DE AMOR Y DE MUERTE

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Casi soy feliz, porque, casi te tuve,

de no ser, porque, luego te fuiste

y me dejaste náufrago en una obscura nube,

que se alejó de tu destino claro

con el pretexto inaudito de tu descaro.


No soy lo que quisiste ni fuiste lo que yo quise,

sólo fuimos dos extraños obligados a amarse,

en la espesura de lo cotidiano

y en la amargura de los años.


No fuiste más que un contrato sin cumplir,

renegaste de tus obligaciones pendientes

y renunciaste a todo lo que allí se firmó;

desechaste nuevamente tu vida y la mía se acabó.


¿Quién regará las plantas de nuestro jardín deseado?

¿Quién abrirá las ventanas para que entre el aire fresco?

¿Quién será la que descubra mi cuerpo maltrecho?

¿Quién me despertará de este sueño eterno?


¡No serás tú, no, no será la ley,

ni será una orden judicial, no!


Será la luna con su brillo y delirio,

será el sol con su estribo perdido,

será el mar con su oleaje divino

que vendrá a beber mi pérfido destino;

será la naturaleza que, al fin, me ha comprendido.

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