Caída A La Realidad

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Aunque el trabajo era el mismo, el compartir y aprender tanto de Verónica en solo una noche hace un cambio notorio en mi día. No me molestan las personas, no me molestan los jefes, los niños gritando pasan desapercibidos, y otros quehaceres que me manden a hacer la verdad no me importan.

Para mi hora libre en la que debo almorzar, saco de mi billetera esa hojita adhesiva que Verónica pegó en mi lente. Marco su número y espero a que conteste.

-Después de tu enorme gesto invitándome a tu apartamento, ¿puedo pagarte con un almuerzo? -Le dije al escuchar que contestó la llamada.

Iba a preguntar quién era, pero ya me diste la información necesaria para saber que eres tú, Paul, ¿no sabes que no debes ofrecerle comida a chicas que miden menos de 1,60? Nunca te dirán que no, y alimentarlas te sale más caro que darles ropa. ¿Adonde iremos?

-Pues esperaba que por favor no dijeras que no, y si, comes como camionero, pero ven al restaurante donde tomamos el café, te voy a invitar una elegante pizza. Nada mejor que comida de cena a la hora del almuerzo.

Entonces estoy de suerte, ya me provocaba una pizza, voy para allá, no te vayas a ir, y ve ordenando la pizza que tenga más tocineta. Me dijo riendo antes de colgar.

Pedí para mi una pizza vegetariana con una porcion de tocino porque así soy yo de contradictorio, y para ella una pizza con tocino y maíz.
Ella llega unos minutos luego y lo primero que hace al ver cuando traen mi pizza, es burlarse de lo irónica que es. Pide ella las bebidas, y sin hablar solo estamos ahí los dos disfrutando cada uno de su pizza y la presencia, la compañía, sin palabras, sin más, del otro.

A los pocos minutos suena mi teléfono, en el que tenía varias llamadas, y mensajes de voz, no había revisado nada, solo lo saqué cuando llamé a Verónica, así que escucharlo fue como un choque de realidad, porque al ver quien era, pues si, en algún momento tenía que ser Bárbara. Me pongo incomodo pero miro a Verónica quién con la mirada serena me dice que conteste. Lo hago con precaución y Bárbara pelea, se calma y me dice que gracias a Dios le contesto. Me preguntó donde he estado, y donde pasé la noche, pues estuvo esperándome y nunca llegué.
Le pedí disculpas y le dije que me había quedado en casa de un amigo, que se me había hecho tarde y ya mejor era quedarme. Verónica me mira y se ríe de las mentiras que estoy diciendo, o las verdades a medias, ya que si, eso fue lo que pasó, pero no era un amigo, era ella. La chica a la que me vio ir a saludar en la estación, y que me dio la espalda y se fue.
¿Como podría decirle toda la verdad si lo primero que haría sería matarme o morirse porque no iba a tolerar eso? Supongo que en algún momento, tendré que decirle la verdad, suena cínico lo sé.
Le pedí que estuviese tranquila, que yo regresaba hoy del trabajo y cenabamos juntos. Estuvo de acuerdo y colgó la llamada.

¿Como es que por completo, y sin mentirles, me olvidé de que en casa estaría Barbara esperándome y que al menos debía avisar que estaba vivo? Es increíble como en todas esas horas, en toda la noche, y en la mañana no me pasó por la mente la persona con la que estaba compartiendo mis días, solo por unas horas con esta chica a la que a penas estaba conociendo. Y que, si no es por esta llamada de teléfono, sigo pasando por alto.

El almuerzo no continuó siendo el mismo, el silencio es algo incomodo, esto no es sencillo. Aunque los dos actuabamos como si nada sucediera, y con naturalidad, tras eso, no, no era igual este silencio al silencio que había al comienzo donde solo disfrutábamos de nuestra compañía, pues esa llamada nos había hecho caer en la realidad de que solo podíamos ser amigos, porque yo "no estaba disponible".

Ya casi se termina la hora de almuerzo y es hora de volver al trabajo. Terminamos de comer, pague la cuenta y Verónica se despidió de mi solamente dandome las gracias por la pizza, una sonrisa, y fue todo.

Las horas en el trabajo transcurren, debo tomar el tranvía a casa. Llego, me subo a el, saco de mi bolsillo mi teléfono y tengo un mensaje de Verónica:
Creo que ha sido la mejor pizza que me he comido, la próxima la invito yo.

Eso me deja claro que a pesar de lo extraño que se volvió el almuerzo, podremos vernos otra vez y que vamos a seguir con el plan de ser amigos. Eso me reconforta porque es una persona excelente, lo que he conocido, y quiero, la quiero en mi vida, de la forma que sea. Aunque si, debo admitir que ya la miro y quisiera no estar hablándole sino besandola. Me pregunto que tan saludable será una amistad con una chica que me agrada como para mucho más... Y como cereza del pastel teniendo novia. Y no, no quiero ser de los que deja a una chica por otra, así que debo continuar con Verónica así, como amigo y arreglar o tratar en lo posible de sentirme bien con Bárbara. Pero, que difícil ¿no? Estar con una chica por hacerla feliz, y tú ser completamente infeliz mientras lo haces y sumándole que conoces a una chica que podría ser quien te haga feliz a ti. Y si, quizá se pregunten si esta misma magia que siento con Verónica, posiblemente no fue la misma que sentí con Bárbara al principio de tantos años, pero no, y si, fue especial, claro que me encantaba, y puedo decir que la amé, pero es diferente. Y no creo que lo que parece siento o empiezo a sentir por Verónica es algo momentáneo de los primeros días. Un encantamiento pasajero. Pero, ahora pensando en mi relación con Bárbara, pues esperemos que así sea.

Llego a casa y Bárbara parece no haber llegado aun, y se supone que yo quiero intentar arreglar la situación. Así que preparo una cena para ella, y la llamo por teléfono para saber donde está. Me responde que viene llegando y me apuro a acomodar la mesa.
Llega y la ayudo con sus cosas, venía de hacer un trabajo en casa de una de sus compañeras, se nota lo cansada que está. Le pregunto sobre su día y comienza a contarme todo. Aunque la noto algo diferente, como si quisiera decirme algo más.
-¿Pasa algo? Te noto extraña, ¿quizá haya algo de lo que quieras hablar y no me estas diciendo? -Le dije queriendo en serio saber que sucede. Se acomoda en su silla, suelta el tenedor y respira hondo, así supe que lo que venía era fuerte...

Paul, tu amigo con el que te quedaste, no era una mujer, ¿o si? -Me dijo mirándome fijamente. Esta mujer parece conocerme hasta cuando miento.

-Bárbara, necesito por favor que me escuches antes de hacer cualquier conclusión sobre lo que pasó. Era una mujer, pero no pasó nada.

Y si tú quieres que te crea eso, ¿por qué no me dijiste la verdad desde un principio, Paul? -Me dijo levantándose furiosa de la mesa y caminando hacia sus cosas, las que toma con mucha rabia. Me levanto y voy a tratar de que se calme y no se vaya.

-Bárbara, es tarde, no puedes irte así, y tenemos que hablar, te estoy diciendo la verdad, y si, se que debí decirtela desde el principio, pero lo siento, sabía que no ibas a entender. Fue un error.

El resto de la noche fue una explicación tras otra sobre mis errores, mi comportamiento, mis defectos, una conversación de horas y horas, y pensar que anoche pase la noche igual, hablando por horas, pero eran temas más agradables que resolver problemas de pareja. Luego de tanta platica, de algunos gritos, y de disculpas, todo se calma. Nos acostamos tranquilamente y todo parece estar bien. Pero llegó a la conclusión de que no puedo seguir viéndome con Verónica, no es justo para Bárbara, ni para nadie. Así que respondí a su mensaje que olvidé responder cuando venía en camino por todo lo que venía pensado.
"Puedes llamarme siempre que quieras, pero por ahora no podemos vernos de nuevo. Lo siento".

Fue una de las cosas más difíciles que he hecho, porque para nada quería dejar de verla...

PaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora