Hijo de la luna

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Entre otra vez tarde a la clase de la Srt. Castillo, me gritó antes de dejarme sentar. Odiaba llegar tarde en su clase, era la maestra a la que menos le agradaba.


El único puesto disponible quedaba al lado del chico más callado del salón, tal vez de todo el colegio. Era algo que me esperaba, nadie se suele sentar con él, pocas veces lo he visto en clases.


Me senté a su lado y empece a anotar lo que había en la pizarra, pero gracias a mi mala suerte, la profesora ya lo estaba borrando. Decidí calmarme y buscar una solución, cualquiera me podía prestar sus apuntes.


-Oye, puedes decirme qué copió la profesora en la pizarra?-le pregunte al chico callado, él no levanto la vista de la mesa y suspiré, sería más difícil de lo que pensé. Justo cuando iba a preguntarle al de atrás, el chico empujo con la mano su cuaderno hasta el medio de nuestros puestos dejándome ver lo que habían copiado, sonreí.


-gracias-le dije acercando el libro más a mi lado y me puse a copiar. Su caligrafía era muy bonita. La clase pasó volando, iba por la mitad cuando sonó el timbre.


-No termine de copiar, podrías prestarme tu cuaderno y te lo devuelvo después? -le pregunte al chico mientras este recogía sus cosas sin despegar la vista del piso. No recibí respuesta así que de todas maneras agarre el cuaderno, lo que debo admitir fue un poco grosero. En el momento en el que lo agarre , él con fuerza lo agarró, y nos quedamos de frente con el cuaderno en el medio.


Y en eso lo vi.

Sus hermosos ojos grises.

Que me robaron el aliento. Nunca en mi vida había visto ojos como esos.


Él  me quitó el cuaderno de las manos aprovechando mi estado distraído y lo guardó en su mochila, se la colgó al hombro y siguió apurado su camino hacia los pasillos. Me quede unos instantes en el mismo lugar, aun no podía asimilar, lo debilitada que me había dejado su mirada. 


Un poco aturdida agarre mis cosas y me fui a mi próxima clase. No volví a ver al chico por el resto del día, no lo vi en el almuerzo, ni en los pasillos. Sin embargo no podía dejar de pensar en él, en sus ojos. 


No recuerdo haber prestado atención a lo que mis amigas hablaron ese día. Sólo recuerdo el gris de sus ojos. Viéndome. En la salida no pude evitar mirar a los lados, esperando encontrarme con su figura, pero entre la multitud de chicos a mi alrededor, no estaba él. 


Me fui como todo los días, caminando a mi casa, admirando el paisaje. El día paso rápido y en un abrir y cerrar de ojos entró la noche. Después de la cena me acosté en mi cama, mi mamá dejó las cortinas abiertas para que a pesar de que apagara las luces de mi cuarto , pudiera entrar la luz de la luna.  Hoy la luna estaba llena, lucía realmente hermosa.


Al cerrar mis ojos lo primero que se me vino a la mente fueron los ojos del chico, la forma en que evitaba ser visto y con él en mis pensamiento me fui al mundo de los sueños. 

Hijo de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora