XIV. Noche 5: ¡Ay de los vencidos!

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capítulo sin editar (•○•)

La saliente rocosa sobre la que Noah y Logan estaban sentados era como un iceberg en un mar de sentimientos que ninguno de los dos chicos quería volver a tocar, pero tristemente tendrían que hacerlo.

Cuando el cielo se tornó del todo oscuro, a Noah lo atacó la repentina necesidad de llevar a Logan de regreso a la Iglesia. Le parecía que aquella roca estaba muy en el borde de todo, como si fuera a moverse y a dejarlos separados de todo lo que pobremente aún conservaban. Noah le temía a ese borde, a ese abismo, a la posibilidad de caer y olvidar o ser olvidado.

Tomó la botella de su amigo, ya vacía, y se la guardó en el bolsillo. Luego bajó de la piedra de un salto y ayudó a Logan, que con dificultad, logró bajar también.

Ambos amigos caminaron abrazados por los hombros, recorriendo el pueblo de las trampas a través de la noche joven. Los dos pensaban en cosas muy diferentes.

Noah imaginaba que estaban corriendo, escapando de algo horrible y atroz. Pero se sentía como si hubiera una fuerza reteniéndolo, atándole las piernas. Era como en aquellos sueños en los que uno quiere correr pero no consigue la reacción de sus piernas, o gritar, pero no le sale la voz. En aquellos sueños y en la realidad de Noah la situación se estaba volviendo insosteniblemente sofocante.

El cerebro borracho de Logan estaba perdido en otras cosas. Divagaba pensando que caminaba junto a Noah, lo que era cierto, y que iban a una Iglesia, lo que también era cierto. Pero su amigo no lo estaba llevando a ningún altar, y pesarosamente, el ebrio cuerpo de Logan sabía que no habría ninguna boda para celebrar. Mientras su amigo se mantenía pensativo a su lado bajo un silencio letal, Logan rió a costa de sus propias desgracias e hizo lo que mejor sabía hacer: sonreír y ocultar.

-Necesito un cigarrillo.

-No lo necesitas. No le hagas caso a tu cerebro. -Contestó Noah negándose a apoyar el lado fumador de su amigo.

-Tú no lo entiendes. Mi cerebro está acostumbrado a calmarse con el tabaco. Si no le doy tabaco, no entenderá que tiene que calmarse.

-A veces hay más neuronas en un coco que en tu cerebro. Si insistes, tus cigarrillos y el encendedor están justo sobre tu bolso. Cuando lleguemos puedes tomarlos, pero no salgas de la Iglesia.

-¡Roger! -hipó Logan- ¿Sabes algo, Noah?

-Una cosa o dos, pero dime.

-Voy a morirme con las ganas de armar una jugada para que tú la remates. Maldito líbero.

Noah no pudo evitar sonreír.

-Apela siempre a lo mejor, hermano. A lo mejor.

Los muchachos rodearon la Iglesia desde atrás y luego Noah empujó la puerta con el hombro. El tobillo le ardía de dolor, pues estaba soportando el peso de su amigo que a duras penas podía caminar.

-¿Apareció otro herido? -Preguntó Ethan en cuanto los chicos cruzaron el pasillo y entraron a la sala circular. Katya se estaba yendo por uno de los pasillos, pero se detuvo al escuchar el comentario.

-No -aclaró Noah-. Lo único por lo que Logan está herido, es el alcohol.

Tras esas palabras, Ethan dejó de prestarles atención y Katya continuó su presurosa marcha.

No era cierto. Noah sabía perfectamente, en ese entonces más que nunca antes, la cantidad de cosas que estaban hiriendo a Logan. Pero sabía que el neoyorquino preferiría callar aquellas cosas, de modo que respetó su voluntad. Acostó a su amigo envuelto en unas cuantas frazadas y decidió quedarse con él un rato más.

LUPUS 2 | Las Bestias despiertanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora