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Me siento como hace muchos años. Sentado en la cama que pertenecía a Baekhyun antes de mudarse y miro las pegatinas en el techo que pusimos cuando éramos niños. La habitación sigue oliendo bonito, el aromatizante favorito de mi hermano está sobre la mesita de noche, donde siempre encontraba uno.

Él está en la silla frente al escritorio, apoyando la mano sobre su puño y me mira sin entenderme completamente.

Los niños estaban comiendo con mamá, platicando de muchas cosas y a mí me alegraba siquiera saber que Jungkook estaba esforzándose en hablar con todos. Yo y Baek comimos antes, mientras ellos terminaban de ver el programa y, tan pronto como acabamos, me mandó a subir detrás de él para platicar.

Estaba agradecido de eso, pero una vez ahí se me hacía muy difícil la idea de expresarme con libertad.

—¿De qué te enteraste, Tae?

—De cómo murió. Me siento mal, Baek.

—¿Por qué? —hablaba con suavidad y tratando de comprenderme. Le estaba costando, lo sabía, pues yo apenas y le decía algo—. Puedes sentirte mal por saber eso, porque tienes un cariño por Jungkook y lo tuviste por Hoseok… —se interrumpe cuando lo vuelvo a ver—. El que le tienes, claro. Y el hecho de saber cómo murió ella te lastima por eso. Pero también puedes sentirte mal por la promesa que quedó entre ustedes.

Me quedo pensando en lo que dijo mamá después de que Baek me dice eso y me tiró boca abajo sobre sus sábanas, apretándolas entre mis dedos con fuerza.

Tenía razón. Nunca le pregunté, nunca hablamos de eso. Ni uno tuvo siquiera la iniciativa completa de expresarnos sobre ese tema; él lo hizo de forma tonta cuando dijo que yo nunca terminé con él, pero era nada. Yo tenía que afrontarlo.

—¿Por qué te sientes mal, Tae?

—Tengo que confesarte algo, hyung.

Escucho como se ríe con suavidad y se pone de pie, acostándose a mi lado. Alza un brazo y lo apoya en mi espalda, acercándome a él y me acurruco en su pecho. Por más que los años pasaran, yo no podía dejar de hacerlo, encontrar un refugio en sus brazos.

—Creo que ya tuvimos esta plática, Tae.

Sonrío.

—Lo sé.











Con Hoseok salía casi todas las vacaciones de verano; al inicio invitamos a Namjoon, pero por el mero hecho de que me daba vergüenza aún estar solo con él. Yo solía invitar a Jimin también, incluso a Baekhyun, pero cuando iba él, se volvía una parvada de ruidosos porque con él se venían Chanyeol y Jimin, y ellos con Namjoon y Hoseok no se quedaban callados.

Él me había propuesto tener la iniciativa de ir por ahí solos. Él y yo, y así fue semanas después de conocerlo.

Cuando íbamos a su casa, nos quedábamos en la sala viendo películas y comiendo chucherías que Jiwoo nos daba, aunque en realidad no veíamos en nada la película y nos concentramos más en hablar. Me platicaba sobre sus clases de baile, y como todos sus profesores le decían que era de los mejores en toda la academia, yo aún no tenía el privilegio de afirmarlo, pero le bastaba ver su sonrisa de felicidad por esos halagos para saber que a él le gustaba tanto como para esforzarse en ser de los mejores.

Otras veces íbamos a la pizzería, era como nuestro lugar favorito en esa edad.

Ése día nos habíamos juntado con Namjoon después de clases, nuestras mochilas reposaban debajo de la mesa, junto a nuestros pies. Hoseok estaba sentado a mi lado, empujando con sus pies en el regazo de Namjoon frente a nosotros con diversión.

Canciones y cuentos para Kookie ೃ  HOPEVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora