Bizarro I

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—Dios, Dios, Dios —Jimin jadeó bajito, apretando los ojos con fuerza mientras una gruesa lágrima se deslizaba por su mejilla— Sí, oh, sí...

Reducido a un saco de gemidos y temblores, se encontraba sobre el escritorio en su habitación. De espaldas, con las muñecas amarradas sobre su vientre y el cuerpo de Jungkook sobre él, golpeando, llegando profundo y tan rápido que podría estar haciéndole daño. Pero no le importaba. No le importaba en absoluto el tener las piernas acalambradas sobre los hombros de Jeon, no le importaba la marca en su mejilla —la perfecta palma delineada del castaño allí, roja y brillante— y menos le importaba la cantidad de ruido que estaba haciendo. No cuando se estaba deslizando entre la delgada línea del placer y la muerte. Porque Jimin creyó en ese momento exacto que si no se corría, era capaz de morir. Y tener a Jungkook gruñendo, gimiendo bajo y susurrando cosas innentendibles no ayudaba en lo absoluto a alivianar la situación.

Ambos habían abandonado sus prendas y su cordura hace no más de quince minutos, cuando se metieron al cuarto de Jimin con prisa.

Eso no estaba en el plan.

De hecho, Jungkook lo había acompañado de vuelta a casa con todos los ánimos y la fuerza de voluntad de conversar, después de días de no hacerlo. Pero entonces Jimin se había tirado sobre las sábanas, suspirando y lo miró suplicante.

No quiero oírlo, ¿bien? —Fueron sus palabras, la tristeza tan palpable en su rostro— Quiero olvidar todo el día de hoy. ¿Puedes ayudarme a hacerlo? ¿Por favor?

No había tenido otra opción que lanzarse a comerle la boca, no cuando el rubio le miraba como si su cuerpo fuese la última Coca Cola del desierto.

—Jungkook voy a... —El mayor le miró suplicante. Sus ojos nublados, su agujero empezando a apretarse involuntariamente en torno a la polla de Jeon— Y-Yo...

—Hazlo —Gruñó en su oído, llevando sus manos al cuello blanquecino y rodeándolo, apretando ligeramente— Córrete para mí.

Jimin puso los ojos en blanco y se vino en silencio. Su cuerpo se sacudió, su cadera moviéndose arrítmicamente hacia todos lados mientras sus manos temblaban, tocando el pecho del menor. Jungkook empujó un poco más, sin dejar de apretar su cuello, soltando un largo gemido mientras se corría en el condón.

Cayó sobre el cuerpo de Jimin sin poder evitarlo. Sus piernas fallando en sostenerlo, la respiración agitada y el corazón bombeando como si hubiera corrido una jodida maratón. El chico debajo suyo ni siquiera se movió, luchando por respirar correctamente bajo la masa de músculos.

Se quedaron así un rato. Jungkook con la cabeza en la curva del cuello del rubio, respirando profundo e impregnándose del olor a perfume y sudor, con su propio cabello y el contrario pegado al rostro. Jimin con las piernas alrededor de la cintura del castaño, los ojos cerrados y la respiración pesada.

— ¿Estás bien? —Susurró después de un rato.

—Sí —La voz de Park se escuchaba rota, gastada y tan malditamente caliente— Pesas. Quítate.

El menor asintió, haciendo a ambos gemir cuando salió del cuerpo del rubio. Le quitó la corbata de las muñecas, se sacudió el sudor de la frente y apoyó las manos a un lado de las caderas de Jimin, sobre la mesa del escritorio.

— ¿Te sientes mejor?

—Llévame a la cama —Increíblemente, aún seguía con los ojos cerrados y su tono era meloso— No puedo moverme.

Jungkook sonrió y negando con la cabeza, pasó un brazo por la espalda del mayor y otro por sus piernas. Lo alzó como pudo y caminó hasta el colchón, donde lo dejó con cuidado.

Mala Conducta |KOOKMIN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora