La primavera

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Capítulo 13
   (El Cactus) 

Llego a la casa relajado, me siento bien de haberla visto.

La salida a la iglesia no fue tan mala como lo imaginé, pensé que iba a ser algo más fúnebre como en aquellos tiempos que iba con mi abuelo.

Hoy fue diferente, había un grupo de jovenes cantando y tocando instrumentos musicales.
Y la predica... Fue... Inesperada.
Me sentí conmovido e identificado con lo que el hombre decía.
En fin no quisiera volver a la iglesia, solo lo hice para estar cerca de Elisa, aprovecharía cualquier momento para estar cerca de ella.

Me encuentro literalmente regado en mi cama pensando en todo los momentos que he pasado con Elisa, han sido los mejores.
Es la primera chica que provoca sentimientos de felicidad, no dejo de pensar en el día del picnic, el supermercado, la biblioteca, ella y yo solos. Me sentí tan nuevo cerca de ella que por un momento me olvidé de mi reputación. Creo que me estoy acostumbrando a Elisa y eso es un error; pero es imposible, no puedo dejar de pensarla, no sé que más hacer para sacarla de mi cabeza.
Ella es mi primavera, es... Mi princesa.

Suelto un suspiro que hace eco en mi habitación.
¿Debería llamar a una chica para pasar el rato? ¿debo drogarme o embriagarme? ¿qué tengo que hacer para olvidarme de ella?

No puedo seguir con esto, me estoy volviendo loco, ella es parte de una apuesta, no puedo permitir que la chica de una apuesta me conquiste. ¡No puedo!
Yo soy el chico más cotizado de la universidad, no puedo enamorarme, mi reputación de mujeriego se iría a la mierda, y yo no quiero que eso suceda.

Después de un descanso, decido levantarme y dirigirme a la piscina para aliviar el estrés.
Agarro mis cigarros que están dentro de mi mochila.
Abro la puerta de la habitación de mis padres  discretamente y me asomo a ver si están despiertos. Veo que duermen muy profundo.

Desde niño siempre lo hacía para escaparme e ir a la casa de mis amigos y pasar el rato.

Antes de ir a la piscina, me dirijo a la cocina para buscar algunas cervezas.
Abro la nevera y comienzo a fruncir el ceño cuando no las veo. Siento como mi cabeza se empieza a calentar, doy una patada en la puerta de la nevera.

—¡Mierda! 

Ayer compré una caja de cervezas, y hoy me entero que no hay ninguna gota.
Debió ser mi madre, como ahora se ha vuelto la supuesta mujer perfecta, quizá votó mis cervezas, no le gusta la idea de que su hijo sea un maldito alcohólico.
Pero no me doy por vencido, acelero el paso y me dirijo al bar de mi padre. Veo que está cerrada con llave, nunca está cerrado con llave, ¡¿qué rayos está haciendo mi mamá?!
La ira sigue apoderándose de mí.

¿Por qué me hace esto, ella no sabe que el alcohol es lo único que me relaja?

—¡Carajo! ¡Carajo! —vuelvo a gritar más fuerte, luego recuerdo que mis padres duermen y pueden levantarse en cualquier momento.

Me dirijo a la piscina muy estresado con los cigarros. Hace frío. Iba a tirarme y a nadar un rato pero me arrepentí.
Me siento es una de las esquinas de la piscina y coloco los pies dentro.
Enciendo el cigarro y trato de relajarme, pero es imposible, necesito alcohol.
Le doy una larga jalada al cigarro y muevo la cabeza en círculos, estoy algo tenso.
¿Y si llamo a Elisa? ¿Estará despierta?

La primavera de un cactusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora