La persiana estaba herméticamente cerrada y la oscuridad en mi habitación acompañaba al silencio en una estática sinfonía. No sé cuánto tiempo llevaba en la cama desde qué me había despertado, aunque en realidad, ni siquiera sé si llegué realmente a dormirme, pues mis pensamientos iban y venían entre Lea y Kyle.
Tras contar mentalmente hasta 10 por fin me levanté y metí los pies en las zapatillas de andar por casa. La habitación era cálida y me estiré desperezándome tras esa no tan reconfortante noche.
—¿Dónde está la mochila de tu hermano? —me preguntó mi madre apurada mientras preparaba los últimos detalles antes de marcharnos cada uno a su respectiva escuela.
Había desayunado y me había preparado como si fuera un día normal de instituto, sin embargo, solo yo allí sabía que este día sería de todo menos normal.
—Mira al lado de las escaleras, es donde siempre la deja. —le contesté al ver que mi hermano aún seguía medio durmiendo mientras se terminaba el vaso de cola cao que había en la mesa.
—Vamos a llegar tarde, ¡date prisa Alex! Seguro que ayer te quedaste jugando a la consola hasta tarde y por eso estás así, ¡cómo no atiendas en clase te vas a quedar sin juegos! —volvió a gritar mi madre, pero aun así mi hermano seguía sin levantar la vista del vaso.
—Yo me voy ya, no creo que el autobús me espere, adiós. —me despedí apresuradamente de todos y salí de la casa, al hacerlo me di cuenta de que últimamente engañaba mucho a mi madre, y me era muy extraño, yo siempre había sido una chica de total confianza y responsable y, aunque, sabía que lo hacía por su propio bien o para que no pensase que yo estaba loca, la culpa me seguía reconcomiendo por dentro. Cerré la puerta antes de poder oír una vez más los gritos de mi madre y emprendí mi camino hacia la academia, si me daba prisa podría llegar allí en 15 minutos.
Aún era temprano y las luces de las farolas comenzaron a apagarse, el sol calentaba la calle y yo andaba con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones. Sin levantar la vista del suelo pude notar como un coche aminoraba su marcha y se acercaba junto a la acera donde yo me encontraba, no miré y seguí caminando cabizbaja.
—¡Cira! ¿Qué haces aquí? —me gritó efusivamente la voz proveniente del coche y me giré rápidamente para poder ver a quién pertenecía. Me sorprendí al recordar a Víctor, en un coche gris oscuro. El coche era fastuoso y las gafas de marca que Víctor llevaba lo acentuaban más.
—Oh, hola. Estaba yendo hacia la academia. —contesté sincera. —Tengo una misión hoy. —añadí ya que sabía que él se enteraría de igual manera, pues era el hijo del director.
—Sube, te puedo llevar. —me ofreció subiéndose las gafas de sol y me miró con una sonrisa ladeada plasmada en su rostro.
—Estoy cerca, no hace falta de ver... —no me dejo terminar la frase cuando volvió a hablar.
—No seas tonta, no pasa nada, ¡vamos sube! —al ver su insistencia decidí subirme al asiento de copiloto junto a él y me puse el cinturón mientras le daba las gracias.
—Entonces, ¿tienes una misión con Kyle? —preguntó y, como yo ya me había figurado, él ya había oído sobre nuestra misión.
—Sí, vamos a hacer el intercambio para poder recuperar a mi amiga. —respondí sin muchos ánimos de hablarle sobre ello y volví a dirigir mi mirada al frente.
—Bueno, espero que vaya bien, seguro que lo haces bien, a pesar de que Kyle sea tu instructor. —comentó y me mordí la lengua para no replicarle sobre el estúpido comentario que había hecho de Kyle, no sabía porque, pero tenía la necesidad de defenderlo.
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Los guardianes del infierno
General FictionCantas en la ducha, bailas delante del espejo, sientes miles de emociones mientras lees un libro, haces lo que quieres cuando no hay nadie,¿cierto? Ahora imagínate que sí hay alguien. Alguien que ha estado contigo mucho tiempo y tú no lo sabías, alg...