Un beso de espanto y gemelos misteriosos

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Sábado. El hermoso día en donde puedes despertar a la hora que quieras y hacer lo que te venga en gana durante el resto del día, dejando los deberes y las tareas fastidiosas para el domingo. Sonaba como el día perfecto. 

En mi caso, el sábado estaba lejós de eso.

Fui levantada por los gritos desesperantes de mi madre pidiendo mi ayuda. Me levante lo más rápido que pude y la encontré en el baño, arrodillada frente al retrete sosteniéndolo como si su vida dependiera de ello. Suspire y me arrodille junto a ella, le acomode el cabello haciéndole una trenza. Nos quedamos en silencio con sus lágrimas de fondo, me levante un momento para traerle un vaso de agua y una pastilla. Baje a la cocina y me di cuenta de que estaba hecha un desastre, una montaña de platos sucios en el fregadero, restos de comida por la mesa y el piso que tenía sin barrer desde hace una semana. Me daba un sentimiento de culpa pero a la misma vez de rabia al ver el estado de nuestra casa, es cierto que yo era la responsable de tratar de ordenar las cosas en el lugar pero no por eso mi madre podía vivir aquí como si nada, pensando que esto era un hotel y yo era la criada. 

Después darle la pastilla ella se calmó un poco, la ayude a levantarse del piso y sin decir ni una palabra de agradecimiento, desapareció tras las puertas de su cuarto. 

Este sería un día largo.

Barrí toda la casa excepto el cuarto de la susodicha que no había abierto la puerta desde esta mañana, fregué y seque lo que estaba en la cocina, le quite el polvo a los muebles de la sala y los de mi cuarto. Limpie las ventanas y hasta regué el pequeño montoncito de césped que rodeaba la casa como en las películas americanas, claro, que sin tanto lujo. 

Al terminar me di una ducha y me acosté en la cama súper cansada. Cerré los ojos y enseguida mi mente trajo una imagen de Polo. Sonreí. 

¿Qué estaría haciendo él en este momento?.

Ya casi iba a oscurecer cuando sentí un golpe en mi ventana. Deje a un lado la pintura en la que me había entretenido por un tiempo y me asome para de dónde venía ese molestoso ruido. Me quede sin palabras al ver que era nada mas y nada menos que la persona perfecta para alegrar este día tan horrendo.

Abrí la ventana y le sonreí a Polo quien me veía desde abajo con otra sonrisa.

- las personas normales tocan el timbre-dije lo suficientemente alto como para que me escuchara

-creí que ya te habías dado cuenta de que yo no soy normal

Su respuesta hizo que algo en mi interior se fundiera, era lindo y al mismo tiempo extraño que tuviera sentimientos tan grandes por este chico con solo unas semanas de haberlo conocido.

- ¿ y cómo planeas subir desde allí?

- esperaba que tuvieras una escalera de emergencia -bromeó él 

-espérate que ya bajo-le grite antes de desaparecer de su vista. Corrí por las escaleras y antes de abrir la puerta acomode un poco mi cabello aunque tenia el presentimiento de que Polo no se fijaba mucho en eso. Al abrir la puerta, Polo enseguida me tomo de la mano y me jalo hacia afuera. 

-ven, corre-me dijo sonriendo y empezó a correr sin soltarme la mano así que tuve que seguirle el ritmo. Esperaba que lo que tuviera puesto fuera lo suficiente decente para donde sea que él me llevara. 

 -De acuerdo, llegamos-dijo cansado y sonreí, estábamos en la playa del pueblo. Caminamos casi inconscientemente hacia el lugar en donde nos encontramos el día de la fiesta. Nos sentamos muy cerca de la orilla y no tuve miedo a mojarme, ya no me importaba tanto teniendo a Polo de compañia. Él me tomó de la mano y apoye mi cabeza en su hombro, quedamos así por un buen tiempo, apreciando la cercanía del otro  y el sonido de las olas al romper en la orilla. 

Hijo de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora