Prólogo

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—¡Adoro este lugar! ¡Mira, caramelo! ¡Un parque con árboles de cerezos! Deberías ir a tomar fotos allá.—Grita por todo lo alto Gabriela, mi mejor amiga de toda la vida. Y mi cuñada. Observamos el lugar en donde viviremos este año y suspiramos de dicha. Es magnífico, sin lugar a duda.

Cuidado con el borde, amor... Estamos en casi el último piso del edificio y sabes muy bien que le temo a las alturas.—señala Daniel, mi hermanastro y novio de mi amiga. Mi único y mejor amigo. Gabriela refunfuña y se aleja de la baranda para lanzase en la cama de la habitación, y observar todo con emoción.

Admirando Corea desde la terraza de nuestro nuevo departamento, comienzo a pensar en mi vida últimamente. Luego de tantos ahorros, tantas lágrimas y tanto sudor que he derramado, por fin logré lo que siempre había querido: vivir un año en Corea con mis dos mejores amigos. Gabriela, mi vecina y quien ha estado conmigo desde la infancia, la cual después de cinco años de amar con locura a mi hermanastro Daniel, al final obtuvo lo que quería: ser novia y futura esposa de él. Y mi hermanastro, Daniel, (hijo del actual esposo de mi madre) es y siempre ha sido una de las personas que ha estado conmigo desde siempre.

Los tres, hemos decidido venir hasta aquí a tratar de lograr nuestras metas y cumplir nuestros sueños. Gabriela desea convertirse en una bailarina profesional, Daniel quiere hacer negocios (que sinceramente no entiendo por más que me explique) con una empresa de cosméticos coreanos y yo, quiero crear mi colección fotográfica a la que he pensado llamar «In Korea», capturando en las imágenes lo hermoso de este país. Y como estoy tan ansiosa por ver lo que me espera afuera, quiero comenzar desde ya.

Decido darme una ducha y cambiar mi atuendo por uno más simple, colocándome un jeans alto algo rasgado, con una simple remera blanca, y unas botas negras. Acomodo mi cabello ondulado a un lado de mi hombro y aplico un poco de maquillaje en mi rostro, haciendo marcar más mis facciones. Ya lista, tomo mi cámara y mi bolsa, guardando allí el teléfono y demás cosas necesarias.

¿A dónde vas, caramelo?

—Voy a salir un rato para ver qué me consigo, Gabi. Y deberíamos comenzar a hablar coreano para acostumbrarnos al lenguaje. ¿Te parece bien?

—Perfecto... Desde ahora cero español. ¿¡Escuchaste, amor!?—Gabriela toma un paquete de, al parecer, unas botanas coreanas y comienza a comer acostada, mientras cambia de canal esperando la respuesta de su novio.

—¡Sí! ¡Me traes algo, caramelo!

—Con cero español me refiero a nada de nada... Así que si me van seguir diciendo «caramelo», díganmelo en coreano.—me burlo mientras tomo el pomo de la puerta. Gabriela sonríe y se despide sacudiendo su mano, a lo que le respondo de la misma manera tirándole un beso.

Salgo de casa y bajo del edificio, caminando por las calles de Seúl hasta no sé dónde. Por suerte me puedo guiar con el GPS de mi móvil.

Tomo fotografías de todo lo que veo. Estaciones de autobuses, edificios, calles abarrotadas de personas, parques, parejas, niños... Todo lo que me impresiona y hace que mi corazón se llene de emoción. Es maravilloso caminar por las calles por las que siempre había soñado pasear y fotografiarlas en todo su esplendor.

Caminando y caminando, llego a un lugar que seguramente solo es concurrido por personas de alto nivel porque, los edificios se ven aún más elegantes y los parques, fuentes y jardines son preciosos. Justo a unos metros más de dónde estoy, hay un hotel que tiene una fuente majestuosa, cubierta con la grama más verde que mis ojos han podido ver, e iluminadas con hermosos focos que cambiaban de colores sutilmente. Y enseguida me enamoré de ese lugar. Además, no dudé en fotografiar todos sus ángulos.

Tómame, Daddy «Suga y tú» | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora