XIX. Juicio 7: En la eternidad, hermano.

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Capítulo sin editar. Pido disculpas por la prolongada tardanza. El capítulo estaba listo ya ayer por la noche, pero la plataforma me cambiaba los guiones una y otra vez. Al final los he dejado así y los editaré luego. Disfruten el capítulo y lean bien el poema, aparece en español más adelante.

Carum

Multas per gentes et multa per aequora vectus
advenio has miseras, frater, ad inferias,
ut te postremo donarem munere mortis
et mutam nequiquam alloquerer cinerem.
Quandoquidem fortuna mihi tete abstulit ipsum.
Heu miser indigne frater adempte mihi!
nunc tamen interea haec, prisco quae more parentum
tradita sunt tristi munere ad inferias,
accipe fraterno multum manantia fletu,
atque in perpetuum, frater, ave atque vale.

-Gayo Valerio Catulo, "Frater, ave atque vale."

Logan dejó el mundo cantando, en un intento de tranquilizar a Noah. De sus temblorosos labios salieron los versos "no es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós", como en un suspiro ahogado, consumiendo de forma literal el último aliento del neoyorquino.

Noah estaba arrodillado en la nieve, abrazando el cuerpo inerte de su hermano. Ya no se movía, pero había una mueca en su rostro que le generaba una pesada culpa. Era su boca, ligeramente curvada. Sus ojos abiertos, brillantes y muy azules, que reflejaban amor. Pero Noah no creía ser merecedor de algo como eso. Se odiaba por el amor que estaba recibiendo y lo que eso le había costado a su amigo.

Se apoderó de él un dolor que no tardó ni un segundo en consumirlo. No era como el dolor del frenesí. No tenía nada que ver con el sentimiento de las costillas siendo arrancadas una por una, o la sensación de su propia sangre hirviendo, haciendo explotar sus venas y quemándole la piel.

Esto era mil veces peor.

El dolor no lo generaban las Bestias, lo generaba él mismo. Y no estaba en sus huesos o en su piel, venía de su corazón. Era el terrible dolor de la pérdida, de la culpa, del error irreversible. Logan estaba muerto, y Noah no le había dicho que era capaz de aceptarlo, incluso si estaba enamorado de él. No le había agradecido por guardarle el secreto, incluso sabiendo que era un Lobo. Noah le debía a su hermano mucho más que la vida.

-No puedes estar muerto -trató de decir, pero se ahogó con su propia voz. En ese momento no había ninguna fachada de hombre duro y fuerte en él; las lágrimas surcaban sus mejillas como dos brillantes cascadas-. No me dejes, Logan, despierta. No te vayas.

Le pegó una bofetada. Le tendió un cigarrillo, le gritó y lo sacudió. Pero no dio resultado.

-Vuelve conmigo, hermano -repitió, todavía negado a creer que estaba muerto-. No me importa si eres gay, no me importa si fumas, no me importa nada. Eres mi mejor amigo, no hay nada de ti que no pueda aceptar.

Pero aquellas palabras deberían haber sido pronunciadas antes. Probablemente habría sido prudente huir, pero no fue capaz. Tuvo que pasar varios minutos observando el cuchillo ensangrentado, el cuello abierto de Logan y sus propias manos abrazando el cadáver para comprender lo que había hecho.

Se mordió la lengua con fuerza hasta que sintió el gusto metálico de la sangre llenarle la boca, solo para comprobar que no estaba soñando. Lamentablemente, esta despierto, sobrio y cuerdo, y esa era su realidad.

LUPUS 2 | Las Bestias despiertanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora