Capítulo 30: Dame un beso.

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POV Poché:

Entré a aquel cuarto casi diminuto dónde me esperaban dos oficiales, un hombre y una mujer. Al sentarme frente a ellos me ofrecieron un vaso con agua, lo acepté y comenzaron las preguntas. Mi nerviosismo aumentaba a medida que aquellas también lo hacían y al llegar al motivo de la extorsión, dudé un poco. No podía mentirle a la policía, de ello dependía mi futuro y el futuro de Francesca, quién podría recibir una condena de hasta 1 a 5 años de prisión. No me remordía la conciencia, al contrario, me parecía muy poco tiempo, no estaba enojada por lo que me hizo pasar, todo se debía al miedo que sentí al imaginar que podían perjudicar a Daniela. No era aceptable. Había una línea y ella la había cruzado. 

Pasaron los minutos, creció el interrogatorio, y al final, después de una larga hora, me comunicaron que habían hallado mi auto en perfectas condiciones aparcado en las afueras de su residencia, bufé, esa niña caprichosa no sabía ni siquiera hacer las cosas del todo bien. Me sentí estúpida por haberle temido. Continúo la entrevista hasta que sintieron que tenían lo necesario para el caso, yo iba dispuesta a todo, si no la encerraban en éste momento buscaría otra manera o momento que lo hicieran, no podía volver a molestarme. 

Es todo, señorita Garzón. Gracias por su colaboración. — Me dijo el oficial, levantándose se su silla para darme su mano, la estreché y salí de la habitación. 

Caminé un par de pasos y al notarlo, Daniela se levantó hacía mí, me rodeó con los brazos y sonreí levemente tomando su cintura. Quería salir de aquí ahora mismo, quería ir a casa y por fin comenzar a olvidar todo el caos que había sucedido en los últimos días. Sabía que debía volver, pero en éste momento lo único que deseaba era huir de aquel lugar. Germán se ofreció a llevarnos, pero Calle negó, ella había traído su auto, sin embargo y en contra de la voluntad absoluta de su hija, nos acompañó desde la comisaría hasta llegar a casa. Solté un suspiro y en todo el camino la miré sin decir nada, estaba bien, nada iba a pasarle. Aún se notaba cierta aflicción en su rostro y entendía perfectamente. 

Al llegar a casa, estacionó el auto y ambas bajamos en silencio, entramos y cómo siempre Ramón se nos fue encima en saltos y jadeos típicos, me agaché tomándolo en brazos para abrazarlo y llenarlo de besos, estaba feliz de estar acá. Después de unos segundos lo dejé en el suelo y observé a Calle apoyada en el mesón de la cocina, se había quitado los zapatos y estaba simplemente mirando a la nada, un puchero se dibujó en mis labios y me acerqué lentamente a ella para rodearla con mis brazos, abrazándole por detrás. 

¿Estás bien? — Pregunté mientras dejaba un corto beso sobre su hombro, de inmediatamente sentí un pinchazo en la comisura de mis labios y llevé mi mano hacía el, no recordaba que me lo había lastimado. Calle se dio cuenta de inmediato y volteó para quedar en frente de mí. Acarició mi mejilla y suspiró.

Estamos bien. — Respondió en plural, haciendo que una sonrisa débil se dibujara en mi rostro. Asentí con la cabeza y suspiré rodeando su cuello con mis brazos, su mirada se fue a mis labios y negó con la cabeza frunciendo el ceño — Ahora vamos a curarte eso. 

Solté una risita y asentí con la cabeza mientras la seguía hasta la habitación. Al llegar me ordenó sentarme en la cama y cómo siempre, le hice caso. Observé como entraba al baño y volvía con el pequeño botiquín de primeros auxilios, levanté una ceja y me acobardé, negué con la cabeza y me alejé un poco en la cama, casi huyendo de ella, escuché sus carcajadas y levanté ambas manos para así taparme la boca, continúo riendo mientras sostenía un poco de algodón con alcohol en la mano. Acercó su mano libre a las mías y las acarició con cuidado para así hacer que las bajara, hice un pequeño puchero y fue ella quién ahora negó con la cabeza. Acercó poco a poco el algodón a mis labios y en el momento que estuvo a punto de tocarme, salí corriendo hacía el otro lado de la habitación, soltando una pequeña risa nerviosa.

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