XXV. Noctis Finalem: Si vis amari, ama [3]

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CAPÍTULO ÚLTIMO.

Átropos:  del griego τροπος, "inexorable" o "inevitable", Átropos es la más vieja de las Tres Moiras. Su trabajo es elegir el mecanismo de la muerte, cortando el Hilo de la Vida con sus horribles tijeras.  Trabaja junto con Cloto, quien hila la hebra, y Láquesis, que mide su longitud. Pero al final, la vieja Átropos es la que da el golpe de gracia. Un movimiento de sus manos, y vuelves al polvo.




Noah solía pensar, en su adolescencia, que se había perdido el amor. No se había enamorado a los dieciséis, y no existe amor como el que se tiene a esa edad. Luego creció, estudió y se dedicó al deporte, dejando al amor en el lugar secundario en el que siempre había estado. Al menos desde sus cinco años.

Margo le demostró lo equivocado que estaba. Se puede tener veintidós años y amar como a los dieciséis. Él no había amado a esa edad y no sabía cómo era, pero sí se sentía embobado como un crío cada vez que la veía. Se regañaba a sí mismo por no haberse dado cuenta antes, y anhelaba su tacto cuando no la tenía cerca para abrazarla. Margo lo había cambiado profundamente, y Noah creía con firmeza que un amor como ese era el que se vivía en la adolescencia. Estaba feliz por ello. Bajó la cabeza, derrotado, cuando Margo le dio la espalda con intención de alejarse. Todavía guardaba algo de esperanza, sin embargo.

Vino como un huracán. Se le acercó desesperada, sin que él pudiera prevenirse. Y ya que Noah tenía los brazos atados, Margo lo tomó de la barbilla con algo de rudeza y lo mantuvo quieto mientras lo besaba con fuerza, con necesidad, casi con negación. No había tiempo para otro beso tierno de despedida, sabían que no les alcanzaba el tiempo para saciarse. Noah encontró a una Margo salvaje, y se supo innegablemente salvaje él también. Ella era su loba y quería protegerla con su vida, y las crueles sogas que lo sujetaban contra el poste eran la cruel evidencia de ello.

Se fue tan drásticamente como había llegado. Margo se separó de él y corrió lejos, muy lejos sin mirar atrás. Noah se quedó con la boca abierta y pudo sentir el aire helado de la noche llenarle el cuerpo, congelándolo desde el interior, y entendió que estaba solo. Estaba solo y tenía miedo.

—Cálmate. —Se dijo sin darse oportunidad de temblar. Pero el frío seguía allí, y ni su sangre rusa ni la costumbre lo privaron de sentirlo. El frío era como el miedo y tenía la fuerza para comérselo vivo.

Margo ya se había perdido de su vista y por la cabeza de Noah solo rondaba un pensamiento estúpido. "¿Por qué no se queda a verme?"

—Idiota —se regañó—. ¿Quién querría quedarse a ver un espectáculo de carnicería?

Eligió quedarse con ese pensamiento: Margo se había ido porque no soportaba la idea de ver su carne arder hasta deformarse y morir horriblemente. Porque eso era lo que le esperaba. Y con ese pensamiento, se acordó del núcleo de todo aquello: para ese punto el fuego ya debería estar tomando lugar en gran parte de la hoguera a su alrededor. Trató de girar el cuello para mirar, pero Margo lo había encendido muy atrás. Sin embargo su olfato le decía que no estaba haciendo ni mucho humo. Con dificultad, giró un poco arrastrándose bajo las sogas. Solo consiguió moverse unos centímetros escasos, pero fue suficiente para observar la llama de refilón.

Y es que esa llama daba risa. Era pequeña como un bebé: intentaba crecer, pero estaba mal ubicada y no encontraba ramas a las que aferrarse. Tenía bastante hojarasca, pero ese era también el problema: había demasiada, no había una buena entrada de oxígeno. Noah sabía que Margo no era la mejor haciendo fogatas pero no podía haberse equivocado así. Su instinto le dio el primer aviso.

LUPUS 2 | Las Bestias despiertanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora