SENTIMIENTO HUMANO

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Apareciste en mi vida desde muy pequeño, haciéndome sentir cosas extrañas a tan corta edad.

Te revelaste ante mí, natural como inocente, madrugaba la ansiedad y el anhelo de tu sombra.

Me seguías a todas partes en busca de tu aceptación.

Un naciente sentimiento comenzaba a latir.

La condicionante que afectaría a mi juicio desde entonces, para dejar de ser un mamífero más; me volví humano en ese momento y comencé a amar.

El primer amor, el de la infancia, fue el primer golpe de dolor que sentí profundo, siendo la antesala de lo que vendría después; fracaso tras fracaso, penas, lágrimas, desamor.

Conforme avanza la edad, el temor y la inseguridad hacen lo suyo en un corazón que late impaciente.

Y se buscan formas de aplacar a este sentimiento, con acciones o substancias que adormezcan los tormentos por un rato, sabiendo, que tarde o temprano volverán a estar presentes.

La pubertad y la adolescencia fueron el laboratorio perfecto para experimentar todas las sensaciones que el amor pudo liberar.

El amor nos arrastra hasta sus extremos opuestos, en un vaivén de emociones que ponen a prueba nuestra sensibilidad.

Te desgarra el alma o te sacia de felicidad, esa temporal, esa que está expuesta a cambios de humor por una simple acción o palabra.

Las relaciones de amor son tan complejas como el universo; se conoce su nombre, mas no, su definición, y cada quien sostiene la propia.

Por mi vida se alzó tantas veces, en su rebelde autonomía por conquistar a 'doncellas hechizadas', que luego, perderían su magia.

Tal vez, fui yo, quien nunca tuvo ese poder para encantarlas.

DE AMOR Y DE MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora