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El departamento, en especial la cocina, empezaba a ser molesto para Yoongi cuando ambos estábamos ahí metidos.

Mientras él prepara en la estufa lo que estaba haciendo, yo me ocupaba de cortar la verdura a sus espaldas. El problema era que cada vez que movía el brazo, le pegaba con el codo en los costados. Lo escucho refutar y murmurar una palabrota por lo bajo y no evito la risa pequeña que se escapa.

—Sabes que no es mi intención hyung, perdón —le trato de explicar, pero aunque no lo veo, sé que a rodado los ojos fastidiado—. La cocina es especialmente más pequeña después del pastel que comiste ayer.

Escucho como deja la cuchara con un poco de fuerza en la mesa y después su cálido aliento en mi nuca.

—¿Disculpa? ¿Es necesario decir quién se comió más de la mitad del pastel, Tae?

Sonrío por su temperamento poco tolerante en las mañanas, siguiendo con lo que me tocaba hacer. Pero no pasa mucho cuando escucho como apaga la llama y, como muy pocas veces por la mañana: se apega a mi espalda, sus brazos pasándose por mi cintura con una tierna caricia de la punta de sus dedos. Sonríe en la piel de mi oreja pero al mismo tiempo bosteza.

—Te he notado muy pensativo los últimos días, ¿pasa algo? —me pregunta con voz baja. Apoya su mentón en mi hombro y me mira con detención. Al darse cuenta de que no le presto total atención: aparta el cuchillo de mis manos y lo deja sobre la pequeña isla. Esta vez me toma por las caderas y me da media vuelta, haciéndome mirarlo—. ¿Uh?

—No he estado… pensativo.

—Tae, te conozco desde que tienes dieciséis. Sé que tienes algo. Solo te veo así cuando tu padre habla contigo o cuando sabes que Baekhyun tiene que ver a Kyun.

—¡No la menciones! —Yoongi sabía que tenía un especial odio por Kyun. Es la ex esposa de mi hermano, madre de mis sobrinos; pero eso no quitaba el hecho de que era todo lo que más detestaba en esa pequeña figura. Era muy estricta, y por ende los niños a veces mentían: temían ser regañados como los regaña ella, y aunque yo o Baek no los reprimíamos, ellos solían mentir con frecuencia. Y odiaba demasiado eso. Además, cuando aún estaban casados era tan celosa que no podía ver con regularidad a mi propio hermano.

Había veces en las que ambos se reunían a hablar (o a que ella fuera a quejarse) de los niños, como fechas escolares que le corresponden a Baek o las próximas citas médicas. Y mi hermano se ponía tan insoportable y paranoico que lo único bien que hacía era atormentar más de lo común a su hermano menor.

Y ese, lastimosamente, era yo.

—Bueno, pero has entendido mi punto.

—Yoongi…

—Tae, dime qué pasa.

Los últimos días, mientras más pasaba en la casa de Hoseok, con Jungkook, las ganas de hablar del pequeño con Yoongi se incrementaron el doble. A veces le comentaba lo que él hacía en las tardes y sobre los actos terriblemente adorables que hacía sin el propósito. Y Yoongi quería saber mucho más de él, el problema era que no solo de Jungkook. Quería saber de la familia en particular. Yo solía evadir el tema y eso me ponía peor porque me molestaba no contárselo.

—¿No te vas a poner raro?

—¿Raro? ¿Por qué lo haría?

Me encojo de hombros, mirando mis manos mientras las dirigo al borde de su hoodie negro. Solía dormir con él todas las noches, y a mí me parecía terriblemente lindo porque a veces despertaba y se le veía hasta el ombligo de lo holgada que era.

—Tae.

—Jungkook… creo que debí decírtelo antes. Se apellida Jung.

Alzo la mirada al momento en que pone cara de confusión. Parece hacer cuentas en su cabeza, y al entender de qué le estaba hablando, al parecer, abre los ojos y el rostro se le llena de asombro.

Canciones y cuentos para Kookie ೃ  HOPEVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora