CAPÍTULO 28

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28.- Cumpleaños I

Después de unos días, a Alec se le permitió el volver a su propio cuarto al fin. Dumbledore había permanecido mucho tiempo en casa, y a menudo hablaban de la tercera prueba, centrándose más en como se sentía el niño que en el propio acontecimiento. Las pesadillas al fin iban mejorando y ahora solo lo atormentaban cada tres o cuatro noches.

El sonido de la puerta abriéndose sobresaltó a Harry de su pacífico sueño. Parpadeando ligeramente, miró y vio la forma borrosa de su abuelo que se agachaba a su lado. El hecho en si era bastante raro ya que Dumbledore le permitía dormir tanto como quiso, pero la gran sonrisa en la cara del anciano lo convenció de que estaba pasando algo.

- ¡Buenos días! ¡Feliz cumpleaños!

Harry parpadeó y frunció el ceño. Estaba seguro que hoy no era su cumpleaños. De hecho, el día anterior había comprendido que hacía cuatro días que tenía quince años y ni siquiera se había dado cuenta. Sentándose en la cama, miró al director que en ese momento estaba mirando en el cajón de su ropa, aparentemente escogiendo algo.

- Mmm... Yayo, hoy no es mi cumpleaños.- El anciano ni siquiera lo miró.

- Ya lo sé, mi muchacho, pero no podíamos celebrarlo en su día, por razones obvias, así que digo que hoy es tu cumpleaños.

Alec lo miró estupefacto durante un buen rato, pero las semanas que había estado allí le habían enseñado que el hombre normalmente conseguía lo que él quería. Además, sería agradable el celebrar su cumpleaños con alguien que se preocupaba por él. ¿Cuál era el problema? Después de todo ni tan siquiera iban a celebrar su "quinceavo" cumpleaños, sino más bien su undécimo. Riéndose de esto, sonrió alegremente a Dumbledore cuando regresó a su lado con unos vaqueros negros y una camiseta azul.

- Aquí tienes niño. Vistete y ven abajo, los invitados llegarán pronto.- Harry lo miró asustado.

- ¿Invitados?

Pero el anciano ya se había ido de la habitación. Negando con la cabeza, Harry se vistió rápidamente. No sabía que era lo que el anciano había planeado, pero también podía descubrirlo.

Una vez se aseguro que todo estuviera en su sitio, dejó la habitación y se dirigió al piso inferior, donde Dumbledore ya lo estaba esperando para desayunar. El desayuno pasó rápido mientras hablaban amistosamente, a la vez que Harry trataba de descubrir algo de lo que iban a hacer de la boca del mago anciano, pero Dumbledore tan solo sonrió y le preguntó si quería un poco más de comida. Mientras Harry parecía estar mucho mejor, todavía estaba muy delgado y Dumbledore utilizaba cada oportunidad en la que el chiquillo estaba de buen humor para probar de engordarlo un poco. Casi habían comenzado a levantarse cuando Twinkle entró casi saltando por las paredes. Ella sonrió abiertamente al muchacho.

- ¡Feliz Cumpleaños, Amo Alexander!- El niño le sonrió y la abrazó brevemente.

- Gracias, Twinkle.- Entonces la elfina se giró a Dumbledore que había estado mirándolos divertidos.

- Amo Dumbledore, los invitados ya han llegado. Están esperando fuera.- El anciano le sonrió suavemente.

- Gracias, Twinkle.- El hombre se puso en pie y le alargó una mano a Harry.- Bien, vamos Alec, iremos fuera.

La cara de Harry se iluminó, apenas había estado fuera desde que llegó. Dumbledore no quería que estuviera afuera solo y cuando el hombre estaba allí, normalmente estudiaban. Ignorando la pequeña vocecita que le decía que estaba siendo infantil, Harry saltó hacía el hombre y le cogió de la mano. Hoy, iba a disfrutar; no se iba a molestar con lo que se suponía que hacía. Iba a actuar como deseara su corazón y si sentía el comportarse de forma infantil, nadie lo iba a detener.

Dumbledore se rió suavemente cuando sintió que el muchacho lo arrastraba con impaciencia, nunca había pensado que Harry podría relajarse tanto. Siempre había sido un muchacho tan serio, incluso cuando era más pequeño. Su sonrisa se entristeció un poco, siempre debería haber sido así. Su familia debería haberle dado una niñez feliz; pero el miedo y la aversión había hecho eso imposible y esa era una de las cosas que más sentía.

- ¿Yayo?

Mirando a los preocupados ojos azules, el anciano apretó suavemente la mano del niño y lo guió hacía la puerta. Hoy iba a ser un día feliz, podría pensar en los Dursley mañana; por ahora, iba a asegurarse que Harry tuviera un buen cumpleaños.

Varios minutos más tarde, llegaron a un pequeño lago rodeado por altos árboles. Estando de pie en la sobra de uno de esos árboles, se encontraban Severus y Minerva. Los dos habían estado de acuerdo en venir y pasar el día con los Dumbledore cuando se habían enterado que era el cumpleaños de Alec. Albus había querido invitar a los Weasley y la señorita Granger, pero eso habría despertado demasiadas sospechas. Desafortunadamente, Sirius estaba lejos, realizando una misión para él, pero Remus había prometido que se pasaría algo más tarde. Mirando al muchacho que caminaba a su lado, le agradó verle sonreír: parecía que a Harry no le importaba, pero aún así intentó disculparse.

- Siento que tus amigos no pudieran venir, Alec.- El muchacho lo miró y le sonrió.

- No pasa nada, yayo, lo entiendo. Además, estoy seguro de que nos vamos a divertir.- El anciano, colocó su mano en el pelo del niño y se lo alborotó suavemente.

- Estoy seguro de que sí.- Entonces se agachó para susurrarle al oído.- Incluso puedes convencer a Severus de ir a nadar contigo.

Harry se rió alegremente y comenzó a correr hacía las dos personas que les estaban esperando. Sin pensárselo dos veces, se lanzó hacía el maestro de pociones, que pareció sobresaltado por un momento, antes de doblarse para cogerlo en sus brazos. Sonriendo burlonamente ante la alegría del muchacho, el hombre giró a Harry en sus brazos y por encima de sus hombros, haciéndole reír de deleite. Albus y Minerva se unieron en la risa, mientras Severus comenzó a hacer cosquillas al niño. Una vez que Harry era incapaz de respirar, el maestro de pociones se dobló un poco y dejó al niño en el suelo manteniendo un brazo para apoyarlo hasta que hubiera recobrado su respiración.

Alec estaba sonriendo abiertamente cuando se giró hacía McGonagall. La mujer los estaba mirando mientras sonreía con ternura junto a Albus. Jamás había visto a Severus tan feliz y era bueno el saber que bajo aquel bastardo odioso, había todavía un hombre joven. Su atención se centró en el muchacho del cumpleaños, cuando al fin se alejó de Severus y fue a saludarla.

Sonriendo a la mujer, Harry la abrazó brevemente por la cintura. Era la primera vez que lo había hecho, pero si podía ser juguetón con el profesor Snape, la perdición de su existencia durante los últimos cuatro años, seguro que podía permitirse el lujo de ser amistoso con su propia Jefa de Casa. La mujer le devolvió el abrazo y le besó rápidamente la mejilla, haciéndole ruborizarse ligeramente.

- Feliz Cumpleaños, Alec.- Dando unos pasos hacía atrás, le sonrió.

- Gracias, profesora.- La mujer frunció el ceño un poquito, y después de intercambiar una mirada con el director, dijo.

- Alec, no tienes por qué llamarme "profesora", puedes llamarme "Minerva"

Harry la miró sobresaltado, no sabía que decir. De ninguna manera iba a llamar a la mujer por su nombre en vez de su apellido. Sería demasiado raro. Giró inmediatamente su mirada hacía Dumbledore pidiéndole ayuda. El anciano se rió suavemente y se puso detrás de él, con una mano en su hombro.

- Si es demasiado informal para ti, que tal "tía Minerva". Creo que pasa aquí el tiempo suficiente como para que la llames así.- Harry parpadeó. Bien, podía tratar con eso. Mirando a la mujer en busca de la certeza, se relajó ligeramente cuando ella le asintió. Un gemido detrás de él, le hizo girarse a mirar al maestro de pociones que estaba mirando la escena divertido.

- Así que supongo que tendré que dejarte llamarme "tío Severus"?- Harry miró un poco esperanzado, pero se dio prisa en tranquilizar al hombre de que seguiría llamándolo profesor. Aunque se paró por la risa del hombre.- Alec, tranquilízate, niño. Puedes llamarme "tío Severus".- Entonces añadió.- Llámame "tío Sev" y te tendré fregando calderos, ¿entendido?- Alec asintió de forma vigorosa. Albus, que había estado mirando la interacción con bastante entretenimiento, comenzó a caminar hacía el lago.

- Venga, creo que es la hora de dar los regalos.

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