XXIII. Noctis Finalem: Homo homini lupus est. [1]

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Lo que muchos me han estado pidiendo: Noctis Finalem, parte uno. No dejen de prestar atención a la canción y a las Moiras, mi pequeño consejo.

Carum.





Noche 9, final, parte 1.

Cloto:  de la mitología griega, Cloto es la más pequeña de las Tres Moiras, encargadas de controlar los Hilos de la Vida y el destino de las personas. Cloto, la primera de los Tres Destinos, era quien hilaba las hebras vitales con su rueca, decidiendo cuándo nacía una persona y su destino. También decidía cuándo los dioses y mortales debían salvarse o morir, por lo que los griegos creían que, pasara lo que pasase, su destino estaba en manos del poder negro de Cloto.





Sus ojos picaban, resecos, después de permanecer tanto tiempo abiertos sin parpadear. La brisa fría chocaba contra ellos, constante, como en un intento vano de arreglar algo dentro de Noah que en realidad ya se había desgarrado del todo.

Cambió el punto que enfocaba su vista una vez más, muy sumergido en su ensoñación. Examinaba el entorno, tan cubierto de blanco y a la vez tan manchado de negro, tal vez buscando algo que lo hiciera decidirse. Decidirse a seguir, como aquella brisa, que era imprudente pero sobre todo que nunca se rendía. Nada entre la nieve le dio una respuesta. Parpadeó.

Margo e Irina se habían retirado a prepararlo todo para el entierro de Alexia. Él permanecía allí, esperando sentado sobre la cazadora de Logan, expuesto al frío del anochecer contra la pared de la Iglesia. Después de días, seguía sin tener control sobre su vida. Primero las Bestias, y ahora su tía y su novia —sintió cierto dolor dentro de sí al pensar que probablemente Margo ya no quería ser su novia— le daban órdenes. No te muevas. Levanta la pierna. No cargues peso en el hombro. Descansa. Espera aquí. Y eso hacía él, obediente autómata, demasiado asustado de tomar otra decisión equivocada y pagar un alto precio por el error. "Homo homini lupus est", le había escupido la que una vez fue su amiga antes de morir. "El hombre que es lobo para el hombre". Es decir, el hombre que es su propia perdición. Y Noah, por mucho que intentara negarlo, sabía que la frase era muy acorde a su situación.

Sería un entierro Cristiano, como lo indicaba la religión de Alexia. Orarían, seguro, porque Irina era una gran devota y Margo probablemente seguía aferrándose a una creencia divina para no caer. Sabía que iba a sentirse fuera de lugar allí, en ese rito, donde él era no solo un pecador sino también el único culpable, el ajeno. Qué más daba, seguir pensando quién era culpable y quién no. Él lo sentía de esa manera y nada iba a hacerlo cambiar de opinión. Llevó su mano a su regazo, dispuesto a acariciar a su hurón, pero no lo halló. Recordó que Charlie estaba dentro, arropado en el calor de una cama y rodeado del aroma de su humano, que siempre lo tranquilizaba. Recordó que lo había dejado allí porque en ese lugar estaría mejor que con él, en la noche helada, y podría terminar de sanar. No estaba del todo seguro, pero su cabeza comenzaba a retorcerse y a pensar que nada podía curarse cerca de él, que si vivía estaría condenado para siempre a ver a las flores marchitarse.

¿Qué podía hacer una persona como él, agnóstica, para purgarse? Llevaba años poniéndolo todo en duda, escéptico, y ahora no tenía a quién aferrarse. Su única creencia caía en las Bestias, en la tierra tramposa de Captionem, y no podía orar para ellas. ¿Dónde encontraba el perdón una persona que estaba desamparada, sin deidades?

LUPUS 2 | Las Bestias despiertanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora