Capítulo 2. Duro golpe

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Clarke

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Clarke

Cada día es un reto, uno para evitar golpearme o caerme, hace 6 años que vivo en la oscuridad, mis ojos se apagaron cuando cumplí los 17 años, no quiero recordar la causa, me duele mucho pero lo que vino después es lo que aún me tortura. Cuando en tu vida lograste ver el mundo en toda su belleza y luego simplemente ya no esta es más duro que si nunca lo has visto, mi caso es ese, haberlo visto quizás me da ventajas para imaginar objetos, personas, situaciones pero también eso mismo me hace más torpe porque me fio de mis pensamientos, como hace un rato que al salir de la universidad tantee con mi bastón que estaba bloqueada la salida peatonal por alguna obra civil y el camino que tome no era el correcto encontrándome con muchos ladrillos que me hicieron caer golpeándome fuertemente la rodilla derecha, afortunadamente varias personas acudieron en mi ayuda para levantarme pero creo que me he hecho daño, les agradecí por indicarme de nuevo la ruta correcta y decidí guardar el dolor para mí.

Quisiera que la casa quedara más cerca pero fue la del precio más adecuado que encontré para racionar el dinero entre un lugar para vivir, el pago de la universidad y mi manutención mensual. Abordo el bus con la ayuda de las personas que están en el paradero, es la nueva ruta que afortunadamente pasa por mi vecindario dejándome cerca de una vía peatonal sin tener que cruzar calles adicionales como en el anterior recorrido. Alguien me ha cedido el puesto al reconocer mi condición, no siempre me sucede, la mayoría de las veces no me logran identificar como invidente, creo que el azul de mis ojos aparentemente perfectos los engaña.

Si bien siento mi vida como una lucha cada día, trato de enfrentarla con valor, esta es la realidad que me ha correspondido y he de vivirla de la mejor manera posible, pero días como hoy cuando me lastimo todo lo siento cuesta arriba, el dolor de la rodilla me está torturando, me hace sentir impotente y tonta por no saber cuidar de mí, no puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas, comienzan a rodar por mis mejillas, las retiro con el dorso de mis manos pero de nuevo salen, no puedo permitirme llorar más y distraerme del conteo que tengo de paraderos y curvas que me indican el momento que debo bajar del bus, unos minutos después me dispongo a levantarme y la persona que ha viajado a mi lado me habla:

- Hola, perdón por abordarte, solo quería darte esta nota, por favor pídele a alguien que te la ayuda a leer. - solo sé que es la voz dulce de una mujer-

- No hay problema, muchas gracias - le recibo la nota y la guardo en el bolsillo de mi chaqueta, solía pasar que a veces vendedores o promotores de servicios me entregaran su publicidad-

Desciendo del autobús y comienzo mi camino por el sendero peatonal hasta llegar a la portería de mi unidad residencial, saludo al guarda que amablemente me abre la puerta, al llegar a casa como siempre lucho por encontrar en el bolso las llaves e insertar la correcta en la cerradura, no tengo más de tres y cada una marcada de forma diferente con ranuras en su base, entro despacio como siempre esperando alguna sorpresa pero esta vez nada, todo está en silencio:

Desde la oscuridad (Completa)#Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora