E P Í L O G O: Tiempo

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[Narra JungKook]

Nada. Silencio. Oscuridad. Nada. Ansias. Dolor... Nada.

-No somos nada...

Llevaba dos horas ahí acostado, con el rostro hundido entre las almohadas.

Sorprendentemente no había llorado de nuevo. Increíblemente seguía respirando a pesar de que el último vistazo a sus pequeños ojos cafés había ocurrido hacía más de tres horas.

Ladeé un poco la cabeza para que al menos uno de mis ojos observara la suave superficie de la almohada. Una de mis manos llegó hasta mi campo visual y comencé a observarla, girándola, estirándola, como si fuera un curioso objeto de colección.

"Nada.

Ni siquiera se escucha el trinar de las aves. Esta habitación sumida en la negrura es una interpretación a escala de mi corazón.

Está frío, oscuro a causa de cortinas, y aunque no superficialmente. Esta vacío porque no hay nada con vida dentro."

Mis dedos acariciaron la funda de mi almohada, y volví bien mi rostro para observar esa simple acción. Podría parecer que estaba sumamente concentrado, pero quizás solo era un pretexto que mi cuerpo usaba para poder distraerme en mi cabeza.

"Creí que con solo haberte perdido de vista comenzaría a llorar. Estaba seguro que la herida se volvería tan profunda que hasta mis padres se preocuparían por mi repentino estado moribundo. Pero extrañamente no ha sido así. Todo es igual que siempre.

Simplemente no estoy aquí.

Puedo caminar, puedo respirar, puedo comer, puedo hablar. Pero no siento nada cuando lo hago. Solo soy un cascarón vacío.

En otras palabras..."

-No soy nada...

De repente los delirios de mi cabeza se vieron interrumpidos por una pequeña campana que se escuchó en el piso inferior.

-Señorito Jeon -habló la voz de mi mucama desde donde el sonido de la campana había venido. -Su padre le espera en el comedor.

Y ya no oí nada más.

La verdad es que las mucamas normales debían ir hasta el cuarto y hablarle al "señorito", pero todas esas parlanchinas y metiches mujeres tenían prohibido acercarse a mi habitación. Solo podían entrar para limpiarla mientras yo no estaba.

Esta regla fue impuesta por mí. Cuando mi vida era solitaria solía pasar las horas en ése lugar, tocando mi guitarra, componiendo y escuchando música o viendo televisión. No hallaba motivos para salir a menos que fuese necesario y lo que más odiaba era que perturbaran esa paz en mi habitación.

Era la única parte de esa casa que me gustaba, y eso, porque no permitía que nadie que no fuera yo, se encargara de la decoración.

Las paredes prácticamente habían sido tapizadas con pósters de bandas de todo tipo. Tenía desde el Heavy metal más ruidoso hasta el más pacífico y amigable reggae. Las tres repisas en las paredes -que deberían tener libros- estaban atascadas de CD's y a pesar de que ahora estaba arreglado, si hubiera dormido ahí la noche anterior el suelo ya casi estaría tan lleno de mis cosas que nadie podría creer que de verdad la limpieza la hacían todos los días.

Me levanté pesaroso y me tallé los ojos que me picaban pidiendo el descanso del que me había privado la noche anterior. Aun así, salí de mi habitación arrastrando los pies.

Avancé por el pequeño pasillo con puertas, di la vuelta a la derecha y bajé por las estrechas pero cuidadas escaleras de madera pulida idéntica a toda la que había en el suelo de la casa, exceptuando los cuartos alfombrados.

¿Acaso tu corazón palpita? || JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora