Tranvía

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Como de costumbre cada día luego de salir del trabajo, en el que solamente llevaba un par de semanas y parecían años por lo infernal que era trabajar ahí, camine a la estación en la que ya cansado del día, debía cansarme más esperando sin ánimos de nada que llegase el tranvía que me llevaría a la estación más cercana a casa, como si fuese poco debía caminar varias cuadras más para poder decir, al fin en casa, los días se volvían eternos con esta rutinaria vida. Levantarse temprano, caminar varias cuadras hasta la estación, esperar el tranvía, llegar al peor trabajo del mundo, y no porque el empleo fuese malo, las personas eran las malas, los jefes, los compañeros... Las personas y su mal genio. Ser cajero -y de todo en realidad- de un supermercado nunca fue tan estresante, aunque suene tan patético. A esta edad me veía graduandome de lo que creí sería el mejor oficio de toda la vida. Ser arquitecto. Llegué a los 21 sin poder culminar mi carrera. Pasar el día soportando a clientes malhumorados, niños gritones, la multitud de gente, los jefes y su abuso, en fin, nada que salvar. Salir y caminar hasta la estación, esperar el tranvía, caminar a casa. Una ducha, a cenar, pasar horas viendo F.r.i.e.n.d.s. Hasta dormirme y despertar unas horas después y repetir el patrón. Quisiera saber en que momento me desvíe tanto de cumplir mis sueños y las cosas que quería, no sé aún, ni descifro como llegué hasta aquí, y ojalá me hubiese recuperado a tiempo y no perderme por completo, pero las cosas pasan, y a veces solo dejas marchar lo que tanto quisiste, pero no, no sean como yo, luchen más, siempre sigan luchando más. No fue mi caso, pero, quizá, solo quizá, así debían ser las cosas, porque esa tarde no fue como las otras, un solo hecho hizo que todo mi día se volviese más interesante, y ni siquiera en su momento fue algo grande, pero al ver al pasado, desde el punto en el que estoy ahora, ha sido el hecho más importante de mi vida... Volviendo a ese tranvía esa tarde común y corriente, como todas, pero luego como ninguna, me senté y solo observé como siempre por el ventanal, pensando en tantas cosas que ni siquiera puedo recordar al final que pensé en todo el camino. Pero algo llamó mi atención, ya no habían asientos, se subió una chica, y fue completamente una escena de película, ella era hermosa, no, no la más hermosa del universo, pero hizo a mi tiempo completamente inmóvil, o si, si era la más hermosa que yo, al menos yo había podido ver así, en vivo, en carne y hueso y no en una pantalla de televisión. Entonces, se sube esta chica, inexpresiva pero con esos ojos que hablaban por toda ella, negros, pero tan claros, tan profundos, tan transparentes y brillantes, podía ver las estrellas en ellos, sí, quizá solo eran las luces de la ciudad que atravesabamos reflejándose en ellos pero para mi, era como ver las estrellas. Su cabello negro, suelto y no tan peinado, podría decir que al natural, precioso. Era delgada y baja, no llegaba ni siquiera a los barandales para sostenerse. Llevaba zapatos Vans y ropa casual, cardigan negro, blusa a rayas negras y blancas, jeans oscuros, parecía muy seria. Llevaba consigo dos bolsos llenos de cosas, se notaba. Y ella maquillada, quizá como se maquillaria una modelo, pero sé que no era eso lo que la hacía hermosa. Se hacía espacio entre la gente con todas sus cosas, algo incomoda por eso. Amablemente cuando reacciono de lo bella que me parecía, le ofrecí mi asiento, el que note tímidamente aceptó sin pronunciar palabras, solo con una sonrisa. Escuché su voz cuando me agradeció y ofreció ayudarme con mi bolso, le dije que de nada y le di las gracias por su gesto. Su voz dulce, baja, aun se escuchaba muy tímida. Quería pedirle matrimonio en ese mismo instante -Debo parecer un loco riéndome solo de esto-. Debía hacer algo para saber sobre ella, no podía dejar que alguno se bajase del tranvía solo pensando que no la vería nunca más, o sea, ¿que probabilidades había de verla de nuevo? ¡Cero!.

-¿Crees en el destino? -Le pregunté.

Solo se queda mirando pensando en qué carajos está pensando el tipo que le ofreció su asiento en el tranvía y le preguntó de la nada, algo así...
La persona en el asiento que está a su lado se baja y es mi oportunidad de sentarme. Le repito la pregunta y ella sonríe, ¡de nuevo! Que suerte tuve de verla sonreír, en serio.

Es difícil, pero creo, si creo, todo pasa con un propósito, ¿no? -Me respondió.

-Yo creo que el destino existe pero es como una ley de Newton, acción y reacción, ¿no crees? -Le dije.

—¿Crees entonces qué, el destino no es más que el resultado de las cosas que hacemos? -Me preguntó.

-En parte, si. Me entendiste, chica del tranvía, que su nombre es...

Verónica, ese es mi nombre, chico del tranvía. Pero, ¿no eres un maniático psicótico o algo así? -Me dijo riéndose.

-Muy bonito tu nombre, y ¿que podrías esperar de una persona que te da su asiento y luego te hace una pregunta de ese tipo? Algo debe estar mal con él, ¿no es así? -Le dije como broma.

Pensándolo bien es cierto, haz de ser un criminal, siendo así, olvida mi nombre, ese no es. -Me dijo y me agradó que tuviese sentido del humor.- Y ¿cuál es tu nombre, chico psicópata del tranvía?

-Es bueno que sepas mi nombre para cuando me denuncies por acoso, no se si decírtelo, pero que más da, me llamo Paul, y trabajo en el supermercado que está a dos cuadras de la estación, así que en caso de que quieras acosarme tú, allí me encontrarás. -Le dije en juego pero queriendo que fuese verdad.

Es bueno, Paul, que me des esa información para cuando formule la denuncia. Yo trabajo maquillando a chicas a domicilio, así que se te hará difícil encontrarme, a menos que te diga que todos los días a esta hora tomo el tranvía 12 y me bajo en la estación 4, que, wow, justo, ya estamos llegando. Un placer Paul, no me acoses por fa. -Dijo sonriendo y levantándose para bajarse. La ayudé con sus cosas y a su comentario solo sonreí y le dije que fue un placer ser el completo desconocido en el tranvía que la acosará, me regaló una última sonrisa y se bajó.

En la estación 7 me bajo yo, quizá no tan animado como cuando esta chica, Verónica, venía a mi lado conversando, pero a medida de que al caminar me acerco a casa, mi ansiedad por llegar incrementa, voy pensando en la ducha que quiero tomar, en la cena y en ese alguien que no mencioné, me espera en casa, creo, que es hasta ahora quien le da color a mis días, quizá nada nos hace más feliz que el llegar a nuestro hogar y que con amor alguien nos reciba, mi alguien es un perro, un lindo perrito.

Estoy abriendo, ya lo escucho raspar la puerta ansioso por verme. Abro y salta encima de mi, su saludo asqueroso me hace reír y le saludo, lo abrazo y le lanzó la pelota. Dejo las llaves en la mesa, dejo mis cosas. Enciendo la radio a la que no le presto nada de atención, pero mientras me desplazó por la casa, prefiero escuchar algo más que mis pensamientos, aunque admito que esta noche en especifico, quisiera escuchar más a mis pensamientos. Porque pensaba en ella, en la chica del tranvía. ¿Y ahora como haré para volverla a ver? Y, ¿por qué quiero volverla a ver? Que pregunta más estúpida, si quedé completamente impactado por su belleza, ademas su sentido del humor, y la forma tan sencilla en la que hablo conmigo, ¿como no querer verla de nuevo?.

Tomo mi ducha y sigo pensando en ella, ceno poco, ya me había comido una barra de chocolate antes de cenar, así que no tenía mucha hambre. Apago la radio y como siempre nunca supe ni que estaban dando en ella. Me acuesto, y a mi lado mi fiel amigo, a él, como a ustedes, le conté de Verónica, tal cual le cuento a ustedes.
Así terminó mi día...

PaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora