14- Cortado de raíz

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La tarde de la visita de Fan, Polly se sentó frente al hogar con aire decidido y meditabundo. Se soltó el cabello, se arremangó la falda, puso los pies sobre la rejilla y colocó a Puttel sobre su regazo. Todo aquello significaba que debía reflexionar y decidir algo muy importante. Aunque Polly no solía compartir sus soliloquios, como hacen las heroínas de las obras de teatro o de las novelas, la conversación que mantuvo consigo misma se desarrolló más o menos del siguiente modo:

—Me temo que hay algo de verdad en el asunto. He intentado atribuirlo a la vanidad o a la imaginación, pero no puedo evitar reconocer una diferencia y sentir que no debería fingir que no la hay. Sé que lo correcto es cerrar los ojos y dejar que las cosas tomen su curso, sin importar el mal que se cause. Pero no creo que sea eso lo que hemos hecho, y me parece mucho más honesto demostrar a un hombre que no lo amamos antes de que pierda completamente el corazón. Las chicas se rieron de mí cuando dije eso, y declararon que sería muy impropio hacer tal cosa, pero he observado que ellas no vacilan en despreciar a los «partidos inelegibles», como llaman a los hombres pobres, muy jóvenes o poco populares. De acuerdo, pero cuando se presenta una persona agradable, parte de la diversión consiste en dejarle llegar hasta el final, les guste a las chicas o no. Cuantas más proposiciones, mayor reconocimiento. Fan dice que Trix siempre pregunta tras una excursión de verano: ¿Cuántos pajarillos has atrapado? Como si los hombres fueran perdices. Qué criaturas más desalmadas somos, por lo menos algunas de nosotras. Me pregunto por qué tendremos tanta afición a la conquista. Madre dice que gran parte de ello se debe a la mala educación que se imparte actualmente, pero algunas jóvenes parecen haber nacido con el objetivo expreso de crear problemas, y lo conseguirían si vivieran en un estado total de salvajismo. Me temo que yo también tengo algo de eso, y si tuviera la oportunidad, sería tan mala como las demás. Lo he probado y me ha gustado. Tal vez sea una de las consecuencias de la diversión de aquella noche.

Al llegar a este punto, Polly se recostó en el sofá y contempló el pequeño espejo sobre la chimenea, el cual estaba colocado para reflejar los rostros de los que se sentaban frente al fuego. En él, Polly vio un par de ojos reveladores observando desde una maraña de cabellos castaños, unas mejillas que se sonrojaban y formaban hoyuelos súbitamente al tiempo que una fresca boca sonreía con una expresión de poder deliberado, medio orgullosa, medio avergonzada, y tan hermosa de contemplar como el gesto coqueto con el que se apartó los rizos con una mano nívea. Contempló la agradable imagen por un instante mientras transitaban por su mente visiones de romances y triunfos amorosos. Entonces se cubrió el rostro con su cabello y colocó la silla fuera del alcance del espejo, y con una curiosa mezcla de reproche y aprobación en su voz, se dijo a sí misma:

—¡Oh, Puttel, Puttel, que estúpida soy!

Puss pareció dar su aprobación a aquel sentimiento con un maullido grave y un grácil movimiento de su cola, y Polly regresó al tema que la ocupaba antes de que aquellas insignificantes vanidades la interrumpieran.

—Supongamos que es verdad, que me pide la mano y ¡le digo que sí! ¡Qué revuelo provocaría, y qué gracioso sería ver las caras de las chicas cuando se enteraran! Todas ellas lo consideran un buen partido porque es muy difícil de complacer, y cualquiera de ellas se sentiría inmensamente halagada si él se mostrara interesado, independientemente de si aceptaran o no su proposición. Hace años que Trix aspira a conquistarlo, pero él no puede soportarla, ¡lo que me alegra muchísimo! Qué mala soy. Bueno, no puedo evitarlo, ¡ella me resulta tan exasperante! —Y Polly retorció de tal manera la oreja del gato que Puttel saltó de su regazo lleno de indignación.

—¡No está bien que piense en ella, y no lo haré! —se dijo la joven, apretando los labios con firmeza en un gesto muy poco favorecedor—. ¡Qué vida más tranquila tendría! Montones de dinero, muchísimos amigos, toda clase de diversiones y nada de trabajo, ni pobreza, ni hombros cansados o botas remendadas. Podría hacer tantas cosas desde casa... ¡Cómo me gustaría! —Y Polly dejo que su mente soñara con el lujoso futuro que le ofrecia su fantasía.

Una muchacha anticuadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora