Buenas y malas noticias [8]

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: : 19 años atrás : :

(1997)


Brian miraba con curiosidad al joven de no más de 16 años que se quedaría a cuidar a su hermana menor. Sin embargo, fue incapaz de decir palabra alguna. Su madre tiró de su mano con brusquedad, obligándolo a abandonar la oscura casa antes de que pudiera decir palabra alguna.

Tras un largo suspiro, el pequeño es obligado a subir a un vehículo oscuro que había visto rondar por los alrededores de la casa mientras estudiaba por las tardes.

-Pon mucha atención, no quiero preguntas estúpidas, ¿entiendes? -Su madre dijo con firmeza, tomando a su hijo del brazo y mirándole amenazante.

Brian se limitó a asentir repetidas veces con nerviosismo.

"Tal vez acá se acaba mi vida", pensó. Porque, teniendo a un ángel en casa ¿quién querría a un molesto niño tonto como él?

Pensamientos de esa índole inundaron su mente durante todo el trayecto, ignorando -con pésimas consecuencias- las instrucciones de Suzanne Haner.

Sin embargo, lo que le esperaba después de que el auto aparcara frente a un gran edificio de paredes blancas era peor que la muerte misma.

Brian fue arrastrado por el fuerte brazo de su madre hasta el interior del hospital recién terminado de construir.

El Sr. Haner miraba repetidas veces su carísimo reloj mientras atravesaban el gran jardín; su hijo jamás lo había visto tan impecable. Brian Jr. pudo haber jurado en ese momento que el hombre de traje gris opaco y camisa blanca no era si quiera parte lejana de su familia.

Cuando al fin la impaciencia terminó y llegaron a las puertas principales del edificio, Brian quedó petrificado ante la multitud que se había presentado aquel día.

La gente que agitaba sus puños en el aire era mayoría. Y, aunque había un grupo policiaco tratando de detenerlos de acercarse más al podio, sus fortísimos gritos retumbaban en los tímpanos del niño mucho más que la misma voz de su progenitor.

A pesar de que él ya estaba acostumbrado al una rutinaria exposición al odio, Brian sentía cada palabra dirigida hacia ellos como dagas clavadas en su pecho.

Inconscientemente, dio un paso atrás, refugiándose detrás de su madre.

Ella, contrario a lo usual, le esconde detrás de ella; recibiendo cada afilada cuchilla que pudiera lastimar a su pequeño.

















: : Noviembre del 2016 : :

-Espero no le moleste vernos en lugares tan extraños. -Comenta Haner, provocando que Sydney por poco se ahogue con su vaso con agua.

Después de toser un par de veces, retomar la compostura y sonrojarse ante la sonrisa del cirujano, la joven levanta la vista para contestar,- en realidad no me parece extraño este lugar. Es la cafetería del hospital en el que usted trabaja, no una cabaña en medio de la nada.

La sonrisa en el rostro de Brian crece mientras se sienta al otro lado de ella.

-Por favor -dice Brian, moviendo su mano en dirección a los platillos cubiertos que esperan sobre la mesa.

Sydney asiente y procede a revelar un gran plato de pasta estilo boloñesa, agradeciendo internamente el haber optado por una vestimenta oscura por si algo de su platillo decidía aterrizar en su blusa o falda.

-Leí su correo a penas hace unos días, en realidad no creí que nuestro encuentro sería tan próximo.

El doctor ríe por lo bajo, cubriendo su boca con una servilleta.- Había un hueco en mi agenda -explica, haciendo un gesto antes de tomar una copa de vino y levantarla frente a él.- Además, debemos celebrar tu nuevo trabajo, ¿no es así?

La joven Wackerman abre sus ojos como platos.

No solo porque Brian sabía lo de su asenso; sino también porque nunca se dio cuenta del momento en que las copas al centro se habían llenado de vino tinto.

-Sí, claro. -Dice, titubeante. Su mano tiembla levemente hasta que su copa choca con la de Haner. El sonido producido por el cristal le relaja y, de pronto, siente como si no estuviera cenando con un hombre enmascarado que a penas conoce.- Disculpe, ¿cómo es que usted se enteró? -Se atreve a cuestionar, bebiendo un sorbo de su bebida.

-Las buenas noticias se difunden rápidamente -responde sin dudarlo ni un segundo, guiñando un ojo y bebiendo un trago de vino a su vez.


Ambos se encuentran cómodos, felices. Dentro de aquella sección del hospital no hay alma alguna que les moleste; el dueño mismo había dado órdenes estrictas de que nadie se acercara a menos de 200 metros a la redonda de su mesa.

Cualquier zona fuera de aquel perímetro establecido es caótica.

Gente desafortunada es trasladada de un lugar a otro mientras crueles médicos transforman sus esperanzas en un signo de dólares y un cheque con la mayor cantidad de números posibles.

Sin embargo, todos se concentran en su trabajo. Todos, a excepción de Arin Ilejay, quien ha estado buscando a Haner desde hace dos horas.

Histérico, el joven al fin da con una facha sospechosa; Matthew Sanders bloqueando una puerta hacia el ala este el hospital.

Sus zapatos se deslizan sobre el frío y resbaloso piso hasta llegar con aquel hombre.

-¿Dónde está? -Pregunta con tono de voz exigente.

El guardia lo ignora, igual que al resto que se ha paseado por ahí. Sin embargo, Arin continúa insistiendo, excusando repetidas veces que necesita al cirujano para que le asista en el quirófano.

-Usted es suficientemente hombre para tomar decisiones y suficientemente talentoso para necesitar ayuda -dice Sanders en tono serio, agachando su cabeza y bajando sus lentes oscuros para poder ver al más joven a los ojos.

Hay algo en aquellos irises castaños que le hacen desear quitarse y llamarle a Brian, mas su fidelidad le hace continuar bloqueando el paso.

-¡Está bien! -grita enfurecido y frota su sien con la yema de sus dedos antes de añadir,- tú quédate en tu bonita oficina pretendiendo que afuera todo es igual de tranquilo y fácil. Tienes razón, soy lo suficientemente hombre; mucho más hombre que usted, que prefiere ver cómo los demás se ensucian las manos para su bienestar.

El joven cirujano termina sus reclamos mientras se aleja por el pasillo presurosamente.

A pesar de haber creado cierta inquietud en él, Matthew simplemente lo mira desaparecer al final del corredor, después de que ha girado hacia la izquierda.

Es evidente que Arin nunca se habría atrevido a decir cosa semejante; incluso a pesar de la mala relación existente entre él y el hombre de ojos verdes. Por ello, cada persona que le ve atravesar el hospital siente en él un aura negativa, un mal augurio.

Pero sólo él, Seward y los que ahora están presentes en el quirófano saben la razón exacta de su comportamiento; del por qué ha decidido abandonar su sueño más grande para terminar perdiéndose en las oscuras y peligrosas calles de Los Santos.

Wrecker | Syn Gates ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora