Hijo de la luna

La calma antes de la tormenta

1 semana. 7 días. 168 horas. 10080 minutos ... aproximadamente.

Ese era el tiempo que faltaba para el festival del eclipse solar.

El entrenamiento con los gemelos finalmente mostraba frutos, ahora podía controlar el fuego a mi antojo y la luz aunque fuera un poco impredecible, me serviría como un gran arma a la hora de pelear contras las sombras. El único obstáculo que me queda por vencer es mi tercera habilidad, según Arthur, la más sublime de todas. Sanar.

Según él, tengo la capacidad de curar heridas de cualquier magnitud, supuestamente, no hay un límite en cuanto al desarrollo de ese poder. Pero hasta ahora, no he logrado ni siquiera sanar una pequeña cortada de papel en la mano, no sé cómo planea que lograre alcanzar un mayor nivel en estos últimos días que nos quedan.

Por otro lado, Polo se ve muy preparado, a pesar de que su entrenador, Alec, cada día este más gruñón e insoportable. Apenas y habla y cuando lo hace no es necesariamente para decir algo bueno. He pensado mucho en lo que Arthur me dijo de su hermano y me cuesta entenderlo, si le importa tanto proteger mi vida, ¿no debería tratarme bien? al menos fingir simpatía para no hacerme sentir incómoda en su presencia, pero no lo hace, siento que me detesta. Quizá tener que estar siglo tras siglo velando por la seguridad de una chica que está destinada a ser herida lo ha vuelto loco. Al pensar eso me duele un poco su situación.

Lauren y yo comenzamos la semana comiendo en una mesa aparte en la cafetería, la pelea con Allison fue más fuerte de lo que pensé y Ashley había elegido quedarse con ella. Para envidia de Alli, los gemelos decidieron sentarse en nuestra mesa y para mi alegría, Polo también. Ninguno de ellos hablaba mucho pero me sentía cómoda.

Era extraño (por decir algo), empezar la semana con el conocimiento de que en menos de 7 días podría ser el día de tu muerte inminente. Sin embargo, el estar con Polo, el hablar con Lauren, el bromear con los gemelos; y con los gemelos me refiero a sólo Arthur, hicieron de mi lunes un día bastante relajado.

El martes me entretuve con los deberes, fingiendo que seguían siendo importantes para mi. El miércoles di mi mayor esfuerzo. Pero a la llegada del jueves, en la hora de la clase de arte, cuando Clara pidió que termináramos las pinturas del festival...me dio un ataque de pánico.

-Chicos, es hora de que me entreguen sus cuadros para exponerlos en el festival, va a ser un evento grandioso, miles de personas en una noche mística...-su voz se perdió en el vacío de mi mente, sus palabras retumbando cual eco en mi mente.

El festival...

El festival...

El cuarto comenzó a darme vueltas, se me fue la respiración. Me sentía ahogada como si estuviera en el medio del mar, las imágenes a mi alrededor eran borrosas, sólo alcanzaba a oír la voz preocupada de Lauren pidiendo ayuda. Luche para mantenerme consciente pero se me hizo imposible, la oscuridad me envolvió en un abrir y cerrar de ojos.

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Despertar en una habitación desconocida es incómodo, más aún cuando no sabes cómo llegaste allí. Me tomó unos segundos darme cuenta de que seguía en el colegio, específicamente, en la única camilla de la enfermería. Tres rostros me veían con preocupación.

-ya se lo que dirán, tranquilos, estoy bien, tuve un ataque de pánico eso es todo-aclaré antes de que empezaran a atacarme con preguntas

-nos diste un buen susto-confesó Arthur

-y para nada porque veo que estas más que bien-dijo un poco irritado Alec

-¿preferirías que no lo estuviera?-pregunte cansada de su actitud