VIII. Noche 2: Si vis pacem, para bellum (parte 2)

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—La Madre Luna está en lo alto del cielo a estas horas, Noah. ¿Estás seguro de que deberías estar aquí?

Black tenía una expresión seria. Con el correr de los años, de los siglos, su semblante se había vuelto mucho más hostil. Antes había sido un chico responsable y fuerte, pero luego de una partida de Lupus, ya no se vuelve a ser el mismo. Noah temía transformarse, dejar de ser él mismo, perder su esencia a causa de aquel juego macabro.

—Los demás Lobos están reunidos. Asumo que se encargarán ellos.

La cara de Noah no decía nada. Ante Black, el chico manifestaba una extraña desconfianza y confianza a la vez que lo obligaba a cifrar su expresión. En el fondo, sentía miedo por el dolor del frenesí. Pensaba que si volvía a sentir algo tan fuerte, desearía morir. Y no quería que los otros Lobos lo sufrieran tampoco.

—Tú has hablado sobre todo con Harry. Pero esta noche me toca explicarte algo, si me dejas. Al fin y al cabo, eres con quien más interacción tenemos.

En el caso de Black, no era cierto. Se había pasado horas en la torre de la Iglesia, hablando con Katya. Pero aquello que estaba por decir era peligroso, una historia con camino de ida, y no iba a permitir que Katya se involucrase.

—Vpered. —Concedió Noah.
[Adelante]

—Te he contado cómo llegamos a esta situación. Esa es toda la información que encontrarás en los libros de Lupus, porque es todo lo que sabíamos en mi época. Pero yo sé más cosas. Las cosas que el Reino Negro te puede enseñar.

El rostro de Noah cambió. "No puedo creer que tengo que lidiar con esto, de nuevo."

—Si vas a darme más detalles sobre este juego que no es un juego, ahórratelo.

Black suspiró. Noah era un poco cabeza dura a veces.

—No te daré más detalles sobre cómo es. Voy a decirte cómo terminarlo.

Noah abrió mucho los ojos. Se veían castaños y oscuros sin el reflejo del sol. Arqueó una ceja, la izquierda, y Black prestó especial atención al corte que había en ella.

—¿Es eso posible?

—Claro que lo es —respondió Black, manteniéndose calmo y evitando el sarcasmo que Noah habría usado de haber estado en su lugar—. De otro modo no me habría abandonado en este espejo para toda la eternidad.

La expresión de Noah se endureció. Su rostro serio lucía como el de un líder, alguien ecuánime, a veces en exceso.

—Te escucho.

—Muy bien —continuó Black—. Hay una leyenda: la Leyenda del Príncipe Negro. Este sería, varón o mujer, el último sobreviviente del Juego. La historia dice que él formará un ejército y combatirá a los lobos. Lobos comunes, animales, porque para cuando el Príncipe se alce, el Juego habrá acabado.

—Adoro los finales felices.

—Calla —Gruñó Black. Era evidente que Noah estaba incómodo. Sarcasmo, bromas, hostilidad. Harry le había contado mucho sobre Noah en muy poco tiempo—. Para eso, colega, hemos de lograr que el Príncipe se alce. ¿Cómo? La respuesta parece simple: Encuentra el corazón de la Bruja.

Noah volvió a alzar una ceja.

—¿Si te traigo un corazón de jabalí crees que las Bestias lo notarán?

Black no pareció entender la referencia. Noah suspiró pesadamente e hizo un ademán al ruso para que continuara.

—Alguien tiene que buscarlo. Si lo encuentras y logras quemarlo, el juego acabará para siempre. Entonces el Príncipe se alzará.

LUPUS 2 | Las Bestias despiertanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora