La despedida

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Capítulo 3

Pasé el mejor rato con Rosa y Arturo. Nos reímos, charlamos, discutimos, durante dos horas. El tiempo pasó más rápido que una estrella fugaz.

Eran las 9:30 a.m. todo estaba listo.
Rosa y Arturo seguían ayudando a subir lo que faltaba al camión.
Mi padre ya había terminado de empacar todo lo del garage.

—¡Niños! El desayuno está listo —grita mi abuela.

—¡Comida! ¡Comida!

—Rosa compórtate —dice Arturo apenado.

—Dígale a su abuela que se comporte— . Dice histérica.

—¡Ya basta! —grité.

Mientras comíamos toda la familia...
Los observaba detenidamente. No podía evitarlo, lloraba por dentro, trataba de ser fuerte, pero el simple hecho de pensar que no iba a ver a mi abu, mis amigos a diario me partía el alma en pedacitos.

No quería mudarme, tenía muchas ganas de desempacar y decirle a mi madre que no quería moverme a ningún otro lugar.
Pero debía ser un poco empática y entender que todo esto de la mudanza, mis padres lo hacían por un bienestar para mí y mis hermanas. Mi padre no podía desaprovechar la gran oportunidad de trabajo que le había llegado. Con un turno estable y mejor salario.
La única desventaja era que el trabajo estaba muy lejos de nuestra casa, por eso teníamos la obligación de mudarnos. Debo de ver el lado bueno, la universidad donde estudiaré y el colegio de mis hermanas queda a unos kilómetros de mi nueva futura casa. Todo no es malo...

—Mira Elisa, Bamby está comiendo —Elena interrumpe mis pensamientos.

Bamby era el nombre de nuestro perrito.

—¡Genial! Debes comer así como bamby lo hace —dije.

—¿Te sucede algo Eli? —inquiere mi abu.

—No abu, tranquila. I'm Fine.

—No me mientas —insiste.

—Estoy bien Abu.

—Está bien mijita.

Me dolía mentirle a mi abuela, pero estaba en frente de mi familia, no quería preocuparlos.
Estaba triste, muy triste.

Inmediatamente me vino un versículo bíblico a la mente.
Salmos 28:7
"Jehová es mi fortaleza y mi escudo; En él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré."

Por más triste que me sintiera Dios siempre me hacía recordar un versículo bíblico, por eso lo amo, él siempre tiene una respuesta.

—Llegó la hora de despedirnos —. Menciona mi madre.

Estaba empezando a relajarme cuando mi madre me lanza un cubetazo de realidad en el rostro.
Había llegado la hora más triste del día.
Me levanté muy histérica...

—¡Hey Eli, espera! —grita Rosa.

—¡¿Qué?! —Le respondo muy exaltada.

—Vamos al jardín —me dice en voz baja.

Estabamos en el jardín.
Rosa me mira fijamente y comienza a hablar...

—Si te digo que entiendo tu dolor, te estaría mintiendo porque nunca me he mudado, pero sí te puedo mencionar que me siento muy triste, a mí también me duele despedirme, no verte, no ir al cine, no ver peliculas y no ir a la biblioteca —. Rosa continúa —me duele mucho Eli.
Pero entiéndelo, de esto se trata, debemos dar cambios drásticos —Rosa prosigue —"Los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida, no es el fin del mundo, es el inicio de uno nuevo", Esta frase la leí en uno de mis libros, no recuerdo cual, por favor no me preguntes.

Me río con lágrimas...

—Eli, he tratado de ser fuerte para que no te sientas peor. Pero... Te amo. Eres mi mejor amiga.

—¡Rosa, acabas de decirme: Te amo!

Eran tan extraño escuchar a Rosa decir estas palabras, pero cuando lo hacía sonaba tan tierno.

—No te acostumbres —me dice con los ojos llorosos.
Las dos reímos y nos abrazamos tan fuerte que salió un quejar de ambas.

—¿Puedo unirme a ese abrazo? —inquiere Arturo detrás de nosotras.

—Aprovecha que estoy en mis momentos cursis —Responde Rosa.

—¡Claro que sí! —Le digo.

—Gracias.
Arturo se acerca y nos abraza aún más fuerte.

—No te sientas mal Eli —dice Arturo.

—Trataré de ser fuerte —Respondo.

—Tranquila, Rosa y yo te visitaremos cada fin de semana.

—¡¿En serio?!

—Sí, ¿verdad Rosa?

—¡Claro que sí! —dice Rosa muy contenta.

—Te extrañaré Eli, ¿quién me ayudará con los niños inquietos de la iglesia?
Me reí tan fuerte que contagie a Rosa.

—Tranquilo, trataré de visitarte un domingo al mes.

Y allí me encontraba junto a mis amigos, subiendo las últimas cajetas al camión.

Veo a mi abu perdida en sus pensamientos, decido acercarme.

—¿Puedo sentarme? —pregunto.

—Claro que sí mijita.

—¿Sabes que te amo? —inquiero

—¿Sabes que te amo más? —Me abraza.

—Sí —respondí.

—Estoy orando por ti para que Dios te sane abu.


Se me salen las lágrimas.

—Así sea mi amor, así sea...

Ya todo estaba listo, la casa estaba vacía. Sentía que una parte de mí se quedaba en aquella casa. Pero como dijo Rosa: "No es el fin del mundo, solo es el comienzo de uno nuevo".

Amaba a mis amigos. Lo que más nos unía era nuestra pasión por la lectura.

El ruido del motor del auto me interrumpe.

—¡Ya es hora! —grita mi padre.

—Eli amor ya es hora —mi madre insiste.
Miré a mis amigos y los tres corrimos a abrazarnos.

—Los quiero —les dije mientras las lágrimas salían.

—Yo te quiero aun más —responde Arturo.

—Yo también —dice Rosa

Mi padre esperaba mi larga despedida.

Esperé que Arturo y Rosa se fueran...

Subí al auto junto a mi familia y nos fuimos de nuestra antigua casa.

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CAPÍTULO #3 TERMINADO.


¡BENDICIONES LECTORES! 🙌❤

PROVERBIOS 1:7
"EL PRINCIPIO DE LA SABIDURÍA ES EL TEMOR A JEHOVÁ; LOS INSENSATOS DESPRECIAN LA SABIDURÍA Y LA ENSEÑANZA".

La primavera de un cactusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora