CAPÍTULO 30

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30.- Cumpleaños III

Dumbledore y McGonagall se pusieron en pie y corrieron al lado de Severus, mientras la mano del hombre salió disparada a agarrar al muchazo antes de que pudiera entrar completamente. Por suerte, logró coger el brazo del niño y arrastrarlo otra vez a la manta. Jadeando un poco, el hombre estaba a punto de mover el muchacho y ver si estaba bien, pero fue empujado por Dumbledore que inmediatamente envolvió al niño en una gran toalla, y lo alzó en brazos. Severus miró a Minerva y luego al anciano cuando este se puso en pie y regresó a donde estaban los regalos. El anciano había sido muy grosero lo que asustó a los maestros y les hizo intercambiar una mirada interrogante.

En el momento que Vio a Alec caer al agua, Dumbledore supo que iba a tener que actuar con rapidez. No había querido sacar a Harry de los brazos de Severus de tal forma, pero tenía miedo que el maquillaje que cubría su cicatriz se hubiera quitado. Mirando al niño jadeante y escupiendo agua, vio que tenía razón. Dándose cuenta que ambos maestros todavía estaban lejos, movió a Harry para tener fácil acceso a su frente. Ayudado con poco de magia, pudo poner una nueva capa (en la cicatriz) sin que los otros maestros lo notaran. Mirando hacía abajo otra vez, vio que la respiración de Alec se había relajado y que el muchacho lo estaba mirando con ojos asustados. Si Snape de todas las personas averiguaba esto, lo iban a pasar muy mal. Antes de que el anciano pudiera tranquilizarlo, los otros dos maestros lo unieron, sentándose cada uno a su lado. Severus lo miró disculpándose.

- Lo siento, Alec, no quería sobresaltarte.- Harry parpadeo y se relajó completamente en los brazos de su abuelo. Obviamente, el profesor no lo había descubierto o no habría usado tal tono lleno de preocupación. Dándole una pequeña sonrisa al hombre, no pudo evitar un ligero escalofrío.

- No pasa nada, profesor.- Snape frunció el ceño.

- Creí que te había dicho que podías llamarme "tío Severus".

El muchacho no le contestó, en cambio salió del abrazo de su abuelo y comenzó a intentar secarse. El viejo director había notado la súbita tensión entre ambos, pero decidió que dejaría que lo solucionaran ellos. Sacando su varita, lanzó un hechizo secante en el niño que agradecidamente dejó la empapada toalla. Entonces el anciano se giró a Minerva y comenzó a hablar otra vez con ella, mientras daba claramente al maestro de pociones tiempo para hablar con el muchacho. Severus vio lo que anciano estaba intentado hacer e inmediatamente se puso en pie, justo al lado de Alec.

- ¿Me vas a decir que te pasa?- El niño arqueó la cabeza.

- No es nada pro... quiero decir, tío Severus. Gracias por salvarme.

Snape asintió silenciosamente pero no dijo nada más, mientras se preguntaba si el niño iba a hablar con él si se quedaba callado. No tuvo esa suerte. Harry se encontraba sumido en sus pensamientos, mientras trataba de decidir lo que debía hacer y se había olvidado que el hombre se hallaba a su lado. Por lo tanto se sobresaltó por segunda vez en el mismo día cuando una cálida mano se poso en su hombro. Severus se rió suavemente.

- Señor, eres asustadizo.- Alec se ruborizó.

- Lo siento, tío, me había olvidado que estabas aquí.- Riéndose suavemente, el hombre decidió dejar a un lado lo sucedido.

- ¿Te apetece una partida?

El muchacho lo miró sobresaltado, había asumido que el hombre volvería a hablar con McGonagall y Dumbledore. No pudo evitar el mirar a los otros dos maestros, descubriendo así lo que estaba pensando. El comportamiento del niño comenzó a tener sentido. Era su cumpleaños y los tres le habían dado unos regalos y luego lo habían comenzado a ignorar: eran unos idiotas. Negando con la cabeza, el hombre alzó a Alec en sus brazos, haciendo al niño abrir la boca y se giró para recoger el ajedrez y colocarse a un lado de la manta.

Harry negó con la cabeza y cogió sus piezas nuevas; jamás entendería al hombre, pero por lo menos ya no estaba hundiendo en la autocompasión.

Como de costumbre, Severus ganó, aunque la partida duró mucho más que esas primeras veces que habían jugado unas semanas atrás. Cuando Dumbledore vio que habían acabado, los llamó desde donde Twinkle había preparado el almuerzo. Harry estaba ahora mucho más contento y corrió hacía ellos, sentándose al lado de McGonagall.

Remus llegó en mitad del almuerzo gracias a la ayuda de Twinkle y comió con ellos. Después del pastel de chocolate que la elfina doméstica había preparado especialmente, el hombre lobo le dio su regalo a Harry. Alec lo miró durante un rato, había visto algo así en casa de los Dursley. Dudley estaba muy aficionado a estas maquinitas con juegos.

- Errr... gracias. ¿No es un juego muggle?- Remus se rió ligeramente.

- Canuto lo vio, y se ha viciado. Se llama Game Boy, y puedes poner diferentes tipos de juegos en él. Ya que Severus no puede estar siempre cerca, Sirius compró algunos juegos de ajedrez y de esta forma puedes jugar contra la máquina.- Alec comenzó a sonreír mientras que Severus gimió a su lado.

- ¡Genial! Quizá de esta forma podré ganarte, tío.- Dándole una mirada exasperada, el hombre le alborotó el pelo.

- Ni en sueños, niño.- Remus los miró de forma divertida.

- ¿Tío?- Antes de que Snape pudiera decir algo, Minerva le contestó.

- Vamos, Remus, Alec no podía seguir llamándonos "profesor" todo el tiempo; pasamos más que suficiente tiempo con él, pero puesto que se niega a llamarnos por nuestros nombres, esta ha sido la mejor solución.- Remus asintió comprendiendo y miró divertido como Harry comenzó a jugar con la Game Boy. Dumbledore lo miró por un momento.

- ¿No tendrá problemas con el Ministerio por esto?- Remus se rió ligeramente.

- No, no te preocupes. Traje a Arthur Weasley después de que Sirius lo encantó. Se ha asegurado de que no tendrá problemas.

Después de una hora aproximadamente, Albus miró el cielo y se giró a su nieto que había dejado la maquina para volver a jugar contra Severus.

- Alec, si todavía quieres ir a nadar, tendrás que ir ahora, en un rato el sol se esconderá y entonces, hará demasiado frío.- El muchacho frunció el ceño ligeramente.

- Si el señor Lupin quiere venir...- Remus lo miró un poco sobresaltado, pero después de intercambiar una mirada rápida con Dumbledore, asintió.

- Claro, Alec. Pero debo cambiarme.- Minerva se rió.

- No te preocupes por eso, Remus, yo me encargaré.- Mientras la profesora de transformaciones se encargaba de la ropa del hombre. Harry se acercó al director.

- Abuelo, que sobre...- Se paso una mano rápidamente por su pelo, mientras hacía entender al director que estaba angustiado por la cicatriz. El anciano sacó tan solo la varita, y comenzó a cambiar su ropa. Entre eso, Harry sintió un pequeño escalofrío donde se hallaba su cicatriz. Miró al hombre de forma interrogante y el director sonrió.

- Todo se quedará en su sitio, Alec.- Dándole una pequeña sonrisa comprensiva, el muchacho se giró hacía Remus y ambos se metieron en el agua.

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