CAPÍTULO 25

5.2K 447 11
                                    

25.- Romperse II

Dumbledore estaba exhausto cuando entró a su casa más tarde se mismo día: había tratado de tranquilizar a todo el mundo intentado vigilar a sus profesores y averiguar exactamente que era lo que había pasado. No había sido un gran ataque, pero no era un secreto que los Flitwicks eran muy leales a él y los mortífagos habían tratado de eliminar esa amenaza. Por suerte, Filius, no eran un maestro de encantamientos por nada y había logrado aguantarlos el suficiente tiempo para que llegaran un grupo de aurors. Había costado bastante el ordenar todo eso y después había tenido que quedarse para interrogar a los dos mortífagos que habían logrado capturar. Por fin, Minerva le había enviado a casa mientras que los otros maestros trabajaban en los planes para asegurarse de que algo así no volviera a pasar. Le habría gustado quedarse, pero su subdirectora había sido inexorable. Silenciosamente el anciano se quitó su capa y la colgó en el vestíbulo. Se giró para ir hacía las escaleras, cuando casi atropelló a Twinkle, quien le había estado esperando aparentemente.

El director notó inmediatamente que algo había pasado, el pequeño ser no se estaba comportando con su felicidad habitual y en cambio lo miraba con sus orejas caídas y los ojos asustado. Frunciendo el ceño, el alto mago se arrodilló delante de ella.

- ¿Qué ha pasado, Twinkle?- La elfina doméstica, se lanzó a sus brazos abrazándolo herméticamente.

- Oh, amo Dumbledore, es el amo Alexander. Estaba llorando y gritando, y Twinkle no sabía que hacer. Twinkle quería llamar al amo, pero Twinkle no sabía como.- Dumbledore se heló, sus brazos alrededor del pequeño cuerpo de la elfina doméstica. Dando ligeros golpecitos en su espalda, no pudo evitar la preocupación en su voz.

- ¿Por qué no vas a preparar una taza de té para mí mientras yo a ver a Alec?

Con un pequeño sollozo, Twinkle le dejó ir y se dirigió silenciosamente a la cocina. No pensándoselo dos veces, Dumbledore subió a toda prisa las escaleras y fue a la habitación de Harry. Abrió la puerta silenciosamente en caso de que el muchacho estuviera dormido, y se asustó bastante por la vista que lo saludó. Parecía como si un tornado hubiera atravesado el cuarto. Las ventanas estaban rotas, los cristales por todas partes. No había ni un solo mueble que no estuviera destrozado o roto. Se habían rasgado las mantas y las sabanas y permanecían desordenadas en el suelo. Entrando en la habitación, se dio cuenta que no era debido a ningún tipo de magia, por lo que no había sido un accidente. Despacio, se adentró más en la oscura habitación, intentando determinar cuidadosamente donde estaba Harry y en que estado. El cristal crujió bajo sus pies, rompiendo el extraño silencio. Unos pasos más y el sonido cambió. Miró hacía abajo y notó que había pisado un trozo de pergamino que parecía haber sobrevivido a la destrucción. Frunciendo el ceño, el viejo mago se agachó y lo recogió, preguntándose que podía ser. Usando su varita para tener algo de luz comenzó a leerlo. Después de unos minutos, lo dejó caer asustado. Allí escrito, para que todos lo leyeran, estaban lo sucedido en la tercera prueba con mucho más detalle de lo que Harry jamás le había dicho. Echó una mirada por la habitación, y pudo ver varios trozos de pergamino, también llenos de escritura. Despacio, el anciano se agachó y comenzó a recogerlos. De vez en cuando leería unas líneas, pero se sentía incómodo haciéndolo. Estaban escritos los sentimientos de Harry y no pudo evitar el sentirse que estaba entrando en la mente del muchacho. Después de recoger todos los papeles, lo juntó y los puso en el escritorio que se había lanzado de unas de las paredes hasta el medio del cuarto.

Sabiendo que Harry debía de estar en alguna parte, el anciano iluminó un poco la habitación con su varita y lanzó una rápida mirada por el cuarto, mientras trataba de ignorar los muebles destrozados. Localizó la figura del niño en el suelo, cerca de una de las ventanas rotas. Estaba hecho un ovillo y estaba temblando de forma considerable. Intentando no hacer ruido, Dumbledore se acercó y se arrodilló a su lado.

- ¿Alec?

Pero el muchacho estaba totalmente dormido. Su cara roja tenía huellas de lágrimas y su pelo estaba desordenado. Echó una mirada en la habitación y Dumbledore decidió llevarse a Harry con él: el niño parecía necesitar consuelo y él no pensaba dejarlo solo en ese momento. Murmurando un hechizo de levitación, recogió al adolescente y salió de la habitación rápidamente, sin mirar atrás. De camino a su habitación, vio a Twinkle, quien había estado esperándolo con una taza de té. Asintiendo, le hizo señas para que la elfina lo siguiera y se dirigió hacía su propio cuarto. Una vez allí, colocó al chiquillo en la cama y se giró hacía Twinkle, cogiendo la taza de sus manos.

- Gracias, Twinkle.- La elfina asintió y susurró muy bajito.

- ¿El joven amo estará bien?- El director miró al chiquillo durmiente durante mucho tiempo antes de negar con su cabeza ligeramente.

- No lo sé, Twinkle, realmente no lo sé.- Entonces, dirigiendo su atención a la elfina, le sonrió cansadamente.- Twinkle, necesito que traigas un pijama para Alec. No quiero que toques absolutamente nada más de la habitación, déjala tal y como está hasta que yo pueda hablar con él.

Twinkle asintió y desapareció rápidamente para hacer lo que le habían pedido. Cuando volvió, Dumbledore le pidió que se encargara de acostar al muchacho mientras él mismo se cambiaba de ropa. Diez minutos más tarde, regresó y encontró a Harry arropado en su cama. Sonriéndole a modo de gracias a la elfina que se había quedado hasta su retorno, entró en su cama y cogió a Harry en brazos, mientras trataba de tranquilizarlo de que estaría bien.

Cerrando los ojos, escuchó a Twinkle salir de la habitación con un suave "pop" y dejó por fin que su agotamiento lo reclamara, llevándolo a la oscuridad confortante del sueño.

Harry se sintió extrañamente en paz cuando se despertó. Por primera vez no había tenido pesadillas y pudo despertarse poco a poco, a la vez que disfrutaba del ambiente cálido y consolador que lo rodeaba. En su estado somnoliento, le tomó un rato comprender que se hallaba en los brazos de alguien. Cuando lo hizo, se tensó mientras trataba de averiguar quien era la figura que lo estaba sosteniendo. Intentó levantare, pero entonces unas manos mansas empujaron su cabeza otra vez hacía abajo y sintió una suave barba contra su mejilla de forma inmediata. Sonriendo suavemente, el muchacho se relajó contra el viejo director que comenzó a acariciar su cabeza ligeramente. Se estaba durmiendo otra vez cuando la voz mansa de su abuelo lo llamó.

- Alec.- No queriéndose mover aún, Harry enterró la cabeza en el hombro del director.- Vamos, Alec, despierta.- Pero el chiquillo tan solo negó con la cabeza y se apretó más contra el cálido cuerpo. El director se rió suavemente y comenzó a salir de los brazos del muchacho, ante el desagrado del muchacho.- Alec, necesito ir a mi oficina, hay cosas que tengo que hacer.

Resignado, el niño dejó ir al director y se hundió contra las almohadas, queriendo volver a dormirse. Suponiendo que podía permitir a Harry dormir un poco más, Dumbledore fue al baño y se vistió con túnicas azules y tras realizar sus necesidades, volvió a la habitación a despertar a Harry.

- Vamos Alec, debo ir a trabajar y no pienso dejarte fuera de mi vista hasta que hayamos tenido una buena charla.

Harry decidió abrir al fin sus ojos. Lo primero que notó, es que estaba en la habitación de Dumbledore en vez de en la suya. Frunciendo el ceño ligeramente, se preguntó el por qué. Ni un momento más tarde, le vino todo. Evitando la mirada de su abuelo, comenzó a ruborizarse ligeramente. ¿Cómo había podido romperse así? No debería haberlo hecho: había sido un idiota. Pero se sentía bien y eso era algo que no podía negar. El gran peso que había nublado su mente desde la tercera prueba había comenzado a desaparecer y comenzaba a sentir que todo tenía sentido. Mirando por fin, notó que Dumbledore había colocado una túnica para que se la pusiera y había un pequeño tubo de pasta dentífrica a su lado. Cogiendo la indirecta, se introdujo en el cuarto de baño para arreglarse durante el día.

Cuando entró de nuevo en la habitación, el director le estaba esperando. Silenciosamente se dirigieron a la oficina del hombre donde ya les estaba esperando el desayuno. Los dos comieron la deliciosa comida después de haberse perdido la cena del día anterior, de forma hambrienta. Una vez que acabaron, Dumbledore se colocó detrás del escritorio y comenzó a mirar su correo. Intentando encontrar algo que hacer, Harry notó que algunos de sus libros estaban en una mesa algo más pequeña y fue a donde estaban, feliz de saber que Dumbledore no iba a exigirle una explicación en ese momento.

RED DE MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora