Capítulo Veintitrés

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T/N.

Estaba en las puertas de mi nuevo trabajo. El trabajo que siempre había soñado.

Observaba cada espacio de aquel sitio con gran admiración y cierta emoción, puesto que era la primera vez que comenzaba un trabajo en un sitio tan importante. Aquella empresa albergaba uno de los grupos más importantes de estos tiempos, y mi deber desde hoy era fotografiarlos. ¿Algo mejor que eso? Pues que además, mi novio también trabajaba en aquel sitio y sinceramente, verlo aunque sea unos segundos al día durante mi trabajo no sonaba tan mal, ¿no?

Escuchando atentamente las indicaciones de una pequeña y estilizada chica sobre los sitios de aquel edificio, camino a su lado y voy tomando nota mental. La mencionada, muy amable por cierto, me explico con muy buen detalle todo aquello que debía realizar durante mis horas laborales en aquella empresa, y luego de eso, se encargó de hacerme una especie de prueba con un pequeño grupo del staff.

Terminada y aprobada aquella evaluación, me dejó a mis anchas para que familiarizara con el lugar y las personas de allí, indicándome que comenzaría de manera oficial al siguiente día, dejándome un folio con mi horario, pautas y demás papeles con toda clase de información. Aunque primero, tuve que llenar unas planillas y una que otras cosas. Luego de eso me encontré sola, ansiosa por curiosear cada rincón. Escuchaba música por un lado al final de un pasillo y algunos murmullos en unas oficinas.

Todavía me resultaba increíble que yo formara parte de su staff, y me sentí la persona más afortunada del mundo debido a ello. Las horas de trabajo tampoco eran tan arduas. De hecho, podría decir que poseía un horario bastante flexible y lo agradecí internamente.

Con un suspiro, camino por todo el sitio maravillada, y no pasan desapercibidas las miradas curiosas de las personas que aún no me conocen. Unos chicos me sonríen, algunos solo me ignorar y otras me observan de pies a cabeza. He notado que las personas acá se cuidan muchísimo, y respiro con alivio al pensar que acertadamente me vestí de forma adecuada. Solo un pantalón de mezclilla, una remera celeste suelta con un bonito diseño en el medio, mi mochila y mis zapatillas blancas. Estaba sencilla, y aunque algunos trabajos exigían un dress code, para mi suerte este no, por lo que estaba bien de esa forma.

En un pasillo un chico me detiene y algo confundida (pero de forma muy cordial), sonrió.—Hola. ¿Eres una trainee?

—¿Tengo cara de una?—bromeo con una risita, haciéndolo reír. Se notaba era un poco más joven que yo, y lucía muy tierno y guapo.

—Bueno, eres muy linda. Por un momento pensé que serías parte de un grupo multicultural o algo así. Perdón.

—No te preocupes, es un halago. De hecho, trabajaré aquí, pero por desgracia no sé cantar ni un poco y el baile se me da fatal, así que solo me encargaré de ser la fotógrafa.

—Oh, qué bien.—me da una sonrisa brillante, y cuando un chico sale de una sala de ensayos, se gira a verme inclinándose un poco.—Nos vemos entonces, fotógrafa.

Me despido con una mano hasta que lo veo entrar, y cuando me giro veo a YoonGi parado a unos metros de mí. Había salido de una de las salas, y tenía los brazos cruzados, notándose algo molesto. Sin esperarme entra de nuevo y yo ruedo los ojos, caminando deprisa antes de que me cierre la puerta en la cara.

Cuando entro están algunos chicos en la sala, unos escuchando música acostados en el suelo, otros ensayando frente al espejo. Al verme me saludan con la mano y yo hago lo mismo, caminando a pasos firmes hacia YoonGi, quien me ignora deliberadamente. Parándome enfrente de él busco su mirada, pero él la esquiva notándose más interesado por su teléfono.

Tómame, Daddy «Suga y tú» | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora