XXII. Juicio 8: Aquí moriré yo

265 42 1
                                    

El pecho de Noah subía y bajaba con un ritmo un poco más rápido del que a Margo le hubiera gustado. Acababan de acostarlo en la cama de su habitación y él estaba medio despierto y medio inconsciente.

—Noah, ¿Puedes oírme? —Preguntó por segunda vez. Pero, al igual que la primera, a Noah le temblaban tanto los labios que solo alcanzó a balbucear algo ininteligible.

<< —¿Por qué se ha desmayado? Alexia, ¡Estaba consciente! ¿Por qué se ha desmayado de nuevo?

—Deja de gritar, Margo. Se ha desmayado porque está herido y le duele. Probablemente ha perdido sangre, no lo sé, no puedo examinarlo así.

—¿Entonces es normal que se haya desmayado? Creí que ya lo habíamos reanimado. ¿Qué hacemos ahora?

—Sí, es normal, es un mecanismo de defensa del cuerpo cuando el dolor es demasiado como para estar despierto. Y lo hemos reanimado, ¿Ves? Su corazón late y respira por su cuenta. Eso es una buena señal. Ahora, es urgente que lo llevemos a la Iglesia y lo cuidemos. No tengo muchos insumos y no soy Katya pero haré lo que pueda.

Margo recordaba haberse sorprendido por la capacidad de Alexia para hablar tranquilamente y a un ritmo normal, para responder a sus preguntas en orden y para llevar el control de la situación.

—Vale. Haré lo que digas.>>

—¡A un lado! —ordenó Alexia entrando con una considerable pila de mantas y una bolsa de tela—. Margo, necesito que le quites la ropa empapada. No tienes problema con eso, ¿Verdad?

Margo ignoró la sonrisa socarrona de Alexia y se dedicó a su tarea. Noah parecía un muñeco de trapo y no se resistió a que le bajara el pantalón: el problema llegó cuando tuvo que quitarle las zapatillas y pasarle el jean por los pies. En ese momento, Noah se incorporó de golpe y apretó el brazo de Margo como si fuera una pelota anti estrés. La miraba con ojos nublados.

—Alexia, creo que es el tobillo del esguince. Ha de habérselo doblado de nuevo.

La otra chica dejó lo que estaba preparando y acudió al llamado de Margo.

—Noah, ¿Tienes el tobillo roto?

Él apoyó la frente sudorosa contra el brazo de Margo, que aún estaba inclinada junto a él, y asintió apretando los dientes.

—Bueno. Necesito que te aguantes para que pueda quitarte la zapatilla. Te va a doler.

Noah asintió de nuevo y se dejó hacer en el colchón con el mismo impacto que habría tenido una bolsa inerte de cemento. Contrario de lo que Margo esperaba, el semi ruso no emitió ni una lágrima cuando Alexia le desajustó los cordones y le tiró del tobillo para retirar la zapatilla. Tan solo apretó la mandíbula y emitió un par de respiraciones fuertes y roncas.

Alexia mandó que el pantalón fuera cortado a lo largo con un cuchillo para no tener que retorcerle el tobillo de nuevo.

—Tápalo con una manta seca —le indicó a Margo sin muchas vueltas para luego mirarlo a él—. Bien, Noah, ya sabes cómo es esto. Tengo que ponerte el tobillo en su lugar. Y luego tendré que hacer lo mismo con el hombro.

—Dame algo —jadeó—, para los dientes.

Alexia le metió una agenda en la boca. Por momentos, parecía estar disfrutando de la debilidad del chico. Pensó en pedirle que aullara, pero se lo guardó porque era un chiste demasiado filoso.

—A la cuenta de cinco —avisó cuando se puso en posición de acomodarle el tobillo—. Uno, dos, ¡Cinco!

Para Margo, fue demasiado rápido. Un movimiento de las ágiles manos de Alexia y ¡zas! El tobillo estaba en su lugar. Aunque no dejaba de tener un enfermizo tono violáceo hinchado. Para Noah, fue un proceso lento y doloroso. Alexia lo había engañado con el conteo, y él agradeció tener la agenda entre los dientes porque se los habría roto. Había tenido torceduras antes, pero nunca una fractura.

LUPUS 2 | Las Bestias despiertanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora