Reencuentro.

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En su mente no dejaba de pensar en el inusual saludo del doctor. Ese suave beso lo había dejado en las nubes, llevándolo a fantasear demás: ¿cómo se sentiría besar esos labios? ¿abrazarlo? Cómo sería sentirse envuelto en su calor y el rico perfume que Nikiforov usaba.

Suspiraba como adolescente enamorado sin notar las risas de sus compañeros. Tanto Phichit como Sara llevaban varios minutos susurrando sobre lo distraído que se notaba Katsuki intentando leer un informe que llevaba más de diez minutos en sus manos.

No era usual en Yuuri, y esto era lo que divertía a sus compañeros. Phichit le comentaba con lujo de detalles sobre el beso que presenció, mientras la joven le escribía a su gran amiga, la doctora Mila, sobre el nuevo chisme. Esta última no tardó en responder casi con euforia.

El momento fue interrumpido con la llegada de un nuevo paciente. Phichit lo saludó amablemente con una sonrisa, adivinando por quién preguntaría el muchacho que ingresaba.

—¡Yuuri, tu paciente favorito está aquí! —exclamó el enfermero tailandés, ganándose un insulto de parte del joven que estaba ingresando al consultorio.

Yuuri salió de su fantasía y al voltearse se encontró con el muchacho de cabello rubio que solía ver al menos una vez por semana.
Yuri Plisetsky era su nombre, era el paciente que más veces había ido a consulta.

A pesar de que Katsuki le había enseñado a desinfectar sus heridas, seguía asistiendo allí para que lo curen. Yuri era un amante de los gatos, aunque su abuelo le había permitido tener solo uno cada vez que se cruzaba con un felino callejero, el rubio decidía atraparlo y llevarlo a casa para curarlo o darle comida y techo. Sus rescates no siempre resultaban exitosos, muchas veces los felinos escapaban asustados; otras él acababa herido por rasguños y mordidas.

—Dime Yuri, ¿qué sucedió hoy? —indagó el enfermero. Lo había atendido tantas veces que podía llamarlo por su nombre con cierta confianza.

—Hallé una pequeña gata cuando regresaba de la escuela —le respondió haciendo un gesto de dolor al tiempo que le enseñaba la nueva herida. —Estaba abandonada en una pequeña caja con comida, cuando la abrí, la pequeña saltó asustada. Tuve que correr tras ella hasta que logré atraparla–. Declaró con tono cansado.

–Oh, ¿y este raspón?

–Cuando me lancé sobre ella, intenté no herirla y acabé raspando mi pierna. –Hizo una pausa, luego agregó–. Luego fui a entregarla al refugio. Yuko te envía saludos.

La primera vez que Plisetsky llegó a consulta con su abuelo, tenía el brazo herido con mordidas. Katsuki preparaba el material para curarlo cuando oía como el anciano lo regañaba por levantar animales callejeros.

Yuri miraba hacia el piso, resignado. Minutos después el enfermero le comentó al joven que su hermana y su mejor amiga trabajaban como voluntarias en un refugio animal, le dijo que allí rescataban tanto gatos como perros callejeros, los alimentaban, le brindaban atención veterinaria y luego los daban en adopción.

Aquello hizo que Yuri levante la mirada con una sonrisa cargada de ilusión. Al día siguiente su hermana lo llamó para comentar que el joven había llevado al gato rescatado en compañía de su abuelo y también les había prometido ir de vez en cuando a visitarlos y ayudar con la limpieza del lugar.

Katsuki sonreía recordando los comentarios que su hermana le hacía sobre el buen trabajo que Yurio, apodo con el que Mari se refería a Plisetsky para diferenciarlo de él, hacía en el refugio. Tanto ella como Yuko estaban agradecidas de tener allí a alguien tan joven y entusiasta.

–Dime Katsuki, ¿ya conseguiste novia?

El enfermero observó a su paciente algo confundido. Plisetsky hizo una mueca y agregó:

–Te ves feliz, y oí a tu hermana decir que tenías una cita.

–Sigues... ¿Sigues practicando patinaje? Últimamente no lo has mencionado–. Yuuri intentó cambiar el tema. Sentía algo de vergüenza tocar este tema con un muchacho de quince años. Aún era muy pronto para hablar de Viktor.

Yuri comprendió la incomodidad e intentó seguir la conversación, hasta que alguien llamó a la puerta del consultorio donde estaban.

La puerta se abrió, antes de que el enfermero volteara a ver por quién eran los gritos de su paciente.

–¿Viktor? ¡¿Qué haces aquí? ¡¿No vivías en otra ciudad?!

–¡Yuri! ¿Qué haces aquí? ¿estás herido? ¡Cómo has crecido! ¿Qué edad tienes?

El rostro de sorpresa del doctor y la expresión del joven paciente, despertaron la curiosidad del enfermero quien no dejaba de observarlos sin atreverse a interrumpir. Éstos dos parecían conocerse bien, no dejaban de hacerse preguntas a las que la mayoría Plisetsky parecía responder de mala gana. Luego de varios minutos Viktor recordó:

–Disculpa Yuuri, éste es Yuri, mi pequeño primo. Llevamos años sin vernos.

Después de ello, continuaron hablando un poco más hasta que, con ayuda de Viktor, Yuuri acabó de curarlo. En esa charla el enfermero supo que Yurio, dentro de unas semanas participará en una competencia de patinaje. También supo que Viktor amaba patinar, aunque hacía unos años no lo practicaba. Sonaba muy emocionado por la presentación del menor.

–Espero no lo olvides y vayas a verme ese día. –Le hizo saber Yurio al doctor–. Tú también deberías ir –agregó, señalando al enfermero.

Katusuki asintió.

–¡Perfecto! Entonces yo me aseguraré de ir con Yuuri a verte –afirmó Nikiforov, emocionado.

Plisetsky rodó los ojos. Se puso de pie para avisar que debía irse y Viktor se ofreció a acompañarlo a la salida.

Al momento de salir se cruzaron con Phichit, quien volvió a molestar al más joven recordando que es el paciente favorito de su mejor amigo. El doctor lo observó curioso. Cuando se alejaran un poco más, le pediría que le comente todo lo que sabía sobre Katsuki.

Entre tanto, en el consultorio, Yuuri terminaba de comprender lo que habló con los dos muchachos.

Al momento en que llegó su amigo, le comentó:

–Creo que ya tengo programada una cita con el doctor Nikiforov.

Camino A Tu Lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora