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Sospecha [18]

: : 13 años atrás : :
(2004)

A pesar de que Luke no estaría con ellos hasta el día siguiente por la noche, los pequeños Haner se mostraban ansiosos por el momento que pasarían juntos con sus padres. Aunque, en el fondo, Brian tenía un mal presentimiento al respecto.

La cena, sin embargo, fue algo que ni si quiera en sus sueños más extraños pudieron imaginar.
Suzanne preparó un delicioso platillo tradicional con un sabor que nunca antes habían degustado sus pequeños, quienes ya se habían acostumbrado a comidas insípidas de consistencia algo desagradable en ocasiones.

Su padre, a pesar de mantener su distancia durante Noche Buena, se comportó de manera decente, presentando un comportamiento tranquilo que ni si quiera cambió cuando su hija derramó un vaso con agua de sabor sobre el mantel blanco que cubría la gran mesa sobre la cual estaban comiendo.

Es esto mismo, de hecho, lo que hace crecer el mal presentimiento del joven Brian.

La cena concluye y los niños son enviados a sus habitaciones. McKenna estaba entusiasmada por la llegada de Santa Claus. Y, como su hermano no quería romperle la ilusión, terminó accediendo a despertarla temprano al día siguiente para que abrieran juntos sus regalos.

Haner no pudo dormir durante la noche, preocupado por que su padre haya tal vez inventado un juego similar al de Halloween para esta festividad.
Sin embargo, debía cumplir la promesa que le hizo a su hermana. Por lo que decidió levantarse en cuanto la luz del sol comenzó a filtrarse por las gruesas cortinas de su habitación.

Los pequeños bajaron las escaleras de manera presurosa hasta detenerse frente al árbol artificial que habían estado decorando un par de días atrás.
Debajo de las ramas más largas se encontraban dos cajas; una muy grande y otra muy pequeña.

Al ver que la más grande tenía el nombre de Brian escrito en una tarjeta atada al gran moño lila, el niño pensó lo peor.
McKenna, por otro lado, se sintió decepcionada de haber recibido un regalo tan pequeño que cabía incluso en una sola de sus manos.

Tras aclarar la garganta, él comenzó a abrir su regalo con cierta desesperación, rompiendo el papel blanco que le envolvía para descubrir una mediana jaula que le serviría como mejor hogar a su conejo.

Le tomó por sorpresa el notar que sus padres sabían acerca de su mascota. Esa era la primera -y posiblemente única -agradable sorpresa que Suzanne y Brian le darían.
Pensó durante un momento que ellos tal vez no eran esencialmente malos, pero al bajar la mirada hacia el regalo que su hermana había decidido, este pensamiento se desintegró por completo.

McKenna sostenía en su mano izquierda una caja negra de piel que contenía un par de aretes dorados con una brillante piedra roja al centro.

Los pequeños estaban tan confundidos con el regalo que no escucharon las pisadas de Brian Sr., quien tomó la mano libre de su hija y la arrastró hacia la entrada de la casa.
El niño trató de reaccionar rápido y alcanzarlos, pero no lo logró.

La gran puerta de madera se cerró justo frente a él, sin darle oportunidad si quiera de reclamarle a su padre.

Esa misma tarde, su hermana llegó con las orejas perforadas y los aretes colgando de ellas.
Se veía linda si ignorabas las oscuras manchas de sangre en su pijama que antes fuera azul pastel.