Capítulo VII

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Acababan de echar un cubo de agua por encima a Sakura, esta se revolvió nerviosa y al intentar moverse notó que sus manos estaban atadas a la espalda. Sintió que los lazos que había robado ya no estaban en sus extremidades y además le habían quitado la faja, así que solo le quedaba el vestido marrón. Delante de ella había un hombre también asiático joven y bastante fuerte, con el pelo recogido en una coleta atada con una cinta roja. Llevaba unas cintas negras anchas que le envolvían el torso, dejando sus fuertes brazos al aire, y unos pantalones largos del mismo color. La estaba observando con una mirada autoritaria de brazos cruzados, esperando a que Sakura respondiera.

-Tú no tienes derecho a saber quién soy y de dónde vengo si yo no lo deseo -le escupió en los pies, los cuales estaban descalzos-, y créeme que mi intención no es revelarte esa información.

Los ojos del hombre estallaron de ira y agarró a Sakura del cuello del vestido, empujándola contra la pared más cercana. Sakura sintió el terror recorrer su cuerpo pero mantuvo la mirada firme y desafiante en los ojos de él, a pesar de que le estaba haciendo daño en el cuello.

-Escucha, niñata. No eres más que una cría que quiere hacerse la fuerte pero si realmente supieras quién es la persona a la que le acabas de escupir en los pies nunca se te habría ocurrido cometer semejante locura y ahora mismo debería estar escuchando tus plegarias para que yo te perdonase. Te estamos haciendo un gran favor que entenderás dentro de poco así que deja de comportarte como si tuvieras cinco años y responde a mis preguntas.

-Deja de ser tú tan arrogante y dame razones para obedecerte -escupió Sakura con dificultad, puesto que le estaba empezando a costar respirar.

-Veo que la pequeña florecita tiene carácter -sin avisar la lanzó a una esquina con fuerza y el dolor recorrió a Sakura, quien puso una mala mueca- ¿Ya no me desafías? Parece que alguien ha perdido su fuerza interior.

-Te juro que cuando no esté atada te devolveré todo.

-No estés tan segura de eso.

Sakura abrió sus ojos, que tenía cerrados por el dolor, y los clavó en los del hombre.

-Piensa lo que quieras.

-Bueno, mientras sigues llevándome la contraria quiero presentarme. Mi nombre es Haruo, te encuentras en el templo secreto de la orden de La Montaña. Aquí aprendemos a luchar y yo soy el que está al mando de todos, pero por debajo de los ancianos. A ellos los conocerás otro día. Te hemos traído aquí al haber visto tus habilidades -Sakura sonrió de forma orgullosa- ¿He dicho algo gracioso?

-Simplemente me ha sorprendido que me hicieras ese cumplido, Haruo -respondió con la misma sonrisa.

Haruo decidió ignorarla, no sin antes mandarle otra mirada de odio más, y siguió hablando.

-Al ser mujer y tener esas habilidades serías muy útil puesto que nadie puede pensar que sepas defenderte. Ahora más que nunca necesitamos ayuda. Así que por favor responde a las preguntas que te voy a realizar.

-¿Qué gano yo con todo esto? -lo dijo simplemente para no ceder tan rápido, pero sabía perfectamente que eso le ayudaría a moverse por el mundo y encontrar a sus amigos.

Haruo suspiró, harto de las exigencias de Sakura.

-Ganas que no te matemos por saber demasiado.

-Oh -Sakura tragó saliva de forma casi imperceptible-, de acuerdo, hazme esas preguntas, aunque no prometo responder todo.

-¿Cómo te llamas?

-Sakura.

-¿Flor de cerezo, eh? Podrías ser mejor una planta carnívora, por los dientes que enseñas tan a menudo.

El quinto elementoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora