No puedo hacerlo

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Capítulo 17

Despierto con un fuerte dolor de cabeza, volví a cerrar los ojos para relajarme un poco.
Los vuelvo a abrir, agarro mi móvil para ver la hora. ¡No puede ser, son las nueve de la mañana! ¡Las nueve!
¡Hoy tenía una charla!
Me levanto de golpe para ir al baño e inmediatamente me mareo. Me siento en la cama para recuperar el equilibrio.
El dolor de cabeza aumenta.
Es inútil, con este malestar no podré ir a la universidad.
Siento que todo hubiera sido un sueño (mas bien, una pesadilla).
Me levanto para ir a la cocina y tomar un poco de agua. Que raro que mi madre no me despertó.

Bajo las escaleras con un gran bostezo. Mi madre estaba en el sofá estudiando la Biblia.

—Buenos días —dije quejándome por el dolor.

—Buenos días cariño, ¿Cómo amaneciste?

—Me duele mucho la cabeza.

—Siéntate cariño iré por tu desayuno y unas pastillas.

Asentí.

—¿Por qué no me despertaste mamá?

—Claro que te desperté Elisa, me dijiste: “Déjame dormir madre; estoy muy cansada”.

—¿Yo dije eso?

—¿Crees que inventaría eso?

—No —respondí.

—Cuando termines de comer, te tomas estas dos pastillas y verás como el dolor desaparecerá.

Volví a asentir.
Mientras desayunaba no dejaba de pensar en lo cruel que fue Mathias conmigo y todas esas chicas. ¿Cómo alguien puede ser tan cruel?
No quiero verlo, no quiero saber nada de él, me duele en el alma pero no creo que pueda perdonarlo, no puedo hacerlo.

—... Elisa —Di un sobresalto —. Cariño tómate las pastillas.

Estaba tan ida en mis pensamientos que no me di cuenta que ya había terminado.

—¿Sucede algo?

—Ehh no, solo estaba pensando en cosas de la universidad.

Odio mentir.

—Oh entiendo —Mi madre no dejaba de mirarme —Iré a regar el cactus de tu padre antes que vuelva y se enoje.

“El cactus” eso hizo que me acordara nuevamente de Mathias. No sé cuánto tiempo dure esta tristeza, pero deseo que termine pronto.

Me acosté en el sofá, prendo el televisor para ver algo de noticias.

—Elisa, Eli cariño despierta.

Con los ojos entreabiertos veo a mi madre al frente mío.

—¿Ahh? —digo confundida.

—Cariño ya son las dos de la tarde, has dormido mucho.

—¿Las dos de la tarde? No puede ser.

—Sí, es cierto.

Me froto los ojos y doy otro bostezo.

—¿Quieres ir al hospital, te sientes muy mal?

—No madre estoy bien, el dolor de cabeza ha desaparecido gracias al Señor Jesús, esta siesta me ayudó.

—¿Tienes hambre?

—Un poco.

—Bien. Entonces ve a darte una ducha, porque iremos a cenar en McDonald's

No importa cual cansada esté, una hamburguesa con papas no se niegan.

—Enseguida madre.

Una hora después nos encontrábamos rumbo a nuestro destino.

La primavera de un cactusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora