Capítulo 28: Decisiones, decisiones...

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POV Poché:

Me encontraba en aquel asiento trasero del taxi con el corazón en la garganta, no podía creer lo que estaba a punto de hacer, no sabía si después de este día seguiría siendo la de antes, no sabía con lo que me encontraría en aquella playa, a quién vería, no estaba preparada para absolutamente nada. Mientras observaba por la ventanilla mis ojos derramaron un par de lágrimas, estaba aterrada, lo que más me preocupaba era no volver a ver a Calle, y aunque era una idea algo extrema tomando en cuenta que aquella persona me había dicho que su intención no era hacerme daño, tenía mis dudas. Al llegar a la playa, esperé unos minutos dentro del coche, el señor no pidió explicaciones, simplemente aguardó. Aproveché de sacar mi celular del pantalón y sin dar ninguna explicación, activé la locación a tiempo real y la envíe al celular de Daniela, lo coloqué en modo no molestar y volví a esconderlo. Saque el efectivo y le pagué al señor, el cual me sonrió amablemente y me hizo soltar un suspiro, quizá sería la última persona que vería siendo yo. 

Bajé con las piernas un poco temblorosas y miré a mi alrededor, no había nada fuera de lo normal, habían un par de familias, niños corriendo de aquí para allá, parejas, animales, no veía nada extraño. Pensé que no podría pasarme nada en éste momento con tantas personas cerca, pero aquel pensamiento fue silenciado en el momento que escuché el rechinamiento típico de las llantas de un auto al frenar abruptamente, volteé automáticamente y divisé una camioneta blanca, de la cual en cuestión de segundos bajó un hombre alto vestido completamente de negro y me jaló por el brazo, con facilidad tapó mi cabeza con algún material que me impedía la vista y supe en aquel momento que aquel encuentro no se daría en la playa. Escuché como cerró la puerta y la camioneta arrancó.

No tenía idea a donde estábamos yendo, la ausencia del bullicio me permitió darme cuenta que nos habíamos alejado de aquel lugar, conducían muy rápido, en ningún momento dije ni una palabra, ¿para qué? Nadie contestaría. Mi corazón quería salir de mi pecho, sin embargo traté de controlarme, quería pensar que no me harían daño, tal cual decía aquel correo. La camioneta bajó un poco la velocidad y sentí como descendíamos hacía alguna especie de sótano o estacionamiento, no podría asegurar ninguna de esas dos ideas. Y luego, después de aproximadamente veinte minutos de camino, nos detuvimos. Escuché como abrían la puerta y me volvían a tomar del brazo, esta vez un poco más fuerte, lo próximo que sentí fue como me sentaban en una silla. Comencé a rezar en mi cabeza. Escuché tres voces casi inaudibles en el fondo, dos hombres y una mujer, no lograba entender qué decían. El motor de la camioneta se encendió nuevamente y noté que se alejaba, dejando solo silencio. 

María José Garzón, me da gusto verte de nuevo. Aunque hubiese preferido que fuera en otras circunstancias. — Aquella voz me erizó la piel y un escalofrío recorrió mi espina dorsal. La reconocía perfectamente.

En segundos sentí como me quitaban aquella tela de la cara y abrí los ojos automáticamente, parpadeando debido al cambio de luz, al hacerlo observé el lugar, era un estacionamiento, había un par de coches, parecían abandonados, era bastante tétrico. Desvié la mirada y me encontré con aquella chica alta, cabello rojizo y un par de tatuajes en sus brazos, la conocía perfectamente, era Fran. La confusión comenzó a invadir mi cerebro en ese momento, ladee un poco mi cabeza y noté como me dedicaba una sonrisa y me levantaba una ceja. Era la última persona que imaginé encontrarme. Francesca Lombardi era mi ex, era una chica italiana bastante adinerada con la cual había salido un par de meses antes de conocer a Daniela y con la cuál había cortado lazos un día después de aquel primer beso con mi ahora novia. No podía creerlo, pensé que habíamos quedado bien. 

¿Francesca? — Pregunté con un hilo de voz mientras me levantaba de la silla, nadie me había amarrado, así que no lo creí peligroso. — ¿Tú enviaste ese correo? Tú... ¿Tú tuviste que ver con el robo? — Era una pregunta estúpida, tomando en cuenta la situación. Sin embargo, la hice, no podía pensar en muchas cosas, aún no asimilaba verla aquí.

TENÍAS QUE SER TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora