Capítulo V

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En un lugar más lejano, pero en la misma fecha...

Lluvia. Madera que cruje. Algo que me está lamiendo la mejilla. ¿¡Qué me está lamiendo la mejilla!?

Aura abrió los ojos repentinamente y se encontró a un pequeño gatito negro lamiéndole la mejilla. Se levantó poco a poco, pues aún estaba mareada. Cogió al gatito, estaba en los huesos, si no le alimentaba pronto moriría. Aunque ni siquiera sabía si tenía comida para ella. Decidió investigar por la cabaña en la que había aparecido. Desde la puerta se podía ver a la derecha una cama de madera con una manta ancha roja, y con seguramente más capas debajo. Al lado de la cama había una mesita de noche con un candil con una vela encendida encima. A la izquierda había una chimenea de la que colgaba un caldero, al lado de la chimenea había sacos con distintas legumbres y cereales. Y al fondo había una mesa pequeña, en la que cabían como mucho cuatro personas, y a su derecha un arcón de madera en el que Aura encontró un vestido formado por una camisa blanca, un cinturón medio corsé verde clarito y una falda verde oscura, también encontró un camisón sencillo de color blanco junto a muchas más mantas. Se fijó en lo que llevaba puesto: otro vestido con la falda marrón clarito, una especie de corsé que se cortaba a la altura de la cintura en varias partes y llegaba de largo hasta el muslo, este corsé iba unido al final del escote en v de una camisa blanca con mangas holgadas.

De repente, el gatito (al cual debería ir pensando en ponerle nombre) saltó dentro del arcón, escarbó debajo de las mantas e hizo algo que activó un mecanismo que abrió una escalera de mano hacia abajo. Aura dudó en si debería bajar o no, pero se subió el gato al hombro y cogió el candil para empezar a bajar los peldaños con cuidado. Ahí abajo se encontró con lo que menos se esperaba. Había una gran estantería llena de libros, vidrieras con frascos que tenían dentro plantas tanto medicinales como venenosas, una mesa rectangular en medio de la sala con un libro muy grande encima y justo debajo de donde estaría la chimenea del piso de arriba había otra -probablemente estuvieran conectadas- que tenía un gran caldero. Aura empezó a hojear el libro sentada en la única silla que tenía la mesa. Había un montón de instrucciones para preparar remedios contra enfermedades, venenos, incluso para fabricar drogas. Conforme iba pasando las páginas se encontraba con ¿pociones?, aún no sabía cómo llamarlas, más y más peligrosas por lo que parecía. Decidió que simplemente usaría las del principio porque las demás no parecían muy benévolas.

Después de hojear un rato todas las pociones buenas, decidió intentar fabricar una que, según estaba escrito en el libro, servía para calmar el hambre y engordar, pensó que al pequeño gatito le serviría. Que, hablando de este, se había tumbado en sus pies. Allí se había camuflado de tal manera que parecía la sombra de sus zapatos. ¡Eso es!, pensó Aura, le llamaría Sombra. Ese nombre le iba como anillo al dedo al gatito, que justo se había dormido. Lo cogió y lo dejó en la mesa para que ella se pudiera mover sin pisarlo.

Aura leyó los ingredientes que necesitaba para fabricar esa poción. Algunos tenían nombres realmente extraños, pero por suerte todos los frascos de la estantería llevaban un nombre y parecía que estaba todo lo que necesitaba. Buscó por los armarios algunos cuencos para ir metiendo ahí los ingredientes que iba a usar y la cantidad justa.

Cuando tuvo ya todos los ingredientes listos se fue hacia el caldero, que ya tenía agua, y encendió el fuego. Fue echando todo poco a poco, según como ponía en el libro, hasta que finalizó las instrucciones. El líquido final tenía un color anaranjado, como una calabaza pero más oscuro. Cogió un cuenco no muy grande y lo sumergió en el líquido para llenarlo. Acto seguido se acercó a Sombra, que parecía estar agotado y realmente hambriento, y se lo dejó al lado. Como no parecía despertarse le dio unos golpecitos hasta que se movió. Sombra empezó a olfatear el cuenco y después de unos segundos se decidió a beber. Por suerte, parecía que le gustaba y se bebió la gran mayoría. En cuanto terminó se cayó y se puso a dormir, pero muy muy profundamente. Aura lo cogió, agarró el candil, volvió a la parte de arriba y dejó al gatito en la cama, arropado con una de las esquinas de la manta.

El quinto elementoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora