Capítulo XIII

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—¿Estás bien así?. —me preguntó mi madre cuando entró a la habitación.
—Sí, mamá. —le sonreí en  agradecimiento —Mamá, ¿Porqué no le has dicho a Kwan que se vaya?. —cuestione viendo por la ventana a Kwan sentado en una de las sillas de la sala.
—Créeme hija lo he hecho, pero su respuesta siempre es la misma. —respondió —No voy a irme de aquí hasta que ella me escuché. —dijo imitando terriblemente la voz de Kwan.

Ambos reímos, pero tuve que callar cuando el dolor de las costillas se hizo presente. De repente mamá se silenció.

—Hija tengo que ir a casa. —desde ahí había empezado todo mal, pero dejé que siguiera hablando —Martha se ha sentido mal estas últimas horas. ¿No te molesta si te dejó con Kwan?. —preguntó.

Respire profundamente antes de asentir, Martha había empezado el octavo mes de embarazo apenas hace unas cuantas semanas.

—Está bien, sólo dile que no entré a la habitación. —le dije a mi madre, ella blanqueo los ojos y después de besar mi frente salió de la habitación.

Observé como ambos conversaban y después mi madre se despedía animadamente de él. Minutos después él entró a la habitación.

—Me dijo tu mamá.... —lo corté
—Sé lo que te dijo mi mamá. —dijo molesta —Ahora si no te molesta, dormiré. —y sin más cerré los ojos.

Bien, no iba a dormir. Sólo quería cerrar mis ojos para no verlo a la cara y que los recuerdos de esa jodida noche aparecieran en mi mente.

«Odiaba toda mi vida»

Bueno quizá exageraba, pero desde la última vez que había visto a Kwan hace apenas unos años, todo iba tranquilamente bien. Y ahora, era un completo desastre andando. Quería no haber aceptado esa estúpida parte de mi trabajo, pero la idea de vivir en Nuevo York, Desgraciadamente ganó.

—Sé de antemano que no estás dormida. También sé que probablemente me estés odiando, pero quiero explicarte las cosas. —habló en un susurro —Tuve una junta a primera hora ese día, nunca había dormido tanto hasta esa noche, que me levanté tarde. —aclaró su garganta —No tuve tiempo ni siquiera de pedirte el desayuno, entonces me encamine directamente hasta la habitación de Antonella, donde sería la junta. Por alguna extraña razón, que aún no entiendo Enrique quiso hacer la ahí, es mi mejor socio no podía decirle que no. —tomó mi mano, entre las suyas —Odie infinitamente a Enrique cuando accidentalmente tiró una copa de vino tinto en mi camisa. Antonella se ofreció a lavarla con un remedio que ella sabía para las manchas de vino, acepté sin pensar las consecuencias. —respirando profundo, besó mi mano —Las copas ingeridas empezaban a hacer efecto en mí, observé la hora y me di cuenta que era demasiado tarde. Remoje mi cara para despertar un poco, y entonces alguien tocó la puerta al ser yo el más cerca lo hice. Lo demás ya te lo sabes. —finalizó entrelazando nuestros dedos.
No quería abrir los ojos y encontrarme con los suyos, y aunque estaba llorando no quería hacerlo. Sentí los labios cálidos de Kwan en mi mejilla y después sus manos a cada lado de mi rostro.

—No llores, por favor. —suplicó cerca de mí —No sé que hacer ahora, entenderé si no quieres verme después de mi explicación. Incluso me iré en cuanto tú me lo órdenes. —dijo, sentí como se separaba de mí.

Abrí los ojos nuevamente, llevé mis manos a ellos para limpiar las lágrimas y observar mejor a Kwan.

—Enrique es mi padre. —susurré con voz ronca, él abrió abruptamente los ojos —Todo era como aquella noche Kwan. Tú no contestabas mi llamadas, ¡Ni siquiera los mensajes!. —respirar hondo antes de volver a hablar —Y cuando bajé para preguntar por ti, la recepcionista me dijo que no habías salido y que en la habitación de Antonella se habían pedido dos desayunos. Fue todo claramente igual que aquella vez. —dije llorando en silencio.

Kwan se acercó a mi y besó nuevamente mis mejillas, sonrió de lado y pegó su frente junto a la mía.

—Aquella vez te quería alejar de mí porque estaba enamorandome de ti perdidamente —sonrió —Ahora estoy conciente de que nunca más te haría daño, porque te amo. Victoria O'Kelly te amo. —apenas sonreí cuando el ya estaba atacando mi boca con la suya.

Era un beso lento, sin prisas, un beso donde él estaba demostrando todo lo que sentía por mi. En un simple beso.

—Debo contestar. —susurró separándose de mí y atender el teléfono que nunca escuché —Bien yo le informó. —cortó y volvió a sonreír —Al parecer vas a hacer tía en un par de minutos. —dijo.
—¿¡Qué!? ¡Dios mío Santo! ¡Eso es increíble!. —grité asombrada.

De la felicidad se me había olvidado que tenía varias costillas lastimadas que cuando me impulse hacia adelante, el dolor me lo recordó.

—Tranquila Victoria, Martha vendrá a éste mismo hospital. Podemos ir un rato después de que te den el alta. —sugirió, y asentí contenta.

Estuvimos un par de minutos hablando de temas al azar, mientras reíamos y cuando llegó el momento comimos. Al parecer se encontraba demasiado feliz de que yo lo hubiera perdonado.

—Por cierto se me olvido decirte. Hablé con tu jefe y te dio permiso de estregar tu artículo dos semanas después. —finalizó sonriendo.

«Todo lo bueno tenía algo malo»

Kwan vio mi cambio repentino de cambio pero decidió no preguntar nada. Después de unos minutos más quedé profundamente dormida.

—¿Es cierto lo de tu ascenso?. —la voz fría y calculadora de Kwan resonó por el apartamento vacío —¡Maldita sea Victoria es sólo una simple pregunta!. —vocifero gritando.
—Quería decírtelo, iba a hacerlo...
—¿Cuándo? ¿Cuando mi estúpida entrevista te hubiera dado vía libre a Nueva York?. —aunque parecía que gritaba, sus acciones no lo demostraba.
—Te dije que te amaba, te invité a vivir conmigo. —susurró dolido —Te amo, pero no quiero una relación a distancia. No soy de esas personas y tampoco tú, lo lamento pero quiero estar solo. —y sin más se metió a la ducha.

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