esté bien y saludable.

—Está completamente bien, es un bebé muy sano.—anuncia después de tanta espera. Sonreímos aliviados, y luego de escuchar cuánto pesaba y media, ademas de otras cosas como su posición, el desarrollo de sus órganos, el conteo de sus dedos, su apariencia y un sin fin de cosas que me dejan abrumada, hasta que:—Entonces este lindo bebé será... Una preciosa niña.

YoonGi no cabía en sí de felicidad. Y yo igual. De hecho, nunca habíamos hablado sobre eso, siempre habíamos dado por hecho de que fuera lo fuera iba a estar perfecto para nosotros, y ese es el caso. Al salir del consultorio me acerco a los chicos, y con una sonrisa de oreja a oreja los dejo en suspenso por unos segundos.

—¿Entonces, todo bien?—pregunta NamJoon conmoviéndome. Asiento con la cabeza y los miro, cortando aquel silencio que teníamos.

—Será niña.

Fueron todo gritos y festejos. Tuvimos que irnos de allí porque nos dimos cuenta que estábamos en una clínica, y no podíamos perturbar la tranquilidad. Nos dimos nuestro momento para celebrar y crear nuestro pequeño bullicio cuando llegamos a casa, y cómo siempre, me encargué de anunciarles a todos la noticia.

Todo lo que pasa en el siguiente mes es otro nivel. Mi libido estaba por los cielos, y se lo hacía saber a YoonGi todo el tiempo. Cada que podíamos, lo hacíamos; en la cocina; en la sala; en el baño (con mucho cuidado y en la bañera, claro); en la habitación; en el cuarto de lavado; y un sin fin de sitios más que me cansaría de nombrar. Sentía que tenía a YoonGi como mi esclavo sexual, pero sinceramente y en mi defensa, nunca lo oí quejarse. Y ahora mismo, tampoco era la excepción.

—Min, rápido... Tienes que irte, te están esperando.

—No quiero hacerte daño, nena. Todavía tengo tiempo, relájate.

Hice lo que me pidió, acomodándome en la bañera de espaldas a él, de modo que mi enorme balón no interfiera en nuestro acto. Temblaba de ansias, y solo quería calmar el creciente palpitar que no me dejaba en paz nunca. Recuerdo que hace unos días, ver a YoonGi comer un simple tazón de cereal sin camiseta hizo que casi me lo comiera vivo, no de forma literal. Y eso me hizo reír.

—¿De qué te ríes, traviesa?

—Nada, solo que últimamente he estado muy insistente con esto del sexo, ¿no?

—¿Me lo dices o me lo preguntas?—asegura de forma irónica, haciéndome callar cuando siento su miembro abrirse paso de un empellón en mí. Acercándose a mi cuello, exhala en mi oído erizando mi piel por completo.—De hecho, me encanta. Me encantas.

Y nuevamente, sumándole una vez a una cuenta perdida, nos consumimos en la dicha de tenernos el uno al otro, y nos extasiamos de placer que al parecer nunca se acaba y solo se intensifica cada día más.

Entonces, de forma inesperada el tiempo pasa demasiado rápido, y un día como cualquier otro, a mi pequeña guisante se le antojó nacer. Por suerte estaba en casa de los chicos, seguramente dejándoles un recuerdo muy traumático y aterrador de todo esto.

Tómame, Daddy «Suga y tú» | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora