Capítulo 24: Un Aioria diferente, un padre arrepentido y un ¡Hola rubí!

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[..Pv Marín..]

— ¡Pegasus! — escuché un gritito, el mismo por el cuál me removi en mi cama abriendo los ojos.

— ¿Qué pasa abuela? — pregunté somnolienta.

— Lo siento Marín, el perro entró aquí y hoy le toca baño — bufé y me tapé con la cobija — Por cierto, señorita — tiró del edredón haciéndome brincar — encontré una cola de cigarro en el porche. ¿Quieres explicarme?.

— No es mía

— Sé que no es tuya.— gruñó alejándose de la cama

— ¿Dónde están todos? — contesté frotando mi cara

— Si con todos te refieres a ese viejo cacreco, su carcacha se dañó. Dijo que aprovecharía y se iría con tu amigo.

Abrí mis ojos espabilandome — ¿Aioria? — la vieja asintió doblando algúnas camisas que estaban en la silla del escritorio. — ¿Ya se fueron? —

— si— me quedé en silencio mirando el techo — .Es obvio que anoche él estuvo despierto y por lo que veo tú también estás trasnochada — dí un gruñido y pateé las almohadas.

Mi viejita se sentó a la orilla de mi cama y colocó su mano en mi pie — Con tu cuerpo atlético y si te levantas en este momento lograrás alcanzarlos —la miré — Tu abuelo dijo que pasaría por el galpón revisando la camioneta para ver en cuánto más o menos le saldría la broma.

Volteé mi cuerpo de medio lado — ¿Se fueron hace mucho? —

— Como díez o quince —

— ¡Ah! — bufé enrollando mis piernas para poder levantarme de la cama sin golpear a mi abuela— ¡AH! — exageré

— ¿Señorita? — señaló el reloj. La miré inquisitiva y me arrodille frente a ella.

— Abuela, ¿tu estás segura? Podrías equivocarte y por lo tanto también yo — pensé unos segundos mirando mis manos, las cuales se apoyaban en las rodillas de la señora — Tú de verdad, de verdad crees que debería hacerlo. En serio me encanta abuela, pero jamás he pasado por esto lo sabes y..... —

— A ver Marín el diablo sabe más por viejo que por diablo, ¿ok? . Solo te diré algo — sentenció con seriedad — No quiero llegar a tu casa y encontrar un cenicero repleto a la orilla de tu
cama —

Sonreí enderezandome, le dí un abrazo y me encaje las primeras deportivas que encontré.
Salí corriendo por el pasillo hasta salir por la puerta trasera, en donde había una vieja bicicleta que tomé para llegar más rápido.

Pedalee sobre la arena hasta llegar al lugar en dónde mi abuelo guardaba su carcacha. Prosegui a acercarme al lugar con rapidez, encontrándolo allí
Estába apoyado a un costado del coche y tenía la cabeza casi sumergida en el cofre del mismo.

La bici hizo un escándalo terrible en el momento en que la tiré bajándome de ella . Él giró su rostro enterándose de mi presencia.
Tomé aire y lo dejé escapar escandalosamente.

— ¿Marín? — dejó el trapo que tenía con grasa en alguna parte y se centró en mí. Pero antes de gesticular algo, yo ya estaba abrazada a él — Oye ¿Qué haces? —

Entre El Amor Y El Odio . Donde viven las historias. Descúbrelo ahora