Capítulo 33: Máscaras (Parte 1)

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Nota: 

Éste capítulo será dividido en dos partes, por lo cual la próxima actualización llevará el mismo nombre. Sin más que decir, espero sea de su agrado. ¡Gracias por el apoyo!

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POV Poché:

Después de aquel trago amargo no logré conciliar el sueño, en minutos Daniela había vuelto a caer completamente dormida, tenía mucha suerte, envidiaba esa capacidad. Aquellos minutos de llanto habían causado una terrible jaqueca que no podía controlar ni siquiera después de las dos aspirinas que había decidido tomar. Con cuidado me levanté de la cama y me coloqué un camisón con cuidado de no hacer ruido, la tapé un poco con los edredones y salí hacía la cocina, al llegar comencé a hervir agua para tomar un té y suspiré mientras esperaba. Tomé mi celular y comencé a revisar los mensajes, la mayoría eran de mis amigos preguntando que tal estaba, al parecer las noticias corrían más rápido que él viento. Solté un suspiro y dejé el celular en el mesón, comencé a pensar en aquello que había sucedido hace unas horas, ¿qué había soñado Daniela para que se hubiese despertado así? ¿Por qué las lágrimas desmesuradas? Hoy era sábado, así que no ella no tendría que ir a trabajar, a diferencia de mí, que tenía pautado evento en la noche, no tenía muchas ganas de ir, aún mi auto no había sido devuelto y el hecho de dejar a Calle sin él de ella no me parecía muy agradable. Escuché el silbido de la tetera y apague el fuego para ir por los dos sobres y colocarlos en mi taza, serví el agua y le coloqué un poco de azúcar. ¿Qué soñó Daniela? ¿Qué soñó Daniela?

Dieron las 10 de la mañana y Daniela continuaba dormida, me pareció una buena idea intentar preparar el desayuno, pero después de un par de panqueques quemados decidí que simplemente cortaría un par de frutas, al menos eso no podría arder en llamas. Minutos más tarde había adornado ambos platos con varios trozos de melón, banana, fresa, mango y kiwi, les coloqué un poco de yogurt y granola y suspiré viéndolos. No estaba nada mal. Serví dos vasos con jugo de naranja y busqué la bandeja para llevarlo a la habitación. 

Caminé un par de pasos y al llegar, dejé todo aquello sobre la cama, me acerqué a ella y sonreí mientras acariciaba su cabello tratando de despertarla, se movió un poco entre las sábanas quejándose y negué con la cabeza, suponía estaba cansada, pero era tarde y por más egoísta que sonara, no quería desaprovechar su compañía. Intenté un par de minutos más hasta que abrió los ojos y soltó un bostezo. 

Buenos días, dormilona. — Dije mientras se estiraba un poco y frotaba sus ojos. Era tan tierna.

Buenos días. ¿Qué hora es? — Preguntó con aquella voz aún dormida. 

Casi las once, hice una ensaladita de frutas para desayunar. — Hablé un poco orgullosa, no le mencionaría aquel desastre anterior a esta decisión. 

¿Cocinaste? ¿La cocina está bien? 

Ambas soltamos una risita corta y le saqué la lengua negando con la cabeza. Algún día aprendería a cocinar y todos tendrían que tragarse sus palabras. Se sentó apoyándose en el espaldar de la cama y le acerqué una camiseta dado que estaba aún desnuda, soltó otra risa un poco más larga y se vistió rápidamente. Le acerqué el plato y me agradeció con un beso corto, comenzamos a comer y me sorprendió lo bien que sabía aquello, aunque no era por ser una cocinera experta, después de todo eran solo frutas. Al terminar colocamos los platos en la bandeja y suspiré, había quedado satisfecha. Llevé todo a la cocina y escuché como entraba al baño, lavé los trastes y aproveché aquellos minutos para casi correr a sacar la basura para que no se diera cuenta de aquel desastre de panqueques calcinados. 

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